¿Cuánto cuesta ser enterrado en la Ciudad del Lazarillo del Tormes?
Cuenta la historia que el cementerio de Salamanca, consagrado a San Carlos Borromeo – también patrón de los banqueros- tuvo sus inicios en 1657 en la huerta de Villa Sandín. Este terreno fue vendido, expropiado y regalado varias veces entre particulares, el clero y el concejo de Salamanca.
Antes, los enterramientos se hacían en las huertas o las murallas, más tarde en las iglesias y cuando los huesos eran muchos, en «osarios» externos fuera de dichas iglesias, siendo el más famoso el de San Julián y Santa Basilisa. Los de los nobles permanecían en el interior a cambio de contribuir al mantenimiento del culto.
Y llegó la gran división en 1832 cuando se inauguró el «cementerio católico» y más tarde, separado por una pared, en 1880, el «cementerio civil».
Uno de los sucesos más sonados ocurrió en 1897 cuando el Obispo Cámara quiso excomulgar y expulsar de la Universidad a Pedro Dorado Montero, catedrático de la Universidad de Salamanca por defender ideas contrarias. Lo segundo no lo consiguió al ser defendido por el Rector Mamés Esperabé. Pero la venganza es un plato que se sirve frío y al morir el universitario, el obispo impidió que fuera enterrado en el cementerio católico y tuvo que hacerse en el cementerio «civil».
Otro hito famoso ocurrió en 1932 cuando el Ayuntamiento «nacionalizó» el cementerio para que allí pudieran ser enterrados todos los muertos con independencia de su religión y los conservadores de la ciudad y sus periódicos proclamaron a los cuatros vientos un gran ataque a la religión y la propiedad privada.
Avanzando los tiempos, otro obispo, en este caso el Obispo Mauro hizo derribar el «muro de la vergüenza» para dejar en paz a los muertos.
Y, en tierras de la picaresca, cuando corrían tiempos de especulación inmobiliaria, otro obispo, en este caso Braulio, unió su picardía a la del alcalde, y juntos concibieron parcelar el «cielo del cementerio» y venderlo por metros cuadrados bajo la premisa de que quien es propietario del suelo, también lo es del vuelo y lo vendieron a los constructores de la ciudad, y estos vía costes los trasladaron a los compradores de nuevas viviendas. Unos pocos pagaron al contado y la mayoría a través de sus hipotecas con sus intereses e impuestos correspondientes.
Y cuando todos creían que esos dineros servirían para encontrar la paz en el cementerio, una vez más se ponen de acuerdo los eclesiásticos y los dirigentes civiles para crear una sociedad limitada y «explotar» el mantenimiento del cementerio. Ni tasas ni impuestos, ahora facturas externas.
Y la pregunta del millón es: ¿Cuánto cuesta al final ser enterrado en Salamanca?
Eso si, en la fachada de la puerta principal del cementerio, que data de 1867 y fue diseñada por el gran arquitecto municipal Secall, se puede leer: «Memento homo, quía pulvis es et in pulverem reverteris», según San Google Bendito: «Recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo volverás»…y añadiríamos, pero el peaje antes tendrás que pagar.
Por. José Luis Salamanca.
1 comentario en «Historias del cementerio de Salamanca»
Muy interesante el artículo.
Cuantas cosas desconocemos de esta ciudad.
Gracias.
Una charra más.