“Si perdemos la tradición, perdemos nuestras referencias”

Mayalde lleva más de cuatro décadas apoyando y divulgando las tradiciones del mundo rural a través de la música
Eusebio Martín, miembro del grupo de música tradicional Mayalde

Eusebio Martín y Pilar Pérez llevan 43 años recopilando la tradición oral “que nunca se ha escrito” y divulgándola a través de Mayalde. Este grupo de música tradicional recibe el nombre de los dos pueblos de donde proceden ambos, él de La Maya y ella de Aldeatejada. Junto a sus hijos,Laura y Arturo, que se sumaron al proyecto hace ya dos décadas, llevan la cultura popular por toda España con el objetivo que de que no se pierda “la sabiduría de los viejos”. 

Eusebio, ¿qué es Mayalde?

Yo creo que Mayalde, fundamentalmente, es una familia. En las familias se han sujetado siempre, y lo seguirán haciendo, algunas cosas como valores, o aquello que decían siempre los viejos y que parecían bobadas. Y nuestra música la hacemos porque somos familia. Si no lo fuéramos, lo haríamos de otra manera.

Eso de que tus hijos se hayan enganchado en este oficio, que también es una parte de locura compartida, es importante para la supervivencia como Mayalde y como lo que tenemos entre manos, que es la música tradicional de nuestra tierra.

¿Y la tradición?

Por la propia experiencia vital: la obligación moral de contarle al siguiente lo que a ti te han contado e, incluso, intentar mejorar lo que tu recibiste.

La tradición no lo justifica todo. Hay tradiciones, como lo de tirar la cabra del campanario, que a mí me parece una bestialidad. Pero sí toda esa serie de valores y de sabiduría que se han ido acumulando. Siempre que hablamos de tradición, hablamos de tradición oral, que es lo que nosotros traemos entre manos. Esa cantidad ingente de conocimientos que no se han escrito, que se fueron transmitiendo sobre todo en el ambiente familiar, ligados a culturas campesinas y ganaderas y, sobre todo, al mundo rural. Pues es seguir el hilo, que es lo que nos ha mantenido vivos y progresando durante miles de años.

¿Cómo surgió el grupo?

La raíz está en el Seminario de Calatrava. Ahí empezamos cantando misas, se formó Tronco Seco con Paco Blanco, Miguel Miñambres, dos chicas de Aldeatejada -Pepi y Pilar-… y estuvimos 7 años, en los que grabamos un disco. Luego, Pilar y yo nos casamos y decidimos seguir con esta historia. Además, en la línea dura, por la que nadie apostaba nada, porque ya estaba otra forma de hacer o de tratar la tradición, endulzándola un poco con guitarras, laúdes, polifonía… Y Pilar y yo decidimos seguir en la línea dura.

Explíquese

Si nosotros habíamos escuchado una ‘loba parda’ con rabel en Fresno Alhándiga, o al tío Alfonso el ‘Perejil’ tocando los muñecos con la tabla, lo pusimos encima del escenario. Nos llamaron locos, anacrónicos, ‘dónde van estos con la bigornia de su abuelo’, ‘esto ya no se lleva’… Y después de 43 años resulta que cada vez se lleva más. Que la gente agradece enormemente saber de dónde viene, pero de verdad. Tienes experiencias todos los días después de los conciertos… Cada vez vienen más después del concierto a decirnos que ellos vienen de un caldero sin patatas cuando su padre tocaba por la noche. Eso, al final, hace que digas: ‘algo estamos haciendo bien’.

El grupo de música tradicional Mayalde

¿Qué buscan con su música?

Primero, el poder subir a un escenario a contarle al biznieto de alguien que no pudo escuchar a su bisabuelo esa parte de su historia que nunca se escribió y que, por muchos másteres que haga en la universidad, siempre le va a faltar. Y, de pronto, lo está escuchando a través de ti.

Segundo, cuando empezamos a recopilar canciones y a escuchar a los viejos, para nosotros dejaron de ser informantes al minuto uno. Se convirtieron en nuestros abuelos. Esta parte de herencia que nos dejaron es como si te dejan la viña de tu bisabuelo con parras de doscientos años. Hay que ser muy burro y tener muy poca sensibilidad para dejar que se pierda. Entonces, nosotros seguimos ‘cultivando’ la viña que nos dejaron. Es lo que le debemos a los viejos y, sobre todo, a su generosidad, porque nunca nos cobraron nada por cantarnos. Es más, nos invitaron a comer en su casa y luego soltaron todo lo que tenían. Que no era lastre, porque muchos en aquella época se avergonzaban de ser de pueblo, de cantar jotas y esas cosas… Pues no, nosotros lo que conocimos, lo tenían en la cabeza con orgullo, y nos lo contaron con orgullo sabiendo a quién se lo dejaban.

Eso es una satisfacción increíble. Además, cuando das algo por perdido y ves que cada día más jóvenes entre el público emocionándose… Es lo que ha hecho siempre la música. Al que se sube a un estrado lo convierte en sacerdote la feligresía, y ya tenemos mucha feligresía, y eso es una satisfacción enorme. Para nosotros es eso, aparte de nuestro modo de vida, y un poquito de locura compartida.

