!["La Casa de Tócame Roque" por Manuel García y García "Hispaleto" (1886).](https://lacronicadesalamanca.com/wp-content/uploads/2015/12/1-300x247.jpg)
En el 49 mis padres me cambiaron de colegio, desde el parvulario «Inmaculado Corazón de María», en la madrileña calle de La Libertad, a la Academia Lux, que estaba en la esquina de la del Barquillo con Belén. Me acompañó mi inseparable Felipe Morell. Las razones de por qué fuimos allí no las sé, pero marcaron mi vida pues gracias a esta circunstancia conviví con mis amigos para toda la vida: Luke González, Luis Sierra, Jesús Robles, José María Perea y tantos otros con los que volvería a encontrarme muchos años después.
Por si no lo sabíais en torno a la Real calle del Barquillo se originó un foco de resistencia el 2 de Mayo, al mando del teniente Ruiz. Eran los CHISPEROS de Madrid. Son mis paisanos. (ver «Mi chispa»)
Aquellos alumnos de la Academia Lux, que formaban la Escolanía de San José, la iglesia donde fui bautizado, se constituyeron , con el tiempo, en mis queridos CHISPEROS DE SAN JOSÉ, de los que –¡ay!– vamos quedando pocos.
Por entonces vivíamos la edad de oro de la Radio, con aquellos maravillosos locutores: José Luis Péquer, Ángel Soler, Guillermo de Echenique, Matilde Conesa, Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso, el gran Boby Deglané. Estaban de moda los seriales radiofónicos y uno de ellos me impactó profundamente: «La Casa de Tócame Roque».
Así supimos que aquella Casa era vecina inmediata de nuestro querido colegio. ¡Qué sueños de aventuras tuvimos! Nos imaginábamos sus innumerables recovecos, sus galerías laberínticas, sus habitaciones tapiadas con tesoros incaicos ocultos, sus intrigas, sus amoríos, sus trapicheos…
Porque en aquella Casa, caserón enorme del siglo XVIII con más de 70 viviendas, se habían producido tantas modificaciones desde su construcción, que era refugio para ocultar fechorías, malandrines y gentes de mal vivir. La Autoridad –los famosos «corchetes»– se perdía en aquellos intrincados pasillos y habitáculos interconectados. Se dice que los franceses del avieso Murat tampoco se atrevieron a entrar. Fue el origen de numerosas leyendas madrileñas e inspiración de varios literatos. El caserón se demolió a mediados del XIX y se hizo el edificio tal y como lo vemos hoy, aunque muy modernizado respecto al que yo viví.
El serial que mis amigos y yo escuchábamos absortos día tras día estaba basada –entonces no lo sabía– en una novela de capa y espada, de aquellas que fueron tan populares después del Romanticismo, del prolífico Ramón Ortega y Frías. Volvieron a ponerse de moda y reeditarse casi un siglo después. Un recuerdo muy fuerte para mi, inolvidable, es que la música que acompañaba las escenas radiofónicas era –lo supe mucho más tarde– del «Concierto de Aranjuez» del gran Maestro Rodrigo. Siempre que lo oigo revivo dentro de mi cabeza la Casa de Tócame Roque, como yo me la imaginaba entonces.
Hace tres años encontré la novela y la leí. Sufrí una pequeña decepción, pero la deseché porque prefiero conservar aquel gratísimo recuerdo de mi niñez imborrable.
Pero… ¿por qué titulo esta mi ocurrencia de hoy con el «Mi»? ¿Es porque conservó aquellas vivencias infantiles? No.
Veréis… Mis suegros tenían un piso muy pequeño en el Madrid de los Austrias, muy cercano a la Plaza Mayor y a la Cava Baja, hoy tan estropeada por tantos chiringuitos, muy bien presentados, sí, pero que han hecho perder el encanto antiguo de mi Madrid, por donde daba gusto pasear por la noche a la luz de aquellos faroles de gas. Y si querías beber un chato de vino con alguna tapa, estaban aquellas entrañables tabernas típicas de los alrededores del Rastro, donde aún se veían y oían algunos tipos castizos… ¡Qué tiempos aquellos, que no volverán!
