«Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue de esta manera: mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río»
(de «El Lazarillo del Tormes, Tratado I)
«Se me ocurre pensar, a la vista de este comienzo de la inmortal obra de la Picaresca Española que, puesto que el Lazarillo era «hijo del río» y de tal su apellido, bien pudiera haber heredado de él toda aquella sabiduría en el arte de enredos y artimañas. Efectivamente, como en este artículo venimos a exponer, un pícaro río, corredor hacia el Oeste, viene a robarle las aguas y el nombre a otro, corredor hacia el Norte, que queda abandonado. Con tal maña supo hacerlo que hoy el Tormes es el río por excelencia de la tierra salmantina.»
(E. Jiménez, 1987. Una captura…)
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Esto último lo escribí en 1971, aunque se publicó en 1987 en la revista Salamanca, de la Diputación Provincial.
Y es que el Tormes es un río notabilísimo por el codo que describe en Huerta, 15 km antes de llegar a Salamanca, aparte –claro está– de su historia relacionada con el Hombre. Sonadísima fue la riada que protagonizó en enero de 1626, conocida como la de «San Policarpo», la más grande de las numerosas que tuvo, que se llevó medio puente del construido por Roma.
La industria lítica de sus terrazas cuaternarias ha sido muy estudiada. Puede apreciarse en los Museos Provincial y en el del Padre Belda, cercano a Alba de Tormes.
Pero dejemos la Historia y la Prehistoria del río para ir más allá, a su Paleohistoria, que deduje estudiando el codo de Huerta. Es fácil, para un profesor de Geodinámica Externa –lo fui durante tres años–, imaginar lo que pasó. Lo difícil fue demostrarlo, dado que las pruebas mediante el estudio de las terrazas cuaternarias daban resultados negativos. Seguramente, la supuesta captura fue pensada también por los grandes geólogos Eduardo Hernández-Pacheco y su hijo Francisco, pero no escribieron nada sobre ello, puede que por la misma razón. Lo resolví con un análisis geomorfológico del relieve. Pero no temáis, que no voy a aburriros explicándolo aquí. Sólo voy a relataros lo que ocurrió y cuando.
En primer lugar tenéis que situaros en el mismo territorio actual, pero en el límite temporal entre el Plioceno superior y el Pleistoceno inferior, cuando todo el relieve de hoy estaba cubierto por más de 120 m de sedimentos. ¿Cuándo fue eso? Pongamos un millón de años, puede que algo más. Para simplificar usaré la toponimia de las poblaciones y lugares en el presente, pero no olvidemos que sobre ellos se acumulaba entonces una enorme masa de rocas sedimentarias.
Por la parte más oriental de Alba de Tormes circulaba, casi rectilíneo, un río en dirección norte-nordeste o nordeste, hasta Villoria. ¿Por qué supongo que iba por allí? Porque aprovecharía el trazado de una gigantesca falla presente entre esas dos villas. Al llegar al lugar bajo el cual estuvo la famosa «Venta de Mollorido» –otro nombre ilustre en la Picaresca, cuna del cervantino Cortadillo– cambiaba su rumbo, que pasa a ser noroeste, a favor de la facilidad que le daba otra fractura tectónica. Llamaremos a este río el Paleotormes, colector de las aguas del relieve sureño.
Como a un km al sur de Salamanca marchaba, hacia el oeste u oeste-noroeste, otro río que también aprovechaba una fractura, cuyos flujos nacerían, pongamos que algo al sur de Encinas de Arriba. Sus fuentes irían remontando cada vez más hacia el este. Hasta que en un momento situado en el límite temporal entre el Terciario y el Cuaternario robarían las aguas del Paleotormes, que por delante del codo de captura quedaría abandonado.
Dicho punto no estaría en Huerta, sino más hacia el sudeste –al menos a 10 km– y, en virtud de la erosión lateral en el meandro, se desplazaría durante todo el Cuaternario hasta su lugar actual– rebajando en ese tiempo de 100 a 130 m de sedimentos–, formando un amplio anfiteatro. Esa es la historia geológica del Tormes, pícaro ladrón de aguas.
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«Pero es posible que en el pecado, el pecador tenga su penitencia. Al Sur de Guijuelo, a cuatro km, la distancia entre el Tormes y el arroyo Sangusín, afluente del Alagón, es hoy muy pequeña y dado que este río tiene un nivel de base más bajo, no sería raro que en el futuro una nueva captura modifique toda la red hidrográfica de la actual provincia de Salamanca, acaparando entonces el río Tajo todas las aguas que naciesen en ambas estribaciones de la Sierra de Gredos.,»
(E. Jiménez, 1987. Una captura…)
7 comentarios en «El pícaro río»
Interesante lección del pasado. Todo muda, aunque se requiera mucho tiempo. Gracias Emiliano!
Me pregunto cuánto tiempo nos tomará a los humanos mudar la estulticia en sabiduría, la atenta y baja mirada al ombligo en generoso desplazamiento hacia los demás que padecen o no conocen la ternura y la bondad
¡Ay, David, qué verdad dices! ¡TODO MUDA! Parece como si los episodios físicos fuesen inmutables ¡Pues no! ¡No lo son!. Alguien me ha escrito sobre los cambios que ocurren en la frontera portuguesa. ¡Pues son cambios normales, que se producen por la dinámica fluvial. Sobre esto hay un escritor portentoso: MARK TWAIN, en su obra «La vida en el Missisippi». Allí cuenta como un puerto fluvial, debido a una crecida, se aleja más de un km tierra adentro, arruinando la vida del pueblecito.
En fin, así es la vida…
Un abrazo
Interesante lección sobre el río,me ha documentado .Siempre tus clases merecen ser escuchadas .Sigue sorprendiéndonos cada semana ,¿qué fráguas para la próxima?..Yo espero impaciente.Un abrazo.
Pues si te digo la verdad, aún no lo sé. Pero no te preocupes, que esta noche se me ocurrirá algo…
Un abrazo
Me ha resultado sumamente interesante este estudio; además de por tu análisis porque la zona está muy cerca de Matacán. ¿Alguna criatura surcaría los aires en el pleistoceno…? Sería un singular antepasado de la aviación, jaja
¡Un abrazo y que sigas deleitándonos con tu sabiduría!
El lugar que hoy ocupa Matacán fue el escenario, a lo largo de los últimos 100.000 años, del continuo movimiento del cauce del río conforme se iba desplazando hacia el norte, hasta la posición que hoy ocupa, dejando sedimentos en su orilla izquierda mientras erosionaba la derecha. Allí cazaron nuestros antepasados la fauna cambiante con las variaciones climáticas.
No hay constancia de la avifauna de aquellas épocas, difícil de cazar por aquella pobre pero inteligente humanidad. Tampoco se conocen restos de huevos. Pero que existieron ¡no cabe duda!
De modo que podemos imaginar –pero sólo eso–los ámbitos celestes de Matacán poblados de aves desconocidas, que vivían tranquilas sin nadie que las inquietase.
¡Qué tiempos aquellos! ¡Cómo nos gustaría verlos a través de una ventana del tiempo! ¡Pues hagámoslo, que para eso tenemos nuestra poderosa mente, heredera de la de aquellos ancestros nuestros!
Un abrazo muy fuerte y ¡ahí tienes un motivo para tus estupendas poesías!