[dropcap]A[/dropcap] poco de salir de Xinzo y antes de llegar a Sandiás, Catorcena, Pepiño y los tres peregrinos de Santiago sintieron la cercanía de la Laguna de Antela por la insufrible abundancia de mosquitos…
– ¡Menos mal que Mando nos dio este aceite contra ellos! ¿Cómo es que hay tantos?
– ¡Pues esto no es nada! ¡Ya veríais si nos metiésemos hasta el lago! ¡Entonces si sabríais lo que son los mosquitos de Antela!
– Entonces, mejor no nos acercamos. Pero… ¿Qué es eso que dijo Mando de las sanguijuelas? ¿Cómo dijo que se llaman en vuestra lengua?
– ¡Dijo sanguessugas, pero casi todos las llamamos samesugas o sambesugas, o simplemente bichas! Son muy famosas las de este lago. Muy buscadas para hacer las sangrías a los enfermos. Y -¡claro está!- muchos samesugueiros se han dedicado a su caza, o pesca, que está muy bien pagada… Hace mucho tiempo su actividad estaba controlada por la autoridad, creo que del obispo o de un conde, y había muchos furtivos, muy castigados por los señores… ¡Cómo si no fuese ya bastante peligroso!
– Pero ¿qué peligro tiene el coger estos bichos? ¡Ni que fuesen jabalíes!
– ¡Ya veo que no tenéis ni idea de este asunto! Os lo voy a explicar… Mirad, este lago, o laguna, o como queráis llamarlo, es muy poco profundo. Como mucho siete u ocho varas y, eso, en pocos sitios. Por esta razón se intentó desecar ya desde los tiempos romanos, que dejaron su huella en los restos de un canal muy largo que creo que no se llegó a terminar.
«De siempre, fue un lugar con caza abundante de aves, que aprovechan el lugar como descanso en sus grandes vuelos estacionales. En ella reponen sus fuerzas y encuentran abundante alimento de toda clase…
– ¿Y cómo se cazan las sanguijuelas? ¿Con trampas?
– No. ¡Qué va! ¡Andando con las piernas desnudas por el cieno! Hay que hacerlo en sitios donde el agua no pase de la rodilla, porque se pegan a la piel, muerden y chupan la sangre del samesugueiro. ¡No es muy conveniente que lo hagan más arriba!
– ¡Qué barbaridad! ¿Y no les hacen daño en las piernas?
– ¡Pues no! Deben tener algo así como una baba que hace que el mordisco no se note apenas. Claro está que hay varios tipos de ellas, y algunas si hacen daño. Aparte de que te pueden pegar alguna enfermedad no deseada. Sumad a eso que los mosquitos también pican lo suyo y no os extrañará que en estas tierras se den las fiebres muy a menudo. ¡Demasiado a menudo! ¡Aquí hay más muertos por esa causa que en cualquier otro lugar de Galicia!
– ¿Y estos sanguijueleros tienen que estar mucho tiempo con las piernas metidas en el agua?
– No. Llegan a la zona de su caza, o pesca, en unas pequeñas balsas de fondo plano, con unas pértigas que les sirven para la marcha y para saber la profundidad. Suelen ir por parejas, para turnarse y ayudarse a arrancar los bichos de las piernas. No. No deben estar mucho tiempo, por la cuenta que les tiene.
– ¿Cómo se las quitan?
– Sobre eso cada cual tiene su método. Hay quienes las arrancan a pelo, pero otros las salpican con vino o aguardiente, aunque esto no es muy bueno…
– ¿Y lo tienen organizado de algún modo?
– Pues no. Hubo un tiempo en que se agrupaban en partidas con base en las aldeas de la periferia, pero degeneró en luchas tribales, lo que hacía la caza más peligrosa aún. Y al final dejaron de pelear entre ellos. La familia de Mando se dedicó algún tiempo a la «samesugueiría» pero uno de sus abuelos falleció como consecuencia de las fiebres, después de mucho sufrimiento, y lo dejaron. Por eso Mando no quiere hablar de ello, por estar considerados muy mal los que se dedicaban a ello.
– ¿Y dices que estaban muy bien pagados?
– ¡Ya lo creo que sí! ¡Y lo sigue estando! Pero es tan enfermizo que muy pocos siguen en ello.
«Parece ser que con la «francesada» vinieron algunos médicos militares que apreciaron la bondad de las sangrías con las sanguijuelas de esta laguna de Antela. Después alguien de allá vio el negocio y se llevaban garrafones con los bichos, muy buscados y seleccionados, con cierta frecuencia. Después las guerras carlistas acabaron con este ir y venir, pero quedó la fama. Ya digo que hoy no son muchos los que se dedican a esta caza. ¡Qué! ¿Os apetece que nos acerquemos al lago?
– ¡Quita, quita! Salgamos de esta mosquitería cuanto antes. ¡Menos mal que Mando nos dio este aceite, que si no…!
– Lo que sí podemos hacer, al llegar a Allariz, si os parece, es pasar por Santa Mariña de Augas Santas, donde hay un famoso Santuario. Y en una aldea cercana podemos preguntar a una curandeira de allí, que no recuerdo su nombre, por si sabe algo del yelmo de Pardo de Cela. ¿Qué os parece?
– ¡Excelente idea! Y ya de paso que nos cuente algo de Santa Mariña. ¡Vamos allá!