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«Soy una mujer, no una niña»

Cincuenta y siete personas con discapacidad se forman y trabajan en Insolamis.

 

[dropcap]T[/dropcap]e han pagado? ¿Ya has cobrado? Era la pregunta más comentada la mañana que hicimos el reportaje. ¿El motivo? Era día de cobro para las 57 personas con discapacidad que trabajan y se educan en Insolamis.

Le preguntamos a María José Martín, trabajadora social del centro, qué significa para estas personas con discapacidad que tengan una remuneración económica por su trabajo. «Muchas cosas. Desde que sienten que contribuyen a la económica doméstica, hasta lo ahorran para sus vacaciones o para darse un capricho. Son becas estímulo del trabajo que realizan en el taller».

Dependiendo del control que tengan con el dinero, estas ‘pagas’ prelaborales se les dan a la semana o al mes.

Los talleres donde desempeñan sus trabajos están orientados a la papelería, ensombrados, coser libros, cuadernos, invitaciones de boda, cajitas para regalos de Primera Comunión o de bodas. También los hay vinculados a la madera y allí se realizan desde zapateros, marcos de fotos, hasta futbolines de madera. «Hay otros trabajos que los hacemos por encargo, por lo que le ‘fabrican’ al cliente lo que necesite», matiza María José Martín.

Asimismo, realizan inventario de material en el almacén y elaboran sus curriculum y cartas de presentación para poder acceder al mercado laboral. Queremos saber si es fácil que encuentren trabajo y para contestarnos, quién mejor que Carlos Calvo, de inserción laboral. «Al principio cuesta, pero una vez que los ven trabajar, las empresas están encantadas. Se van adaptando de manera progresiva al trabajo, al principio van dos horas y de ahí van aumentando. Ésta incorporación al trabajo se hace con apoyo del centro. La pena es que no haya más sitios».

Comunidad y habilidades sociales

Seguimos avanzando por el centro y llegamos a la cocina, un espacio donde las personas que están en Insolamis aprenden habilidades de la vida diaria, desde planchar, hasta ir al supermercado o cocinar recetas sencillas.

En la sala de Comunidad nos encontramos con Sara que nos dice que la actividad consiste en lo siguiente: «Aquí nos vamos poniendo al orden de como tenemos que cruzar en la calle o ir al súper».

Saliendo de esta estancia luminosa, escuchamos voces y abrimos una puerta. Allí, un grupo de unas doce personas aprenden Habilidades Sociales, desde mandar un WhatsApp hasta comprobar cómo acepta la sociedad la discapacidad.

¿Qué es lo que más os molesta? María contesta rápido: No me gusta que me digan niña o chica, soy una mujer, una persona.

María trabaja dos días a la semana, durante dos horas, en una peluquería del barrio. Está encantada con este trabajo, al igual que otras dos personas con discapacidad que llevan más de cuatro años en Decathlón.

La ruta por Insolamis concluye cuando María José Martín nos dice que estas personas son muy solidarias y grandes colegas. «La capacidad de acoger a un compañero nuevo es increíble». Damos fe de ello, porque nos hemos sentido como en casa.

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