La casa de mis suegros, mi casa, es interior, con balcón corredizo al patio –como en la «Corrala»– comedor, tres habitaciones y un cuarto trastero (¡No. No quiero venderla!). El aseo debió ser común para todo el piso hasta los años 30, como ocurría con muchos edificios del Madrid antiguo.
El cuarto trastero, muy pequeño, está en un nivel más bajo que el resto de la vivienda; hay que descender un escalón. Es, sin duda, reliquia de otra vivienda que algún constructor del XIX adosó a la actual. Tiene un ventanuco que da la escalera.
Pues bien, un día miré al techo de este trastero y vi que estaba mucho más bajo que el resto de la casa. ¡Más de medio metro!
¿Habría un doble techo en esta habitación? ¿Ocultaría un tesoro del Virreinato peruano, como aquel legendario de la Casa de Tócame Roque?
Se lo comenté a una tía de mi mujer, que nos visitaba a menudo, y al domingo siguiente se presentó con una piqueta con la intención de hacer un agujero en el techo y meter la mano.
Menos mal que se me ocurrió decir: «¡Calma. A ver si lo que encontramos son unos restos humanos!»
Antes de hacer nada, subí al piso de arriba, diciendo que había una humedad en mi trastero. Suponía que el del tercero sería igual que el mío y que habría que bajar un escalón.
¡Pues no! ¡HABÍA QUE BAJAR DOS! La antigua casa aledaña, que luego fue parcialmente adosada, tenía los techos de todos los pisos mucho más bajos que la nuestra, que se debió construir después. ¿Por qué digo esto? Por el ventanuco, que primitivamente debía de dar a algún patio. Para entrar en el trastero del actual primer piso no había que bajar ningún escalón. En el segundo, uno. En el tercero, dos. No había trastero en el cuarto. ¡NI DOBLE TECHO EN EL SEGUNDO. EL MÍO!.
¡Adiós, mi tesoro inca! ¡Adiós, MI Casa de Tócame Roque!
6 comentarios en «Mi Casa de Tócame Roque»
Gracias de nuevo Emiliano por tus agudos y entretenidos relatos que nos tienen en «vilo». Un fuerte abrazo
Me alegra mucho saber, cada semana, que estoas historias mías te gustan tanto. ¡Es un fuerte estímulo para continuarlas!
Un fuerte abrazo, David
¡Que bueno Emiliano! Es fantástico que nos pongas en comunicación con el siglo XIX y con tus vivencias infantiles y de recién casado. Qué casas y qué vidas, así te forjaste. Charo
Me impresiona el relato de lo que has vivido con tus ojos. Cierto que las crisis no nos pueden hundir, sino salir de ellas reforzados. Gracias por tu testimonio diario. Charo
Muchas gracias, Charo, por tu impresión sobre mis relatos. Has captado muy bien que quiero dejar un mensaje, pero oculto… que es como de verdad penetran en uno.
Un abrazo muy fuerte
Querido Emiliano,
No irás a acabar aquí este relato ¿Verdad? Apura la ocasión y dinos lo que había oculto en el doble techo de ese trastero: ¿El sable de Murat? ¿Las partituras originales del Concierto de Aranjuez? Cuenta, cuenta…Busca que seguro que encontrarás algo bien interesante. Si el trastero está limpio y no hay nada, entonces habrás de volver a la Casa de Tócame Roque y contarnos alguna aventura entre sus corredores. No puedes dejar estos dos filones sin mayor explotación
Pues sí. Podría continuarlo con otras vivencias personales que me ocurrieron en Tapia de Casariego, cuando derribaron una casa, o con la que tenían mis abuelos maternos en Casavieja (Ávila), o con la torre de San Julián, en Salamanca, o en el derribo de un edificio en la calle Campoamor, también en Salamanca…. Me has dado pie para hacerlo y… algún día de estos me pondré a ello.
Un abrazo