[dropcap]M[/dropcap]uchas veces me han preguntado por qué no escribía mis memorias destacando mi paso por la alcaldía de Salamanca durante tres mandatos, doce largos años en los finales del siglo XX. Ahora me atrevo a comentar los hechos que a mi juicio fueron los más relevantes para que así consten para los interesados en el pasado.
Jesús Málaga
La plaza de la Constitución
[dropcap]M[/dropcap]eses después de la aprobación de la Carta Magna se acordó en el Consistorio cambiar el nombre de la plaza dedicada al caudillo por el de la Constitución. Una placa conmemorativa del acto se encuentra en la pared de la Torre del Aire. Me acompañó para descorrer la cortinilla que la cubría el segundo teniente de alcalde, Pepe Castro. A la mañana siguiente el mármol apareció hecho añicos y con una pintada en la que se insultaba a los que habían aprobado la carta magna, terminando con un “Málaga cacique”. La prensa se hizo eco del suceso, aclarando que a la persona a la que se refería la pintada era Jesús Málaga, alcalde de Salamanca.
Después del golpe de Tejero
[dropcap]L[/dropcap]os días posteriores nos devolvieron a una realidad más dura todavía. En los semanarios aparecieron revelaciones del intento de golpe de Estado que ponían los pelos de punta. Una de esas publicaciones de gran tirada anunciaba en primera página, para reclamo, que en su interior se daba información de las personas que los golpistas pensaban hacer desaparecer nada más triunfar el golpe. Compré le revista y palidecí.
El golpe de Estado en Salamanca
[dropcap]E[/dropcap]n días posteriores, la justificación dada por el gobernador militar para el transporte de tropas a altas horas de la madrugada fue la de que se estaban trasladando a los Montalvos para hacer maniobras. He preguntado muchas veces por este asunto a militares amigos y he sacado la siguiente conclusión: no eran horas para el traslado de tropas para realizar maniobras y que por lo tanto Engo realizó un movimiento a favor de los golpistas que luego intentó ocultar.
La noche del golpe de Estado
[dropcap]A[/dropcap]quella noche la pasamos escuchando la radio, llamando y recibiendo llamadas de teléfono. Una de esas llamadas me agradó sobremanera, y a ella voy a referirme por primera vez haciéndola pública. María Teresa Aubach, catedrática de Historia de la Universidad Pontificia de Salamanca, mantenía una gran amistad con nosotros.
La gestión de los primeros ayuntamientos democráticos
[dropcap]S[/dropcap]alamanca no era ajena a esa revolución de los municipios. Comenzó un nuevo tiempo: se asfaltaban las más de seiscientas calles que estaban en barro, se construían centros escolares para dar acogida a los niños que, a veces, tenían que dar clases en hangares de una fábrica, y los barrios altos de la ciudad comenzaron a recibir el agua con presión suficiente para que sus moradores no tuvieran que levantarse a las seis de la mañana para ducharse.
Peces Barba y Baldomero Lozano
[dropcap]L[/dropcap]a legislatura constituyente fue corta y las Cortes se disolvieron cuando el texto de la Carta Magna fue aprobado por una amplia mayoría de las cámaras. Había que dejar paso a la opinión de los españoles, que refrendamos el texto en diciembre de 1978.
Las lecciones de Marcelino Legido
[dropcap]P[/dropcap]ara terminar estas referencias a los mítines de los primeros años de la democracia quiero dar a conocer uno especial que tuvo lugar en el Cubo de Don Sancho. En este pueblo estaba de cura Marcelino Legido, el profesor de Filosofía del que he hablado con anterioridad. Marcelino fue un sacerdote de vocaciones tardías. Dejó la Universidad de Salamanca para ordenarse sacerdote. Vivió unos años en Pizarrales, en ese tiempo coincidimos con él cuando María José y yo estábamos implicados en una campaña de alfabetización.
Recomponiendo el partido
[dropcap]M[/dropcap]is relaciones con el partido socialista de Béjar han sido siempre muy buenas. María Mendoza y yo estuvimos en la refundación y guardamos amistad con Miñana, Cela, Lino y todas las viejas glorias de esa famosa agrupación. He realizado muchos actos con ellos. Recuerdo especialmente uno porque nos acompañó mi suegro, Antonio Gil, que perteneció a la última ejecutiva socialista republicana de Salamanca y se libró de la muerte de milagro.
Los emperadores del Japón en Salamanca
[dropcap type=»1″]L[/dropcap]os actuales emperadores de Japón visitaron por primera vez Salamanca cuando eran príncipes herederos.
