Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, que trata de ayudar a los fumadores a dejar el tabaco como jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (24º Post)
[dropcap]L[/dropcap]legué a la consulta como una colegiala, con mi cuaderno impoluto repleto de números, mis preguntas, mis deberes hechos. Estaba encantada, sobre todo porque durante dieciséis días no había fumado y no había sucumbido a la tentación de comprar un paquete de tabaco.
Amparo después de saludarme midió el monóxido de carbono de mis pulmones.Había descendido considerablemente. Aquello era un dato objetivo, había bajado de 22 a 5 partes por millón. La enfermera me felicitó. Yo note crecer mi ego. Después Amparo miró el cuaderno y me preguntó sobre el descenso de cuatros, le dije que estaba muy contenta. Por último, me invitó a subir a la báscula. ¡Llegó el temido momento de quitarme los zapatos y pesarme!
Todos los fumadores y especialmente las mujeres afrontan la ganancia de peso como un serio problema a la hora de dejar de fumar. Para muchos es un motivo de recaída, para otros es una disculpa para volver a fumar.
– Setenta y uno y medio. Has adelgazado medio kilo. ¡Enhorabuena!
No me lo podía creer. Estaba dejando de fumar y además adelgazando. Había seguido al pie de la letra las indicaciones de Miguel de retirar de mi vista todo lo que fuera picoteo, además me había impuesto un método: cada vez que sintiera ganas de fumar me prepararía una infusión.
Así, mientras cogía la bolsa, llenaba una taza con agua, la calentaba, ponía la bolsita en el agua hirviendo…, la sensación de querer fumar había desaparecido. Esa épica batalla de diez segundos o menos en la que Endriago te encuentra ocupada y no puedes prestarle atención.
Se lo conté a Miguel y a él le pareció muy bien. Solo insistió en un aspecto que yo no había cumplido. Tienes que hacer ejercicio –me dijo. Él sabe bien que hacer ejercicio no es fácil, que nos falta tiempo y nos sobran disculpas. No es necesario apuntarse a un gimnasio, camina a paso ligero veinte minutos al día y será suficiente –apostillo-.
– Miguel, tengo varias dudas anotadas en el cuaderno que me gustaría que meaclararas –dije como una empollona repipi-.
– Bien, pero vamos por partes. Lo primero es lo primero. ¿Cómo te encuentras?, veo que el mono ha ido disminuyendo, cada vez tienes menos cuatros en el cuaderno: Tienes anotados más doses y menos cuatros que los primeros días. Eso está muy bien, pero no hay que bajar la guardia ¿Has pensado en el tratamiento farmacológico?, ¿crees ahora que lo hubieras necesitado? -preguntó Miguel.
– Era una de las preguntas que quería hacerte. Si fumar es una enfermedad, como me comentaste en la consulta anterior, ¿Por qué el tratamiento no se financia por la Sanidad Pública? ¿Cuánto cuestan los tratamientos de las enfermedades provocadas por el tabaco? ¿No sería más preventivo subvencionar estos medicamentos que ayudan a dejar de fumar que los otros donde la patología ya está minando nuestro cuerpo, a modo de cáncer o insuficiencias respiratorias?
– Bueno, bueno, bueno. Vaya batería de preguntas. En muchas de ellas, desde mi punto de vista tienes razón. A mí me parece injusto que no se financie. Son tratamientos que han demostrado ser mucho más eficaces que otros de eficacia dudosa y que sin embargo si se financian.
Estaba atónita. Miguel lo debió de notar e hizo una pausa para que lo digiriera y prosiguió:
– No solo me parece injusto sino que atenta contra la equidad del sistema. Si piensas que la mayor parte de la población fumadora son precisamente personas de clases sociales más desfavorecidas que no se pueden financiar el tratamiento, pues te das cuenta que es doblemente injusto. Y si piensas que existen comunidades autónomas que lo financian total o parcialmente, como Navarra o La Rioja, pues es otro atentado contra la equidad. Hemos solicitado en numerosas ocasiones que se financien estos tratamientos, pero por ahora no parece que las administraciones sanitarias sean muy sensibles al tema. Y ahora, con la crisis económica mucho menos. Lo veo difícil por el momento.
– No me parece bien, pero no me has contestado a mi pregunta ¿Cuánto cuesta un tratamiento de cáncer, causado por el tabaco?
– Es difícil precisarlo, ya sabes que los tratamientos oncológicos son muy caros, pero existen otras enfermedades producidas por el tabaco en las que si se ha estimado. Por ejemplo, en un paciente con EPOC el coste que supone su asistencia clínica puede rondar los 2500 € al año y a lo largo de su vida a los 35.000 €. Otras enfermedades respiratorias y cardiacas tienen costes mucho más elevados, por ejemplo las enfermedades cardíacas producidas por el tabaco y los tratamiento oncológicos por los que preguntas son muchísimo más caros.
– ¡Es una barbaridad! Se lo podían replantear. Es cuestión solo de pensar en el medio plazo, ¿no es eso lo que deben hacer los políticos? Eso se llama planificación o eso creo.
– Sí, pero por ahora no parece que estén por la labor. Esto es lo que hay. El tema se ha debatido en el Congreso de los Diputados conjuntamente con la Ley Antitabaco y se ha hecho una recomendación al Ministerio de Sanidad y a las Comunidades Autónomas en ese sentido, pero yo creo que es sólo un brindis al sol.
1 comentario en «La vida sin tabaco es difícil»
Sigue, sigue, querida periodista… Es muy interesante.