[dropcap]L[/dropcap]a crisis actual no es la última. Llegará otra más dura aún. Es el vaticinio de Juan Pina, presidente del Partido Libertario español o P-Lib, que opina que la socialdemocracia europea está dando sus últimos coletazos y nos encaminados hacia una sociedad más desregulada, a un nuevo sistema. Apoya su argumento en la insostenibilidad económica de la socialdemocracia y del dinero fiduciario, del dinero creado de la nada por los bancos centrales y, por otro lado, por la revolución de las telecomunicaciones, que acabarán imponiendo las ideas de la libertad en el largo plazo. Es lo que preconiza el partido libertario de EE UU, el tercer partido del país, y que trata de hacerse un hueco en España.
PREGUNTA – Juan Pina estuvo esta semana en Salamanca para hablar de nacionalismo.
RESPUESTA – Sobre el nacionalismo como ideología que los libertarios rechazamos, porque es una de las ideologías más colectivistas que existen. Es una sublimación del colectivismo, es el colectivismo 2.0. Rechazamos los nacionalismos postulantes, los nacionalismos periféricos que buscan la constitución de nuevos estados mediante su separación de los que existen, pero rechazamos también los nacionalismos centrípetos unionistas el de los estados ya consolidados. Rechazamos los nacionalismos y pretendemos conseguir que avance el individualismo político, el liberalismo clásico, el liberalismo evolucionado que nosotros representamos.
El nacionalismo es una de las dos grandes excusas del Estado para crecer, multiplicarse, proliferar, y todo ello en detrimento de la libertad individual y con un coste muy alto para los ciudadanos.
La otra gran excusa es la desigualdad, la pobreza, etc. El Estado siempre usa una de esas dos excusas, el sentimiento nacional o el sentimiento de desigualdad para combatir la pobreza como excusas para crecer más y prestar más servicios, contratar más gente y, al final, costar más dinero al ciudadano medio que es el que paga con sus impuestos.
P.- ¿Abogan por un país sin estado, sin su maquinaria?
R.- Nosotros decimos que queremos revertir la proliferación actual del Estado y después revertirla y empezar a bajar. Pensamos que con menos Estado viviríamos mejor. Abogamos, en último extremo, por llegar al minarquismo, es decir, a un Estado mínimo que cueste muy poquito dinero a los contribuyentes y casi todos los servicios que presta el Estado estén en manos de la sociedad civil organizada en organizaciones de todo tipo, lucrativas o no. Lo que creemos es que eso es viable y que los países más ricos y prósperos y con mayor índice de desarrollo humano y de libertad económica y libertad moral son siempre países en los que hay menos Estado.
Las alternativas de sistema que hay ahora, como Podemos en España y Siryza en Grecia, esas alternativas al sistema socialdemócrata de Europa occidental que defienden todos los partidos mayoritarios europeos, independientemente de cómo se llamen, son todavía de más Estado. Partidos como Podemos, Siryza o el Frente Nacional en Francia son partidos más estatalistas aún que los partidos convencionales del sistema.
Nosotros somos la única alternativa de sistema que no pide más Estado, sino menos. Devolverle a la gente la toma de sus decisiones, no quitarle el dinero que tiene en los bolsillos y dejarle que sean ellos mismos los que decidan sobre su vida, compras, servicios y bienes que quieren tener, ¿no?
P.- No sé. El Estado tiende a distribuir la riqueza, a reducir injusticias.
R.- Nosotros pensamos que no, y creemos que la experiencia nos da la razón en ese sentido, porque cuando hay menos Estado generalmente en el largo plazo se produce una igualación de los niveles de renta. En los países más desarrollados con menos impuestos, donde los servicios se han devuelto a la sociedad civil y los gestionan cooperativas, Pymes o empresas o aseguradoras que cubren los servicios, normalmente hay menos corrupción, porque la corrupción se deriva siempre de decisiones estatales, de oligopolios, cárteles regulatorios, de abusos de poder, de políticos que toman decisiones en nombre de la gente en lugar de dejar que cada un tome las suyas. Pero al final acaba habiendo menos inequidad, porque lo que sucede es que en esos países el mercado siempre tiende a igualar.
