La fiesta de la castaña logró congregar en la Plaza del Oeste a decenas de personas que se pasaron un rato divertido, ameno y entrañable.
Y la Plaza del Oeste se transformó en un lugar habitado por casteñeros, trovadores, bailarines, calderas y jugadores de naipes, donde las camillas tomaron protagonismo, los braseros de cisco y las tertulias en la calle. Se recobró el sentido de barrio, muchas veces perdido por la vorágine de las prisas, los coches y el ajetreo cotidiano.
Los niños vieron como se asaban las castañas y los mayores recordaron su niñez. El estómago se calentó con caldos exquisita y lentamente preparados y las risas, la música y la conversación se adueñó de este rincón salmantino, que a fuerza de organizar encuentros ha logrado hacer barrio.
La fiesta de la castaña logró congregar en la Plaza del Oeste a decenas de personas que se pasaron un rato divertido, ameno y entrañable.
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