[dropcap]T[/dropcap]odo estaba en su contra, pero salió bien. Siempre hemos oído decir que si queremos que algo no funcione lo mejor que podemos hacer es nombrar una comisión. Así se hizo para poner en marcha la Operación Piloto de Salamanca.
Nos reunimos en una mesa varios organismos del Gobierno del Estado, la Junta de Castilla y León, la Diputación Provincial de Salamanca, el Ayuntamiento y la Universidad de Salamanca. Cada uno de esos organismos se comprometió a realizar inversiones en el Barrio Antiguo de Salamanca, evaluándose cada cierto tiempo los progresos en el cumplimiento de los compromisos, y, como he dicho, milagrosamente salió bien.
Se habían experimentado Operaciones Piloto en otras poblaciones más pequeñas, y en la mayoría fracasaron. Plasencia, el barrio del Perchel, en Málaga, Aguilar de Campoo, en Palencia, la comarca de Sanabria o La Granja de San Ildefonso entre otras, precedieron a Salamanca.
Nuestra ciudad era, con mucho, el proyecto más grande y ambicioso. Se buscaba rehabilitar un barrio que estaba en ruinas, inseguro, con una población marginal al que según los expertos habíamos llegado demasiado tarde para iniciar su recuperación. El Ayuntamiento solicitó en 1983 la declaración de Área de Rehabilitación Integrada para obtener facilidades crediticias con intereses entonces bajos, del 8%.
Necesitábamos estimular la iniciativa privada para que se invirtiese en un lugar arriesgado. Para eso propiciamos beneficios fiscales, económicos y culturales para los empresarios que emprendieran esa aventura. Los créditos oficiales fueron concedidos por el Instituto para la Promoción Pública de la Vivienda (IPPV) y las Cajas de Ahorros, que daban créditos al 8% para amortizarlos en 14 años. Para que Salamanca se beneficiara de esas ayudas tenía que ser declarada Área de Rehabilitación Integrada y, a su vez, tener aprobado un Plan Especial para su Barrio Antiguo.