Si hay real competencia en un servicio, en un producto, normalmente los precios tienden a uniformizarse y a bajar, porque si no la gente no puede comprarlos, con lo cual lo que vemos donde hay mucho Estado son unos costes abusivos, por ejemplo, en la educación universitaria, el coste real de una plaza en España es de los más altos de Europa, aunque luego en realidad el precio de la matrícula para el alumno sea más bajo, porque se subvenciona.
Las ineficiencias del sistema público son enormes y se produce despilfarro, situaciones de corrupción y al final no hay un redistribución de los ricos a los pobres, sino una redistribución de los grupos no organizados, de la sociedad en su conjunto hacia aquellos que tienen más capacidad de gritar, paralizar, bloquear calles y exigir y hacer lobby.
Por eso el Gobierno del PP de estos últimos cuatro años ha sido un gobierno para los lobbies, ha gobernado claramente para los lobbies, para las energéticas prohibiendo, por ejemplo, la generación de electricidad en las casas; para los hoteleros prohibiendo o dificultando el alquiler del piso de la playa en verano, y en todo lo demás.
Un sistema de gran Estado siempre va a ser presa de los lobbies y pensamos que para evitar eso hay que reducir el Estado a su mínima expresión, que controle las cuatro o cinco cosas que no queda más remedio en esta etapa de la evolución humana. Algún día se podrá hablar de prescindir de ello, pero hoy que controle la seguridad, el orden público, la administración de justicia y la defensa exterior, y se acabó. Lo que no es necesario es que el Estado preste servicios básicos. Los servicios básicos esenciales son tan importantes que no tienen que estar en manos del Estado. Tienen que estar en manos de la sociedad civil. Tiene que haber competencia en ellos.
P.- Pero habrá gente que no pueda pagarlos.
R.- Siempre será un porcentaje pequeño de la población. El problema es que a la gente le están quitando en su nómina todos los meses una barbaridad de dinero, entre lo que le quitan a él y lo que le quitan por él a la empresa se está yendo una fortuna. Un mileurista en realidad genera 1.800 euros y el Estado se queda con 800. El ciudadano medio español, no el rico, trabaja hasta el 30 de junio para pagar impuestos. Es una auténtica aberración. En el momento en que eso se revierta y la gente tenga una renta disponible (el dinero que le queda en el bolsillo) muy superior a la actual probablemente será un porcentaje muy pequeño el que no pueda pagar los servicios. Aún así siempre existirá un 8-10-12% de la población a la que habrá que atender.
Yo lo que quiero es liberar a esa población y que puedan tener la misma sanidad privada que yo tengo, y que me cuesta para tres personas que somos de familia 180 euros al mes. No me parece que no sea algo que no se pueda permitir la gente. La inmensa mayoría podrá pagarse un seguro de cualquier aseguradora médica y los que no puedan recibirán un bono para poder ir a la que ellos quieran, porque actualmente se obliga a las personas de rentas bajas a tener que tragar con los servicios públicos, quieran o no, porque como no disponen de dinero suficiente para ir a un servicio privado de educación, sanidad o del tipo que sea se tienen que conformar, les guste o no, con el servicio público que hay.
P.- Pues la sanidad pública es mejor que la privada.
R.- En algunos casos el servicio público no es malo, en otros casos, depende. También hay bastante mito sobre la maravillosa sanidad pública que tenemos. No es mala pero tampoco es la suiza. Por cierto, en Suiza todo el mundo tiene sanidad porque es universal, pero privada, y van al hospital privado que tienen y pueden escoger, y los hospitales y los médicos tienen que competir entre ellos.
Aquí se ha confundido interesadamente la universalidad que nosotros apoyamos, por supuesto, con el hecho de que tenga que ser un servicio público. La universalidad la puede garantizar también el sistema privado. Lo único que hay que hacer es una compensación financiera para que el porcentaje de población que, por nivel renta, no pueda pagarse un seguro de la aseguradora que sea lleve un cheque canjeable, y con él vaya a la que él quiera. Por lo menos estará mejor que hoy, porque podrá escoger y si no le gusta una se irá a otra. Y los servicios sanitarios tendrán que competir y dar un trato de excelencia y hacer las cosas bien, porque si no perderán pacientes.
