[dropcap]D[/dropcap]e proscrita a Santa. Bonifacia Rodríguez, fundadora de la congregación de las Siervas de San José vivió una vida que no le falta de nada drama, tristeza, alegría, emprendimiento, entrega,… Por esta razón forma parte de la serie de personajes con leyenda de Salamanca
Texto: Aurora Corvo Félix / Fotos: Almudena Iglesias Martín
Feminista, sin que en su época existiera el término, luchó por los derechos de las mujeres desfavorecidas, a las que ayudó a tener un porvenir siendo prostitutas o madres solteras a finales del siglo XIX. Toda una proeza. La echaron de Salamanca y nunca más volvió a pisar su ciudad. Hace más de una década que forma parte del santoral, su día el 6 de junio, por sus obras humanas y divinas.
Bonifacia Rodríguez, o La Boni para los alumnos del colegio de las Siervas de San José, fue una mujer del siglo XIX cuya vida dio mucho de sí, tras ser expulsada de su propio convento, por transgresora, fue canonizada.
Bonifacia Rodríguez de Castro nació el 6 de junio de 1837, fue criada en la fe cristiana al igual que sus cinco hermanos. Al fallecer su padre se ve obligada a aprender el oficio de cordonera para poder ayudar a su familia, una vez aprendido el oficio y con el paso de los años Bonifacia abrirá un taller de cordonería.
Este taller más que en un oficio se convirtió en un salvoconducto para las mujeres de la época. Las madres solteras, las prostitutas, las adúlteras… todas aquellas mujeres que en su época eran consideradas pecadoras y que habían perdido su dignidad, acudían a Bonifacia. Ella les enseñaba el oficio de cordonera allí en el taller y de esta forma, aquellas mujeres a las que la sociedad había repudiado, podían tener algún medio con el que sobrevivir.
El hecho de ayudar a estas mujeres en la época que Bonifacio lo hizo supone uno de los primeros e importantes pasos del movimiento feminista. Para poder imaginar el acto de valentía que suponía, hay que pensar que hasta hace unos años la mujer necesitaba el permiso de un hombre para poder viajar, por ejemplo. Por lo tanto, en el siglo XIX, que una mujer se quedase embarazada sin haber contraído matrimonio era uno de los peores pecados.
Pero su labor en la sociedad no acaba ahí, la familia de Bonifacia y ella misma, eran sumamente cristianos. En cierto momento Bonifacia siente “la llamada” y está tentada de hacerse dominica en el convento de Santa María de Dueñas, pero esta revelación coincide con la llegada, sobre 1870, del padre Francisco Javier Butiñá, un jesuita catalán que al llegar a Salamanca se encuentra con el taller de Bonifacia.
Butiñá, fascinado por la valiente labor de Bonifacia le sugiere llevar el proyecto a un nivel superior y fundar una congregación, y así surgen la Siervas de San José, una congregación religiosa con el mismo propósito que el taller de cordonería, ayudar a las mujeres desamparadas a las que la sociedad no ofrecía ningún futuro y convertirlas en mujeres trabajadoras.
Así, en 1874, junto con Butiñá, funda las Siervas de San José. Pocos meses después el padre Butiñá tiene que marcharse de España y dejar sola a Bonifacia, frente a una congregación recién fundada.
Pasaron unos años, y en 1882, en un viaje que realizó a Girona, los miembros de la congregación deciden expulsarla de esta, en parte por sus ideas transgresoras. Así, humillada y desterrada de su congregación parte a Zamora donde funda otra comunidad con la ayuda del obispo de Zamora y de Salamanca, a la par que se separa de las Siervas de San José en silencio.
Al cabo de los años, en 1901 se les concede la pontificia a la Siervas de San José pero excluyendo a la casa de Zamora, en este momento Bonifacia decide que no volverá a pisar Salamanca, y así lo hizo. Falleció en Zamora el 8 de agosto de 1905 y en 1907 las Siervas de San José incorporan a la casa de Zamora a la congregación.
En vida no se le reconoció ningún mérito a Bonifacia, pero en 1941, gracias a que algunas de sus compañeras habían guardado ciertos documentos, se la reconoce como fundadora de la congregación. Y el 23 de octubre de 2010 el Papa Benedicto XVI la convierte en santa.
Salamanca recuerda a su primera santa con una estatua ubicada en la Gran Vía, frente al colegio de las Siervas de San José, y con una calle ‘escondida’. A cambio, Bonifacia Rodríguez lleva el nombre de Salamanca por todo el mundo, gracias a las congregaciones, colegios o talleres abiertos en todos los continentes.
Bibliografía.
- Vatican
- Siervas de San José
- Rincones de la historia Salmantina de Jesús Málaga.
Galería de Fotos: Almudena iglesias Martín