¿Habéis leído mi “ocurrencia” de los esconjuraderos salmantinos? ¿Qué noo?
Pues leedlo, que esto que escribo ahora me lo inspiró la desaparecida campana de aquella ermita, la de Espino-Arcillo, en Tardáguila. Notaba que algo faltaba en el relato, además de la campana, de la que hace años hice el dibujo adjunto. Y de pronto, sin poder escuchar ya nunca su olvidado tañido, me llegó la luz.
¡Ahí os va!
La campana
Campana, mi campanita,
que en la mi ermita tú estás,
repica, repica alegre
en tu romería anual.
Que siempre un día es un día
para volverme a alegrar
con tu cántico risueño,
con tu alegría sin par.
Aquí, cuando yo era moza,
a mi marido encontré
que, como yo, quería oírte
y con él siempre quedé.
Hoy hasta aquí me han traído,
sola. ¡Ya no está él!
Y estaba todo muy cambiado
¿Por qué ha cambiado? ¿Por qué?
¿Dónde está mi campanita
que alegraba mi vivir?
¡Ya no está en el campanario!
¿Es que la querrían fundir?
Ermita, hoy te contemplo
triste y sola ¡Como yo!
Al verte tan arruinada
siento que todo acabó.
Mas pienso en el mozo garrido
que en el cielo está aguardando
impaciente mi llegada;
la campana repicando.
Porque allí está su sonido
con su toque angelical.
Con él nos enamoramos
por toda la eternidad.
Emiliano (20 abril 2014)
—
3 comentarios en «La campana»
Gracias Emiliano, por tu chispa , tu sabiduría y to empaque!
Espero con gusto tu contribución
Un abrazo
Muchas gracias David. Seguiré con mis «ocurrencias» mientras me siga brotando esa «chispa». Por algo soy CHISPERO. Pero esto, es otra historia… que os contaré, decuida.
Muchas gracias Emiliano por tu exposición sobre esta ermita de Tardaguila, yo soy de este pueblo y de niño fui muchas veces por San Andres. Seguro que el santo, la campana, la veleta la robaron los propios tardaguileños.
Un saludo