Hay algo más importante que la educación y la sanidad, aunque parezca mentira, y no presta el Estado.
P.- Usted dirá.
R.- La alimentación. Es que si fuera verdad que la educación y la sanidad solo las puede prestar el Estado la alimentación con mayor motivo. Qué vamos a hacer, ¿ir todos a comer a comedores colectivos? ¿Que el Estado ponga supermercados y nos asigne la cesta o el carrito que tenemos que llevar como en los países con racionamiento? ¿Verdad que sería una aberración? Pues, nosotros pensamos que ese mismo carácter privado de la alimentación se puede extender a los demás servicios esenciales que el ciudadano necesita, entre ellos la sanidad y la educación y cualquier otro, incluso algunas partes de la justicia.
P.- ¿Cuáles?
R.- Todo lo que es derecho mercantil se podría gestionar mediante arbitraje, sin costarle dinero al contribuyente. Las empresas, cuando hacen un negocio entre ellas, establecerían en sus contratos un mecanismo de arbitraje privado para que se pongan de acuerdo en caso de que haya conflictos. Lo que es más difícil, y eso sería a muy largo plazo, es hablar de la justicia penal. Ahí sí es verdaderamente complicado llegar a soluciones privadas.
P.- O sea, que esto sea un sálvese quien pueda, y el imperio del libre albedrío y buscar una salvación individual, ¿no? Si estamos viendo ahora en qué ha degenerado el capitalismo puro: en el pufo, el saqueo,…
R.- No puedo estar de acuerdo en eso. Lo que veo cuando veo pufos y corrupción y veo las barbaridades que están pasando es otra cosa. En la recesión de 2007, la salvajada que ocurrió con Leman Brothers y con Fannie Mae y este tipo de empresas, lo que veo son unas elites reguladoras que establecen unos cárteles regulatorios, unos oligopolios y privilegios a favor de algunas grandes empresas entremezcladas con el poder político que son terribles, y si no hubiera Estado eso no podría ocurrir. No hay corrupción si no hay corruptible y siempre va a haber un corruptible allí donde hay un político situado en una posición donde puede tomar decisiones discrecionales.
P.- Porque el corrupto y el corruptor tienen sensación de impunidad y que si los cogen la sanción no es dura.
R.- Si en un Ayuntamiento hay corrupción es porque para abrir un negocio necesitas una licencia y el edil te dice «dame un sobre». Eso es lo más habitual que tenemos en España y en todas partes. ¿Cómo evitas eso? ¿Poniendo un santo varón o una santa dama en la concejalía? No. Lo que tienes que hacer es quitar la licencia, y si la persona puede abrir el negocio con una declaración responsable, el que evita la ocasión evita el peligro. Se acabó la posibilidad del sobre. Luego podrá ir la inspección para ver si cumple con las normas, pero por lo menos si vas quitando oportunidades de corrupción vas quitando corrupción, y solo puedes quitar oportunidades de corrupción si quitas instancias públicas que tienen poder discrecional en la adopción de decisiones. Como dice una frase habitual: cuando las decisiones políticas afectan a los negocios, el principal negocio es la adopción de las decisiones políticas y entonces los políticos se convierten en gente con muchas novias para los que van con los maletines.
P.- No todo el mundo quiere ser autónomo, ni empresario, y los hay que quieren y no pueden.
R.- No hace falta. En una sociedad libre como la que nosotros defendemos la gente se organiza de diferentes maneras. Hay empresas cooperativas, sociedades limitadas laborales, empresas convencionales, autónomos,… Vamos hacia un mundo que es una red distribuida de productores de bienes y servicios de todo tipo en red. Ya no estamos en una época de grandísimas empresas hipercentralizadas, que son las que quieren los sindicatos y los estados cualquiera que sea el color del poder político de la elite que esté en los estados, porque son las más controlables. No vamos hacia eso, sino hacia una atomización muy positiva del mercado y la sociedad que lo que permite es que prácticamente todo el mundo sea independiente o ‘freelance’. Después, se pueden organizar en empresas o en redes productivas. No es imprescindible ser autónomo. Lo que sí es imprescindible es que la gente sea responsable y consciente de su libertad, del valor que aporta y de lo que produce.
P.- ¿Desparecería la figura del trabajador asalariado: del oficinista, dependiente…?
