Opinión

Cuando miro tus ojos de papel

La mesa con los retratos de la familia.

Nos muestras a contraluz tu rostro enmarcado, perdido entre nosotros sobre la larga mesa de encuentros familiares, callada para siempre, como tú, callado desde el día que nos presentaron. Con tus ojos de papel viste cómo nacimos, cómo crecimos y cómo se fueron quienes ya no observan tu mirada de papel. Hoy sigues mirándonos impasible a tu hija y a mí.

Marzo de 1932, es la fecha de la boda de mi abuela María y mi abuelo Eulogio. Tres años antes falleció la madre de mi abuela, la bisabuela Mercedes. Para no romper el periodo de luto, decidieron organizar una boda discreta. La novia asistió con un abrigo negro que solo se quitó para el acto sacramental.

Encontré en casa la invitación al lunch nupcial impresa hace casi cien años, una invitación a merendar en el desaparecido Gran Hotel de Salamanca. No procedía organizar un gran banquete, en aquella sociedad la imagen era algo primordial, había que evitar el qué dirán por no guardar la ausencia de mi bisabuela. Creo que el luto correcto se estimaba en cinco años.

Recién casados decidieron trasladarse a vivir a Toledo capital. Allí compraron una farmacia. Mi abuelo, natural de Cáceres, era farmacéutico, y pensaron que sería una buena oportunidad para empezar un nuevo proyecto de vida. A los cuatro años, un trece de marzo de 1936, nació mi madre, previamente un embarazo malogrado les negó el primogénito.

El veinticinco de agosto de 1936, fue fusilado mi abuelo Eulogio en Toledo. La sinrazón y la Guerra Civil española derramaron sangre inocente en una y otra orilla. Apenas tuvo tiempo mi abuela María de recoger algunos recuerdos de su casa, y con su hija de seis meses embarcó en un tren camino de Salamanca, donde la esperaban sus hermanas. Otra historia más, otro destino inesperado.

Recuerdo algún objeto que acompañó la vida de mi abuela María, como la cabeza de un niño Jesús de Praga enfundada con un plástico cosido a mano. Nos contó que la recogió del suelo de su casa arrasada en Toledo antes de partir a Salamanca. Pero entre todos los objetos que pudo traer, los que dan testimonio de la imagen del abuelo, como siempre, son las fotografías.

En concreto, tenemos enmarcado un pequeño retrato de él que en estos años nos ha acompañado de casa en casa. Esta fotografía es una reproducción de 1956 sacada del original, que supongo estaría en mal estado. La conservación de esta imagen, obviamente de revelado químico, es casi perfecta, como otras fotografías familiares de la época, testimonio de quienes no conocimos.

No tengo historias que contar contigo, aquí se ha habló poco de tus días, pero quiero que sepas que a veces nos imaginó, cuando miro tus ojos de papel.

8 comentarios en «Cuando miro tus ojos de papel»

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