Hacen música con utensilios muy diversos, ponga algún ejemplo.

Tocamos cantidad de artilugios que escuchamos por ahí y que, cuando empezamos, ya se daban por perdidos. Un par de cucharas que se convertían en instrumentos cuando no había nada en el plato, o los muñecos encima de la tabla que nos enseñó tío Alfonso el ‘Perejil’, algo tan increíble como llevar la percusión a la máxima exquisitez. Pero también calderos, sartenes, una regadera convertida en dulzaina (eso es cosa nuestra), charrascos, la mesa de las panaderas, vasos, platos, palanganas, orinales, aceiteras… Hemos ido poniendo en valor multitud de historias y siguiendo un poco la pauta que nos dieron los viejos.

En esta tierra se le echó mucha imaginación a la música, pero porque eran pobres. Que no tenían dinero para comprarse un violín, hacían un rabel. Que no podían comprar una gaita y un tamboril, tocaban con una lata, una cayada y una gaita de hueso de ala de buitre. Tenemos una cantidad ingente de instrumentos o, sobre todo, utensilios convertidos en instrumentos.

El grupo Mayalde tocando una gaita hecha con una regadera

¿Cómo reacciona el público al verlos?

Cuanto te subes a un escenario, predican otra cosa, aparte de la imaginación que se le ha echado en esta tierra nuestra a la música tradicional porque no quedaba otro remedio. Esa sensación que le da al público de que, el que está ahí arriba con una sartén vieja y un caldero no va a sacar para adelante eso, y hay que echarle una mano como sea. (Risas)

Aparte, también supone una sensación de magia el que te subas a un escenario con algo que no es un instrumento. Porque si ves a alguien con una guitarra dices, ‘este es músico’. Pero si ves a alguien con la quijada de un caballo y unas cucharas, dices ‘¿qué van a hacer aquí?’. Si de eso sale música, es como sacar un conejo de una chistera, eso sigue siendo magia pura.

Pero también para uno mismo, la sensación de que, cuanto menos tienes en la mano, más tienes que poner tú. Y esa sensación es la leche. Si no estás cargado de conversaciones, de caras de abuelos, de arrugas, de pasión… no puedes sacar algo en un escenario si solo tienes dos cucharas. Hay que tener una carga sentimental y afectiva hacia todo esto bestial. De otra manera es imposible.

¿Dónde han aprendido todo eso?

De los mayores. Nuestros referentes siempre han sido la gente mayor que, en general, tuvo muchos hijos, poco para darles de comer y mucha imaginación.

Diga alguno

Tío Alfonso el ‘Perejil’, de Santibáñez de Béjar; Mariano, de Puente del Congosto; Herminio, de Fresno Alhándiga; Jamín y Camilo, de La Maya; José, de Espeja; Encarna, de La Cabeza de Framontanos; varios de Monleras… Hay muchísimos.

Eusebio Martín, del grupo Mayalde

¿Por qué hay que reivindicar la tradición y la cultura popular?

Entre otras cosas, por todo lo que está pasando de que volvemos para atrás con censura en el escenario a cantautores, artistas, etc. Si no reivindicamos la tradición y la cultura popular, la vida se va a reducir en comer, cagar, dormir y ver el Gran Hermano. Y eso ya lo hace mi caballo.

Si alguien que está esquilando ovejas todo el día y al final de la tarde convierte las tijeras de esquilar en un instrumento, es porque necesita demostrarse a sí mismo que es algo más que un perro o una oveja. Y si alguien se conforma con ser un perro o una oveja, ese es problema suyo, pero yo creo que deberíamos predicar otras cosas como seres humanos. Eso es lo que nos distingue de las vacas.

¿Se está perdiendo el orgullo hacia nuestras raíces?

No lo sé. Está volviendo gente a los pueblos que nos está sorprendiendo. En Salamanca nunca ha habido tantos tamborileros como hay ahora, por ejemplo. Los ritos se van perdiendo, pero, sobre todo, porque muchos iban ligados a la religión.

La tradición siempre ha estado perseguida. Se prohibieron los carnavales, se prohibió cantar en las tabernas… Cuanto más persiguen a la cultura, más tira, pero por propia inercia de lo prohibido. ‘Cómo que me lo prohíbes, si esto es mío, esta es mi seña de identidad como parte de esta tierra. ¿Cómo voy a renunciar a eso? Entonces, ¿qué soy?, ¿un ser perdido en la inmensidad del mundo?’ Eso es lo que quieren, que compres hamburguesas, bebas Coca-Cola y bailes reguetón. Pues algunos nos negamos y, además, lo predicamos.

¿Debería llevarse el folclore a las escuelas?

Sí, pero ese tren ya lo hemos perdido. Sobre todo, el de haber llevado a los abuelos cuando vivían para que les escucharan sus nietos y haber hecho un archivo en condiciones. Ese tren ya lo perdimos.