R.- Yo no encuentro una gran diferencia entre un trabajador asalariado y un empresario. Hace años escribí un artículo que se titulaba ‘Todos somos empresarios’, porque al final el asalariado es un empresario que tiene un solo cliente y que trabaja a domicilio en las instalaciones del cliente. Eso no se diferencia mucho de un ‘freelance’ que en lugar de cobrar un sueldo factura al cliente y va todos los días y tiene allí una mesa y les lleva una consultoría de algún tipo.
Tenemos que cambiar el chip. Estamos en el siglo XXI, las relaciones económicas, laborales y la organización económica de la sociedad no es la misma de hace 50 años, porque la propia estructura de la información, que al final es la que acaba marcando la estructura productiva, ya es diferente.
Si ya fue un cambio tremendo pasar de la cultura oral a la escrita, otro pasar a la imprenta de tipos móviles,… hoy vivimos una revolución como mínimo tan importante como esas dos, seguramente más parecida a la primera. Eso nos lleva a una reorganización de la sociedad en todo, en la economía, también en la política, de esos partidos jerarquizados piramidales como los que tenemos en España, que no se pueden llamar ni siquiera partidos políticos. Partidos políticos son, a lo mejor, los que hay en Suecia o en Holanda.
P.- Ilumíneme.
R.- Estos de aquí son organizaciones absolutamente jerárquicas, donde funciona el ordeno y mando, donde no hay ninguna democracia interna. Es una auténtica locura. Va totalmente en contra de la red distribuida en que se está organizando la sociedad, impulsado por las tecnologías de la comunicación, que hace que todo cambie drásticamente.
P.- ¿Dónde piensas que puede calar este ideario?
R.- Estoy convencido de que somos los pioneros de lo que será el ‘mainstream’ (la cultura dominante). Lo que será la realidad política de aquí a 20-30 años. Vemos que el equivalente al Partido Libertario español en EEUU, que es el Libertarian Party, ya tiene 1,3 millones de votos en las últimas elecciones a la Casa Blanca y más de 6 millones de votos en total entre todos los comicios a los que se presenta. Es el único tercer partido después del demócrata y republicano que tiene presencia en todos los estados, que se presenta a todas las elecciones. Es la tercera fuerza política de los EEUU.
P.- ¿No es extrema derecha?
R.- Para nada, nunca. Hay otros partidos pequeñitos allí a los que les acusan de eso, pero a los libertarios nunca. Todo lo contrario. Si es el partido que pide la liberación de Edward Snowden, y el que quiere liberalizar, por ejemplo, el cannabis, y el partido que más luchó por los derechos de gays y lesbianas, igual que nosotros aquí. No, no tiene ningún sentido. La extrema derecha es justo lo contrario, lo más opuesto que pueda haber. Si nos parecemos a algo tal vez pueda ser al anarquismo, pero no a posiciones ultraestatistas, como son las de la extrema izquierda y la extrema derecha, que para nosotros son exactamente iguales y están en las antípodas de donde estamos nosotros.
P.- Vamos, que estamos ante un fin de ciclo y no nos hemos enterado.
R.- Yo creo que hay dos grandes factores que en el muy largo plazo apoyan a nuestras ideas y las hacen avanzar. Uno de ellos es la insostenibilidad de la socialdemocracia. Hemos visto cómo durante 40 años en España y 70 en Europa occidental ha promedito toda una serie de bienes y servicios. El estado nodriza, el estado de bienestar, el estado papá, y luego lo que hace eso es generar una inflación tremenda. Genera dinero ficticio, dinero fiduciario, unos manguerazos de dinero por parte de los bancos centrales sin ningún tipo de respaldo real a la economía en épocas de falsa bonanza, y cuando todo eso revienta vienen unas recesiones tremendas.
El ciclo económico de alzas y bajas se maximiza por culpa de la socialdemocracia keynesiana. Hemos visto una crisis tremenda desde 2007. ¿Qué magnitud va a tener la próxima? Porque esto va oscilando cada vez con altibajos más importantes. La próxima o la siguiente puede ser ya terminal para la socialdemocracia. Ese es un factor.
