‘¿Quién va a decir que no le gusta Mozart?’. ‘Ha estado muy guay’. La pregunta y la respuesta pertenecen a una conversación escuchada que mantenían dos chicas jóvenes, rozarían los 20 años, cuando abandonaban el Caem. Acababan de escuchar El Réquiem, de Mozart a cargo de la Orquesta Clásica del Teatro Liceo y el Coro de Cámara de la Usal. Eran las 22.00 horas de un sábado y habían entrado a las 20.00 horas.
¡Qué dos horas nos hicieron pasar los músicos y los coristas salmantinos! Sí, salmantinos. Porque tanto la Orquesta Clásica del Teatro Liceo, como el Coro de Cámara de la Usal está formada por profesionales que o tienen los ‘ocho apellidos’ salmantinos o se han formado en la capital del Tormes o ofrecen sus conocimientos como docentes en los conservatorios.
Un disfrute desde que comenzaron a sonar las primera notas del motete Ave verum corpus, pequeña joya coral, así como con una de las fugas de El clave bien temperado, de Bach que Mozart transcribiera para cuerda y a las que antepuso unos preludios de su propia cosecha, testimonio de su interés por el contrapunto, que queda patente en su misa de difuntos, particularmente en la impresionante doble fuga del Kyrie.
Todo esto y alguna pincelada más contó Alfonso Sebastián, director de la Orquesta Clásica del Teatro Liceo, justo cuando iba a interpretar El Réquiem, de Mozart, que como adelantó iba a ser distinto al que cualquiera de los presentes tuviera en su playlist de Spotify.
La emoción se apoderó del auditorio. Quién más quién menos ha despedido a un ser querido y Mozart y los que completaron El Réquiem supieron plasmar ese dolor, angustia, temor, terror, soledad y miedo a lo desconocido, a saber cómo será la vida sin la persona a la que despides.
Soñemos… ¿Puede ser que sea tan hermosa esta partitura porque Mozart sabía que se moría? ¿Quién te dice que cuando escribía una nota pensaba más en él que en el encargo?
Al igual que suponemos que hizo el compositor austriaco -estaba en su lecho de muerte cuando escribió El Réquiem-, los músicos y los coristas lo dieron todo sobre el escenario del Caem. Se entabló una comunión perfecta entre el público y los profesionales. Tanto es así, que al acabar recibieron como presente más de cinco minutos de aplausos. Hubieran sido más, pero las luces del Caem se encendieron y rompieron la magia.
Aplaudimos la entrega de Alfonso Sebastián. El director arropó a todos sus músicos. Les prestó la atención, los animó, los guio… Conoce El Réquiem y lo disfrutó. E hizo que los presentes vibraran con él. Especial mimo les brindó a los integrantes del Coro de Cámara de la Usal. Al igual que a la soprano Cristina Teijeiro; al alto Marta Infante, al tenor Ariel Hernández y al bajo Jesús García. Todos ellos agradecieron la ovación.
El ensamble que realizaron los dos directores, Alfonso Sebastián y Bernardo García-Bernal, director del Coro de Cámara de la Usal, fue extraordinario. Es una pena que Salamanca no ofrezca este espectáculo más de continuo.
En una entrevista, Alfonso Sebastián me dijo que, en un mundo ideal, estaría bien que se unieran -Orquesta y Coro- en dos conciertos al año. Pidamos a los que organizan la programación cultural de Salamanca que nos gustaría vivir en ese mundo ideal.
Y en la rogativa, solicitaría que se incluyan seis conciertos de la Orquesta Clásica del Teatro Liceo. Sería ‘Marca Salamanca’. Eso traería prebendas.
Sin duda: Mozart estaría contento con lo vivido en el Caem de Salamanca.
*** Un ruego personal. Cuando diga adiós, que me despidan con algo de Lorca, el poema Letras, de Charo Ruano, y con el Hostias de El Réquiem de Mozart.
2 comentarios en «Mozart estaría contento»
Fue espectacular!
Me hubiera encantado estar allí,querido Alfonso.ENHORABUENA a todos y un abrazo fff para tí desde Zaragoza.