[dropcap]Q[/dropcap]ué bien nos llevábamos mi gusanito y yo! Había días en que se lo mostraba a mis amigos, que podían verlo como un puntito blanco en mi pupila. ¡Qué educadito era! Si molestaba en el centro de mi visión no tenía más que desviar mi mirada a la izquierda y se iba hacia el otro lado.
Pasó el tiempo. Vine a Salamanca, me casé y tuve mis hijos. Y un día del 70 observé que el mayor, Tito, tenía un problema ocular.
Por entonces, si los sufridos Profesores Adjuntos teníamos algún percance éramos inmediatamente ayudados por los demás. Formábamos una entrañabilísima hermandad, que luego –en el 73– nos llamaron «los del rodillazo». Y acudí a Emiliano Hernández Benito para que viese a Tito. Tenía un «ojo vago» que se solucionó fácilmente. Pero se me ocurrió decir lo de mi FILARIA. ¡Mi tocayo quedó inmediatamente como paralizado! ¡Dejó todo para verla! Tuve que volver al día siguiente para que dilatase mi pupila y contemplarla a sus anchas.
¡Sorpresa! Me dijo: –«¡A ver. A ver. Yo esto lo he visto antes!»
Buscando en su biblioteca encontró la foto de mi bichito en una publicación. ¡Era una de las que me hicieron años antes! ¡Sí. Era él. No cabía duda! ¡Y yo sin enterarme de su fama!
Entablé con mi tocayo una buena amistad. Me alegré de sus éxitos y del reconocimiento a su saber. Y le aconsejé sobre la Fuente de Fray Luis de León, que estaba en un terreno de su propiedad. Allí encontré una magnífica mandíbula de cocodrilo, de un Diplocynodon, que puede verse en la Sala de las Tortugas.
Pero me estoy desviando del tema. Al comienzo de los ochenta y pocos asistí a una agradable comida de Inauguración de Curso en el Colegio Mayor Fonseca. La tertulia continuó en la calle, en varios grupos. Y no sé cómo, saqué el tema de la FILARIA.
Inmediatamente, uno de aquellos tertuliano callejeros, médico, gritó a otro grupo: «¡Barahona, Barahona! ¡Ven corriendo, que ha aparecido el de la FILARIA! ¡Es Emiliano!»
Así contacté con José María Barahona, catedrático de Oftalmología y, a la sazón, Decano de Medicina. ¡El hombre gracias al cual volví a nacer, dándome la vista que nunca tuve! ¡El que me presentó a Maximiliano Escudero, el salvador de mi retina! Mostró el habitual interés en ver mi ojo, pero la verdad es que por entonces no le hice mucho caso («Ciego»).
Hacia el 83 comenzaron a desarrollarse en mis ojos unas cataratas miópicas. Primero veía doble, luego triple, y después séxtuple. Mi oftalmólogo de siempre, José Manuel Díaz Cortes, el que primero vio mi FILARIA me comentó que era lo mejor que me podía haber pasado, porque cuando me las pudiesen operar vería como nunca, sin necesidad de gafas ni lentillas.
Todo iba bien, año tras año, con ilusión de que llegase ese ansiado momento, cuando en el 86 me dijo que tenía un grave problema y que él no podía hacer nada por mí; que me pusiese en manos de un médico mejor que él. Mi retina estaba a punto de romperse.
Para los que no lo sepan les diré que el ojo de un miope no es esférico sino alargado. En el caso de una miopía magna, como la mía, era y es como un balón de rugby. ¡Mira qué casualidad! Pues bien, mi retina estaba muy deteriorada en su ecuador, como un tejido viejo muy sobado y lleno de agujeros.
Seguí el consejo de José Manuel y me puse en contacto con la doctora Roldán, Catedrática de Retinología de la Complutense. ¡Un día entero la tuve pendiente de mis ojos. Por supuesto le dije lo de mi FILARIA y se aplicó a su observación con gran interés y múltiples aparatos de novísima generación, el «último grito» en tecnología.
¡Y llegó a la conclusión de que mi FILARIA no era un gusanito, sino un repliegue del vítreo!
DIÁLOGO PÓSTUMO CON GUSI
– Gusano, gusanito, ¿dónde estás, que hoy no luciste?
– ¡Aquí, aquí. En el mismísimo limbo, de donde nunca salí!
– ¿Y por qué fuiste visible, si nunca jamás naciste?
– ¡Para hacerte presumir, querido, para hacerte presumir!
11 comentarios en «Gusano, gusanito, ¿dónde estás, que hoy no te he visto?»
Querido Emiliano,
Nos dejas otra vez en suspense. ¿Será posible que después de tantas vueltas el gusanito no exista?
