[dropcap]C[/dropcap]armen Acosta fue nuestra madrina de boda. Vivía en un piso alto de Canalejas. Se trasladó a vivir allí con sus padres desde la calle Sánchez Barbero. Hija de un militar del ejército del aire y de una malagueña menudita, educada y amable, tuvo una estrecha relación con nosotros durante muchos años.
En una de las visitas que María José y yo realizamos a su casa nos enseñaron la huerta de los Jesuitas. Era un día del mes de junio y la masa verde que se divisaba desde el balcón era sorprendente. La impresión era mayor teniendo en cuenta la escasez crónica de parques y jardines de Salamanca. Hablando con el padre de Carmen le comenté:
– ¡Si yo fuera alcalde, haría de la huerta un gran parque!
En las primeras elecciones municipales, en 1979, la Unión de Centro Democrático proponía realizar en la huerta una promoción de mil viviendas entre libres y sociales. Incluso llegaron a presentar planos de cómo quedaría la urbanización. Pilar Fernández Labrador debió conectar con algún jesuita residente en el noviciado que la orientó en tal sentido.
Cuando la izquierda llegó al Ayuntamiento lo primero que pensamos fue la de aumentar las zonas verdes, haciendo realidad el cartel de la campaña electoral, en el que José Ramón pintaba un pueblo idílico con parques, bibliotecas, museos y todo cuanto se podía ver en los pueblos del centro de Europa, pero que en España estábamos muy lejos de conseguir.