Yo creo que el folclore se debería llevar a las escuelas, pero como música, como música de juego. Esa definición que tienen los colegios franceses de la música que es ‘jouer’. ¿Qué son las panaderas?, un juego, pero una lección magistral de pedagogía musical. Y en esta tierra de eso tenemos mucho. Que vengan a La Maya profesores de música de la Universidad de Poitiers -que van a dar clases de música en las escuelas rurales francesas- a tomar recursos aquí, mientras que aquí no se le ocurre al encargado de turno que esto podía ser bonito también en nuestras escuelas…

¿Por qué no se hace?

Yo ya estoy cansado de decirlo por activa y por pasiva. Pero cuando te cansas de predicar y dejas de confiar en las instituciones, dices, ‘pues lo hago yo’. Hemos montado un teatrito y una escuela en La Maya donde van niños de colegios de vez en cuando, porque sus profesores lo consideran interesante, a enterarse de la magia que se ha hecho en su tierra con la música.

El grupo de música tradicional Mayalde

Mayalde siempre ha defendido al mundo rural, ¿cómo ve el futuro de los pueblos?

(Resopla) No lo sé… Hay que tener en cuenta que un tractor hace ahora mismo lo que antes hacían doscientos trabajadores. Entonces, lógicamente, esas personas ‘sobran’. También es verdad que antes se tenían 7 u 8 hijos y ahora se tienen 1 o 2. Se cerrarán pueblos, eso es indudable, pero esperemos que los que queden por lo menos conserven la espiritualidad, la identidad… Vamos a ver qué pasa, estamos en ese impasse.

‘España abandonada’ en lugar de ‘vaciada’…

Yo creo que sí, la España rural se vacía por el abandono. Indudablemente, los que se deben poner las pilas son los que nos gobiernan. Estas cosas de tratar de rentabilizar… No dejamos una oficina de la caja o del banco porque no es rentable, no ponemos un centro de Atención Primaria porque no es rentable, etc. Pero claro, es que en los pueblos, aunque sean cinco, pagan los mismos impuestos que los de la ciudad. Hay cosas que no hay que mirarlas por la rentabilidad, sino porque son un servicio público que nos debe el Estado a los ciudadanos que pagamos impuestos. Yo ya hago mi trabajo, en mi familia tenemos nuestro trabajo y hacemos lo que podemos, y predicamos desde el escenario. Pero hay veces en las que más cosas no puedes hacer, salvo que te metas en política. Pero con estas ideas vas a durar dos días.

¿Qué pasará con las tradiciones?

Si se vacían los pueblos, la tradición cambiará de contexto. Ahora mismo se está enseñando más pandero de Peñaparda en Madrid que en Peñaparda o que en Salamanca, por ejemplo. En toda España están flipando con la música de esta tierra, que no me extraña, pero esto está así y es así de bonito porque se conservó en frascos pequeños. Cuando vas metiendo las esencias en frascos más grandes, pierdes muchos olores y muchos matices. A lo mejor hacia ahí vamos, a que sea más de todo el mundo, a costa de perder esencias y matices.

¿Podrían llegar a perderse?

Bueno, vendrán otras. Si perdemos la tradición, perdemos la conexión con nuestro pasado. Y perder la conexión con el pasado es perder nuestras referencias. Eso de andar por las ramas, cuando viene el viento… corres el riesgo de que te lleve si no tienes raíces profundas.

Lo que está claro es que Mayalde sí tiene futuro…

Llevamos 43 años como Mayalde, nuestros hijos Laura y Arturo llevan unos 20 años incorporados con nosotros, y tenemos cuatro nietos ahí escarbando a la puerta para salir… (Risas). Por tanto, nuestros hijos son jóvenes y están ahí. Y Pilar y yo, aunque tenemos ya nuestros años, contamos con la fuerza vital que te da tener a estos dos que vienen detrás y a los cuatro nietos, que ya tienen metido en la cabeza que sean lo que sean en la vida, tienen que seguir cumpliendo con la tradición. Entonces, yo creo que esto sí tiene futuro.

2 comentarios en «“Si perdemos la tradición, perdemos nuestras referencias”»

  1. Sois la alegría de la huerta , del secano, del llano , de la montaña y de cualquier sitio que visitais. Manteneis vivo el recuerdo y la historia real de este pueblo auténtico y maravilloso, que no vende humo ni miente como bellaco politicastro en campaña torticera .Mil gracias por mostrarnos esa vida auténtica, cortada de raiz por la castrante educación de la iglesia y el estado franquista represor. Sois auténticos y os damos mil veces la sgracias. A por otros cuarenta .

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  2. Sois muchos los que os dedicáis a la investigación y difusión de la tradición de nuestra tierra, pero sois los únicos que me habéis traído los cuentos y canciones que escuché al calor de la lumbre de los ancianos, algunos pastores y «criados» (que así se decía en aquellos tiempos), y me habéis hecho revivir los momentos que viví a la luz de la otra lumbre, la de la fragua, los días lluviosos, hablando con los que se acercaban a reparar algo o a poner herraduras. Un abrazo. Seguiré con vosotros..

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