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«El campesinado tradicional genera más empleo que las macroexplotaciones agrícolas»

Ricardo Martínez Llorca presenta su libro 'El viento y la semilla' el 17 de abril en la librería Víctor Jara
Ricardo Martínez Llorca presenta su último libro, 'Moçambique'.

La excusa de la presentación de su último libro, El viento y la semilla’, nos sirve para charlar con Ricardo Martínez Llorca, uno de los escritores más laureados de Salamanca, un infatigable viajero que aprovecha cada uno de sus destinos para traerse una historia, o quizá es al revés. En esta ocasión, traslada a los lectores hasta Argentina, pero no a la Borges o Ricardo Darín, sino a la de los de Villa Miseria.

James Rhodes ha dicho en una entrevista en Vanity Fair que hemos jodido el mundo hasta tal punto que la próxima generación tiene cosas peores que la nuestra. Ricardo, ¿cree que hemos jodido el mundo?
No me cabe duda.

Nuestros padres nos dejaron el mundo un poco más limpio…
Posiblemente hayamos sido la generación más privilegiada de la historia. Pero, que no me quepa duda, no significa que vaya a acertar, porque suelo equivocarme en mis vaticinios. Fracasan por optimismo.

Explíquese.
Uno puede ser pesimista con el razonamiento y optimista con el deseo. Es cierto que todo lo que nos llega es demasiado violento, agresivo, opresor y muy oscuro. Pero, también es cierto que hay mucha gente haciendo cosas muy importantes. Desde el cirujano que está extirpando un cáncer hasta un activista que está luchando por derechos sociales en cualquier parte del mundo. Hay muchos gestos buenos a pesar de todo.

¿A qué generación se refería cuando decía que jode el mundo?
A la nuestra, entre 40 y 60 años. Nuestros padres que tienen más de 80, en general, tuvieron una infancia dura, porque fue la de postguerra y les marcó. Además, casi todos han tenido que trabajar de sol a sol, fuera y dentro de casa. Somos la generación del baby boom, las madres no paraban y los padres, tampoco. Nuestro trauma como generación, que es muy leve, es que hemos tenido padres ausentes y madres también, porque estaban pendientes de tantas cosas que no podían atenderte. (Risas) El trauma era leve, porque todos sabían que nuestros padres estaban luchando por nosotros.

Ricardo Martínez Llorca.

Ricardo, ¿cómo está el mundo?
Habría que ver qué entendemos aquí por mundo. Tendemos a pensar que el mundo es lo que vemos en los medios de comunicación. De hecho decimos: ‘voy a ver el Telediario para ver cómo está el mundo’.

Pero, ese no es todo el mundo…
No. Además, lo que es noticia en los medios de comunicación es lo excepcional y eso no es lo cotidiano. Te pueden contar un hecho aberrante, lo oyes 30 veces a lo largo del día y parece que haya habido 30 asesinatos o violaciones a lo largo del día.

O ninguno. Lo oyes tantas veces que ya no le das importancia.
Sí.

Como pasó con las Torres Gemelas que parece que estábamos viendo una película…
Que nos dejó sentados 11 horas. Luego está ocurriendo estos días con la invasión de Ucrania que sí que es de verdad excepcional y nos afecta a todos, porque, al menos yo, no me lo esperábamos. Esto va a afectar mucho. Cuando oí la noticia no lo podía entender: ‘Vamos a matar gente’. ¡Qué es esto! Esa parte del mundo es muy fea.

Hay más mundo.
Claro. En mi mundo ocurre que me he levantado, desayunado, lavado los dientes, trabajado, paseado a mis perros,… Cosas que por lo general son agradables. Lo que pasa es que la suma de mis cosas agradables, no es ley universal. No todo el mundo tiene esa vida agradable. Si sales de viaje y vas a ciertos sitios, te das cuenta que hay personas que se levantan y no se lavan los dientes y no desayunan y de repente su hermano tiene una muerte súbita porque le ha entrado una bacteria porque no se ha podido lavar los dientes y ha tenido una parada cardiorespiratoria por una endocarditis.
Si yo tengo que decir cómo está el mundo, diría que no está tan mal. Eso sí, por los medios de comunicación está horrible, pero eso sucede al otro lado de una pantalla o de un papel. Lo suyo sería salir a conocer mundo de manera directa.

