Un ciudadano que tenía embargado el coche y no podía disponer del mismo debido a sus deudas con la administración, obvió esa prohibición y lo usó, con tan mala fortuna que fue parado en un control de alcoholemia de la Policía Local.
Al comprobar los datos del vehículo vieron que pesaba sobre él un precinto, por lo que fue retirado por la grúa para llevarlo al depósito del polígono El Montalvo.
El precinto del coche llega cuando, tras una anotación de embargo, continúa el proceso y la deuda no es saldada. Por orden de un juzgado, un representante del cuerpo de policía, con una orden judicial, lleva a cabo el precinto, que impide al propietario acceder al vehículo.
En este caso, la deuda del propietario del coche superaba los mil euros con el Organismo Autónomo de Gestión Económica y Recaudación, por el impago de impuestos o multas, que es lo que recauda este organismo y que había decretado el embargo de esta propiedad.