No me lo puedo creer. Habrá que esperar a las entregas sucesivas de esta serie para tener un panorama completo de la historia. Entretanto y como de costumbre van saliendo derivaciones que vas a tener que explicarnos en otra ocasión. A ver ¿qué ha sido de esa fuente de Fray Luis de León? ¿ Y el Diplocynodon?
Un abrazo y ánimo que parece que hay tarea para rato…
Hasta pronto,
Emilio
Los prodigios de la técnica hicieron que mi gusanito se desvaneciese como la niebla. Pero ahí quedó, impreso en la bibliografía antigua. ¡En Ciencia hay muchos casos así! Sin ir más lejos, muchos nombres zoológicos, botánicos o paleontológicos que cae con el tiempo en sinonimia. ¡Pero ahí quedan!
Un abrazo
En ascuas nos tenías con el gusanito…ahora repliegue del vítreo (algo más prosaico pero quizá menos dañino para tu ojo…)
Un fuerte abrazo y gracias por mantener nuestra curiosidad alerta
Me siento muy orgulloso de que me prestéis tanta atención. Me anima a seguir…
Un abrazo
Querido Emiliano,que paso con el gusano? Al final nos deja con la duda otra vez,era un gusano o no?asi no puede dejarnos,bueno pues ya lo sabremos.Un saludo
No. No era un gusano. Pero hasta el 88 no se supo. Y sus fotos figuran en la bibliografía. Es que los aparatos ópticos de antes no son como los de ahora.
Un abrazo
¡Qué intriga!…,y además qué forma de narrarnos tus historias (reales),te felicito por esa forma de mantenernos atentos!.Eres genial…Gracias profe,un abrazo.Azucena..
Muchas gracias, Azucena. ¡Cuando os lo digo de palabra no me sale tan bien! Pero en ambos casos me sale del alma. ¡Me gusta escribiros!
Un abrazo
Querido Emiliano:
No me puedo creer que la historia de tu Filaria se acabe aquí. Yo estaba plenamente convencido de que habías tenido un gusanillo en el ojo porque eso te habían dicho a diestro y siniestro y, sobre todo, porque me lo habías contado con un realismo tal que me habías convencido hasta tal punto que ya no sé si me habrías contado alguna vez el final de la historia y, de haberlo hecho habría dominado la otra parte. Como te digo, no me creo que la historia termine así, pero es que si así fuera, entonces tienes material estupendo para analizar.
De alguna manera nos encontraríamos ante el negativo de la situación con las huellas en los coprolitos. Aquí numerosos profesionales habrían visto algo que no existe, mientras que en el otro caso, da la impresión de que es al revés, o sea que muchos profesionales se niegan a ver algo que existe. Ya te digo que esto me recuerda a esa película Blow up en la que un fotógrafo, ampliando sus negativos encuentra la imagen que da la pista para resolver un crimen, pero te deja con la duda de si realmente el hombre vió algo en sus negativos o se lo imaginó todo. Dicho de otro modo la disyuntiva es si lo importante es lo visto o es lo imaginado, o si acaso todo lo que determinamos como visto, no pertenecería más bien al terreno de lo figurado y a veces, viceversa.
Muchas gracias por el relato, ahora en su versión escrita. Ya te digo que lo que he leido es algo distinto de lo que te había escuchado y puede que me hayas contado lo mismo.
Un abrazo afectuoso y una docena de aplausos,
Hasta pronto,
Emilio
Lo escrito es lo ocurrido. Lo de mis ojos continuó, pero ya sin el gusanito. Probablemente en tu recuerdo de lo que conté esté esa continuación aún no escrita. ¡Voy a tener que plasmarla, dado que no eres tú el único que me lo sugiere!
Un abrazo
Querido Emiliano,
A mi entender el asunto este tuyo de la Filaria tiene ciertas connotaciones épicas, míticas que merecen ser analizadas.
Los doctores habrían estado (estaban en realidad) encantados de haber vencido al mal que se habría rendido aquí a sus pies en la forma de este gusanito. Los gusanos representan ese lado incógnito, remoto y perverso que la ciencia está obligada a vencer.
Por eso los gusanos se mencionan en el último párrafo de El Origen de las Especies, que es una obra mítica, épica, y a esas alturas ya tiene el tono de un sermón.
Ya hablaremos más sobre esta historia de los gusanos, materialización del enemigo a vencer por la ciencia, también manifestada en el caso de la generación espontánea, uno de los principales logros de Pasteur y triunfo indiscutible de la ciencia del XIX. La ciencia tiene un componente épico, mítico, que en algunos casos viene a ocupar la totalidad de una obra, como por ejemplo El Origen de las Especies.
Un abrazo y por favor continúa con la serie del gusanito que, lo que digas, real o imaginado, será de mucho provecho.
Un fuerte abrazo en esta mañana de niebla y hasta pronto,
Emilio