Ricardo Martínez Llorca.

Ricardo, como viajero que es. ¿Qué le estamos haciendo al mundo?
Se está explotando el mundo como si fuera una mina. Se le arranca toda la riqueza que tiene, toda el agua potable, los nutrientes que tiene la tierra. Por ejemplo, en China hay kilómetros cuadrados de terreno que es suelo laterítico, como suelo lunar. Todo es a lo salvaje, por tierra y mar… ¿Cómo se explota la pesca? Para conseguir 1.000 calorías de salmón, necesitas 10.000 calorías de sardinas que se las arrancas al mar. ¿Por qué no vas a las sardinas directamente y respetas más la naturaleza? No lo sé. Incluso el turismo es como una explotación minera, se pone de moda un sitio y hasta que acabamos con ese lugar.

Con foto incluida.
Eso es. El viaje se ha instagramizado. Vas allí para hacerte la foto, no vas a tener la experiencia, ni siquiera vas a compartirla, vas a presumir de que he estado allí.

¿Se ha planteado dejar de viajar?
Sí. El día que vi una serie de fotografías de turistas en la entrada del campo de concentración de Auschwitz, con el rótulo de: ‘El trabajo os hará libres’. Y, todos sonriendo. Me pareció terrible. No puede ser que lo banalicemos tanto.

Quizá por eso hay personas que no se creen que allí pasó lo que pasó, porque entran riéndose…
No he ido nunca allí, pero ese rótulo es tan significativo que pasaría con la cabeza agachada.

Un niño tirando de un carretillo de madera en Argentina.

Vamos a lo que nos ha traído a esta charla: su libro, ‘El viento y la semilla’. Hay un dicho que dice algo así como que Argentina es tan rica que por el día los argentinos la arruinan y por la noche ella se recompone. ¿Podrá Argentina con las macro explotaciones de soja y otros cultivos masivos?
La soja necesita mucha agua y muchos nutrientes. Además esa soja es transgénica, echan glifosato y matan las malas hiervas, por lo que no tienen que andar cuidando los cultivos. El glifosato va acompañado por muchos pesticidas, nitrato y fertilizantes. No sé cuánto va a soportar la tierra eso. Personas que se dedican a eso, dicen que es suficiente con rotar la tierra, pero tengo la impresión de que está un poco condenada, por eso cada año se necesita más y más hectáreas. Creo que ya van por 24 millones de hectáreas las que hay dedicadas al cultivo de la soja transgénica, eso en Argentina, hay que contar Brasil, Paraguay, Bolivia,… Una tierra que estaba preparada para el bosque Chaqueño. Da miedo y sobre todo el porqué se hace…

Para luego tirar la comida.
La mayor parte de esta soja va para pienso y otra parte es para agrodiesel.

Alimentamos esos animales, pero tiramos la mitad de esa vaca…
Sí y si me exprimes, tiramos el 80% de la soja. Es lo mismo que con las sardinas y el salmón. Las sardinas son la soja y el salmón, la vaca. Si necesitas 1.000 calorías que consumes de la vaca, esa vaca ha consumido 10.000 calorías de soja. Si recurrieras al campo directamente para conseguir las 1.000 calorías, necesitarías mucho menos espacio para conseguir la misma alimentación. Eso produciría menos impacto ambiental y respetaría los entornos ecológicos y al campesinado tradicional, que son los que aportan más del 50% de los productos de huerta que consumimos, porque las grandes extensiones son para macrogranjas.

Una niña recogiendo cables en Argentina.