El otro factor que nos apoya es la revolución de las telecomunicaciones. El ciudadano ya es libre. El ciudadano que antes era consumidor de información ahora es consumidor y productor. Todos lo somos y la gente ya se informa más por las redes sociales y por sus propias comunidades de microblogging o incluso de redes tipos WhatsApp, más que por otros medios. Ahí hay un debate sobre el papel de los medios de comunicación, cuál ha de ser en esa nueva época, en ese cambio de paradigma.
Esos dos grandes factores: por un lado, la insostenibilidad económica de la socialdemocracia y del dinero fiduciario, del dinero creado de la nada por los bancos centrales y, por otro, la revolución de las telecomunicaciones apoyan las ideas de la libertad en el largo plazo.
Mientras tanto vemos cómo la socialdemocracia, que es una gran bestia herida, está dando coletazos tremendos y sigue intentando afianzarse y recuperar terreno, pero no es sostenible el sistema pensiones de reparto (¿o dónde vamos a poner la edad de jubilación, en los 90 años?), habrá que pasar a otro sistema.
Y así sucederá con todo, los servicios públicos, etc. Creo que el Estado convencional del siglo XXI es propio de un paradigma social, cultural informacional de red descentralizada pero nos estamos saliendo de eso y vamos hacia una red distribuida en la que todos son conectables de forma instantánea de forma gratuita y sin ningún problema con cualquier otro punto, sin tener que pasar por nudos de poder centralizadores y controladores de la información. Eso tiene que afectar a las empresas, a la economía en su conjunto, a las organizaciones sociales y tiene que afectar a la política.
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3 comentarios en «Juan Pina: «La socialdemocracia está herida de muerte y vamos hacia otro sistema»»
Lo que está claro es que la organización política con los sistemas económicos del siglo XX están agotados.
El Comunista cayó con el muro de Berlín.
El Capitalista con los atentados a las Torres Gemelas
El Liberalismo con la quiebra de los Bancos en EEUU y sus efectos «onda» sobre el resto.
La Socialdemocracia en Europa por imposición de las Troikas.
Lo que ha sido evidente es que los países militarmente poderosos imponen sus modelos económicos a través de la manipulación del valor de su dinero: Divisas, tipos de cambio, tipos de interés, inflación…
Ha llegado el momento de estudiar, proponer y ejecutar nuevos Sistemas Económicos que se establezcan por consenso entre los Países para evitar que sean las multinacionales (que ya han superado con creces los propios Estados) las que apliquen a todo la «máxima eficiencia» o «beneficio máximo en menos tiempo».
Desde la Escuela de San Boal proponemos el Modelo Económico Fractal, copiando al máximo de la Naturaleza para buscar un desarrollo estable, sostenible y compatible con el mantenimiento de los entornos naturales…pero no solo en los países poderosos…también en el resto. Es decir, lo que es bueno para mí, puede ser bueno para el resto. Lo que es malo para mí es malo para el resto.
Mientras eso se produce y se establece el consenso-se necesita mucho tiempo para ello- hay que repartir lo mejor posible la riqueza vía un Sistema Fiscal justo, suficiente y transparente y repartir también el trabajo ya que actualmente quien lo tiene en muchas ocasiones se ven obligados a mantener jornadas laborales superiores a las 10 horas diarias.
Lo siento por los «liberales»…pero el desastre actual viene precisamente de la «falta de control» de los organismos reguladores de los mercados. El «capitalismo salvaje» solo trae desastres y al final lo pagan los más débiles y las mayorías…y se entra en una espiral económica negativa.
Por cierto, la Escuela San Boal es de Salamanca…no necesitamos ir tan lejos para encontrar «pensadores»…pero parece que los grandes foros solo están abiertos para los del «más allá».
El mercado financiero es el más regulado de todos (siguiéndole de cerca el energético y, en España, el del suelo) y los bancos centrales no son más que monopolios (de esos que autoriza y mantiene el estado). Curioso que donde «falla» la regulación es donde más hay. Es más sencillo, el verdadero problema es la «regulación»
Este señor es un analfabeto en temas del liberalismo. En cuanto inicia diciendo que están en contra de los colectivismos y que defiende el liberalismo tradicional se delata como un charlatán. Es España pocos movimientos más colectivistas que aquel de los liberales de las cortes de Cádiz.