[dropcap]M[/dropcap]uere Jesús Sánchez Ruipérez, el que fuera dueño de la librería Cervantes, una de las más históricas de la ciudad.
El librero ha muerto a los 93 años de edad en el hospital de la Paz en Madrid.
El cuerpo sin vida del empresario de los libros será trasladado desde la capital de España al tanatorio de San Carlos Borromeo, en Salamanca.
José Luis Gómez Sánchez, en una entrevista publicada en La Crónica de Salamanca, estuvo trabajando a las órdenes de Jesús Sánchez Ruipérez casi medio siglo y lo definía como la persona que «más sabía de libros. Es un librero de los clásicos. Lleva entre libros desde los ocho años. Es autodidacta, con una memoria prodigiosa y un lector voraz. Tenía un ordenador en la cabeza».
Las puertas de Cervantes las atreveraron Premios Nobel como José Saramago y Camilo José Cela, tan distintos en sus ideales y es que Cervantes «no se significó nunca políticamente». También estuvieron el portugués Mario Soares o el político Peces Barba, entre otros.
El lema que esgrimió Cervantes durante muchos años fue: ‘Si no lo hay en Cervantes, no lo busques, porque no existe’. Sobre este respecto, Gómez Sánchez contaba una anécdota que le ocurrió con el ministro de Marina Manuel Prado y Colón de Carvajal. «Me llamó un cuñado que trabaja en el Ministerio porque estaban buscando un libro sobre Galeones y no lo encontraban. En Cervantes lo teníamos y al día siguiente de pedirlo, estaba en Madrid. El ministro no se lo podía creer».
Además de ser un empresario generoso, Sánchez Ruipérez era un romántico. Cuando tenía la imprenta, editó la historia de Salamanca, sus leyendas y costumbres. «No ganaba nada con estos libros, sólo lo hacía para que no se perdiera esa parte de la historia», contaba el trabajador.
La época dorada de Cervantes se puede situar en los años 60, con el despegue de nuestra Universidad, ya que eran el punto neurálgico para la obtención de libros universitarios, incluso era un referente para otras universidades españolas. Si no estaba en Cervantes es que no existía.
También fue muy importante en la época de la Dictadura de Franco, ya que la familia Sánchez Ruipérez era conseguidora de libros ‘prohibidos’.
La librería Cervantes cerró sus puertas en diciembre de 2015.