Hay una canción de Víctor Manuel, Labrador de ciudad, donde ve a un hombre que sacrifica sus manos por la perforadora de la prosperidad. ¿Estamos haciendo que esos labriegos se marchen a los cinturones urbanos del hambre?
Sí, donde no les damos nada. Vi personas que iban a esos cinturones, en Villa Miseria, que iba con lo puesto, conseguía unas estacas, las plantaba y recogía unos plásticos y las ponía y ahí vivían. Había un grifo comunitario con un agua insalubre.

Me habla de que eso es poco menos que lo que pasaba en las ciudades de la Edad Media…
Sí, tal cual. Tenemos una imagen de Argentina que no es real. Pensamos en Buenos Aires, que es una ciudad europeizada, o en los glaciares de la Patagonia, en Iguazú,… Son lugares maravillosos, sitios que hay que ir a ver…
Cuando fui al norte, estuve con un escritor español que había vivido en Argentina, me dijo que para qué iba a ir allí, si no había nada. Lo que te encuentras es una gente que te dice que eso sí que es Argentina, por mucho que los europeos pensemos que es Buenos Aires o Borges o las películas de Ricardo Darín. Pero, en el norte te encuentras con una población que se parecen mucho más a las de Bolivia.

Te saca de la Edad Media el plástico que cubre las casa.
También el teléfono móvil y los rascacielos del fondo, porque ves la zona donde se acumula la basura y eso tampoco es medieval.

¿Cuando escribía ‘El viento y la semilla’ se acordó mucho de la profesor de Ciencias Naturales que casi fue la mecha que encendió el libro?
(Risas) No, no me he acordado mucho. Es cierto que cuando estás escribiendo tienes un lector en la cabeza y este libro, ‘El viento y la semilla’, me gustaría que lo leyera gente como esta profesora de ciencias. El libro está hecho como un reportaje. Hay una postura más o menos militante que sale sola. Vas allí a hablar con personas que están trabajando en el campo y las consecuencias que ello conlleva y te encuentras con que o entrevistas a los activistas ecológicos, campesinos o a los potentados. ¿Qué postura tengo que tomar?

Si toma la postura del campesinado o la del activista ¿coinciden? o ¿hay personas que piensan que con esas macro explotaciones llega el progreso?
Sí que coinciden. Ellos saben que genera mucho más empleo el campesinado tradicional que las macro explotaciones agrícolas. Además, el impacto ambiental es mucho menor porque se mueven en cinturones de explotación más pequeños que necesitan menos transporte y por lo tanto menos contaminación.

¿Cómo son los sembrados?
Las explotaciones son como el estampado de una falda escocesa, porque tienen obligación de dejar espacio de bosque, que desaparecen porque los fumigan igual que las plantaciones. Hay veces que en esos espacios han intentado sobrevivir indígenas, pero han terminado muriendo por inanición.

Las ‘casas’ de Villa Miseria, en Argentina.

¿Está cambiando el clima de esas zonas?
No es que esté cambiando el clima de esa zona, es que son tan grandes las extensiones que está cambiando el clima del planeta. Más del 40% de los gases de efecto invernadero vienen de ese tipo de explotaciones. Todo lo que es la liquidación del bosque nativo, que es materia orgánica en descomposición, que meten las máquinas y arrasan de raíz para dejarlo morir.

¿Qué ha aprendido con la aventura de escribir este libro o de  los personajes y personas que ha conocido?
Sobre esto último, recuerdo algunos que el personaje se había comido a la persona. Hay varias cosas que me he traído: Pensar que el tiempo transcurre a la velocidad que transcurre. Nosotros podemos elegir a qué velocidad transcurre y es mucho mejor que vaya más despacito.

¿A qué se refiere?
Los que están allí dicen que su objetivo es tal o cual y quieren que vaya despacito. Esa forma de sentir que pasa el tiempo, nos ayudaría a estar más relajados. Aprendí cosas como que no deberíamos candar la puerta del coche cuando aparcamos en la calle, porque si alguien lo necesita tiene un sitio donde dormir. Sé que hay que ser muy valiente para pensar así, pero he conocido a personas que lo hacían.

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