– El otro día estuve en el Fuerte de la Concepción. ¿Lo conoce?
– ¿En Aldea del Obispo? ¡Pues claro! He estado allí muchas veces, aunque la última vez fue hace quince años. Creo que ahora lo han dejado muy bien. Antes estaba en ruinas, pero era muy sugerente pensar cómo era la vida de aquellos militares del siglo XVIII, con sus fortines, glacis, acuartelamientos, sus impresionantes caballerizas… Es fácil imaginar su vigilancia de la frontera, siempre pendientes de lo que pudiese venir de la vecina Almeida; sus maniobras de adiestramiento…
– Sí. Es una pena que la destruyesen los franceses…
– No fueron los franceses quienes volaron todo, sino los ingleses, como medida preventiva. ¡A ellos qué les importaba destruirlo! ¡No era suyo!
– Tiene usted razón. Por cierto… Desde lo alto de la muralla, hacia el norte, vi una mancha blanca como si fuese la escombrera de una mina. ¡No sabía que la de Saelices el Chico llegase hasta ese sitio!
– Es que no es la mina de uranio la que estaba viendo. Lo que se extrae allí es wollastonita.
– ¿Bolas… quée?
– ¡Wollastonita! Es un silicato cálcico puro, de fórmula muy fácil: SiO3Ca.
– ¿Y por qué se llama así? ¿Es que crece en bolas?
– No. No. Es que está dedicado a un famoso químico y mineralogista, Wollaston. Imagino que no habrá oído hablar de él.
– Pues no. ¿Por qué dice que es tan famoso?
– Wollaston fue un químico y físico británico de aquella generación tan prolífica de científicos de finales del XVIII y la primera mitad del XIX. Investigando con platino descubrió nuevos elementos químicos.
«Cuando yo era estudiante me dijeron que a él se debe la primera síntesis del petróleo como carburante de motores de explosión. Sin embargo eso es un error al confundir a este gran científico británico con otro norteamericano, Silliman, al que también dedicaron un mineral, la sillimanita. Ligado a éste está el nombre del famoso «coronel» Drake, un industrial muy enérgico –por ello le pusieron ese alias– que, en Pensilvania, horadó el primer pozo de petróleo utilizando como sonda de perforación un tubo de hierro. Este personaje es conocido como «Lucky Luke». A ellos se debe la primera compañía petrolífera, la Seneca Oil.
– Pero el petróleo ya había sido descubierto mucho antes… ¿Noo?
– ¡Por supuesto! Era conocido desde la más remota antigüedad, empleándolo para embrear o como purgante. En el Nuevo Mundo fue explotado ya por los primeros conquistadores españoles, como Hernando de Soto, en los actuales EEUU, usándolo para calafatear las naves. En el XIX era el combustible para iluminar en los famosos quinqués –cuya curiosa historia ya le contaré–, y como medicina. Aquel pozo Drake cambió la historia del Mundo, dando lugar a una gran fiebre de buscadores, que no se ha detenido desde entonces
– ¿Hace tiempo que le quería preguntar por qué los minerales terminan casi siempre en «ita» o en «ito»?
– Es una costumbre muy antigua. El sufijo se añade al apellido de alguien, como en estos casos, o a un topónimo –aragonito, andalucita…– o a una propiedad –calcita, por el calcio–, pero no siempre es así. Algunos los finalizan en «ina», como la pirrotina, por ejemplo. Hay muchas excepciones.
– ¡Ya! Es como los fósiles, que suelen estar dedicados a personas, a cuyo apellido se les añade «i» si es hombre o «ae» si es mujer, o a lugares, a cuyo gentilicio acaban en «ensis». ¿No es así?
– ¡Efectivamente! Pues volviendo a la wollastonita, se trata de un mineral muy bonito, que suele crecer en preciosas fibras radiadas de brillo nacarado.
– ¿Y es muy abundante?
– No mucho. Se produce cuando un líquido magmático fundido, rico en sílice, entra en contacto con calizas, formándose una reacción de las más sencillas de recordar: SiO2 + CO3Ca = SiO3Ca + CO2
– ¿Y para qué se utiliza?
– Tiene propiedades térmicas muy acusadas. En principio se pensó usarlo como sustituto del amianto, que dicen que es un producto potencialmente cancerígeno. Pero, desgraciadamente, el mineral de Aldea del Obispo es de fibra muy pequeña y no se puede aplicar para ese fin. Para lo que sí puede emplearse es como material fundente, como ladrillos o materiales que tengan que aguantar altísimas temperaturas.
«Y hay otra propiedad que desde hace tiempo viene aplicándose. En la fabricación de vidrio, a la sílice fundida hay que añadir una cantidad de carbonato cálcico. ¿No lo sabía? ¡Pues así es! El problema es que se produce la reacción CO3Ca = CaO + CO2. Es decir, que se expulsa anhídrido carbónico a la atmósfera, lo cual encarece el producto por los impuestos anticontaminantes que genera.
«En cambio, si lo que se añade al fundido es wollastonita, la reacción que se produce es SiO3Ca = CaO + SiO2. ¡Y no hay contaminación! El inconveniente que se presenta con la wollastonita de Aldea del Obispo es que en su composición hay hierro. Aunque se da en una cantidad insignificante, es suficiente para que el vidrio resultante no sea transparente, por lo cual sólo se emplea para lo que se llaman vidrios volumétricos, no planos, como por ejemplo, botellas coloreadas. Algo parecido sucede con la wollastonita que se emplea en las fábricas de cerámica.
– ¿Y no hay forma de eliminar ese hierro?
– Seguramente la habrá, pero aún no se ha descubierto cómo. Mientras tanto habrá que seguirlo aprovechando con este inconveniente.
– ¡Que así sea!
1 comentario en «La wollastonita de Aldea del Obispo»
Que lección, gracias sabía que toda esa tierra, Alameda, Saelices ..tenían minas o mejor dicho habían tenido pero es bien interesante, el campo charro está lleno de tesoros, pero para mí el más importante es su belleza, sus encinas centenarias, que no se destruya!