Como era de esperar, y a pesar de los cacheos y demás medidas para garantizar que no se bebiera en la Plaza Mayor y que el espacio no sufriera mucho con una fiesta diseñada para desparramar, el suelo dio fiel cuenta de lo ocurrido cuando los jóvenes se marcharon a los bares tras las campanadas.
Bolsas de las gominolas, vasos, latas y algunas litronas vacías poblaban el piso de la Plaza hasta que aparecieron los refuerzos del servicio de limpieza del Ayuntamiento para dejarlo de forma que pareciera que allí había estado de visita un crucero de jubilados nórdicos y no una manada hambrienta.
Mientras llegaba, se hizo la oscuridad en la Plaza, quizá para intentar tapar lo que no hay donde esconder al objetivo de las cámaras.
