Opinión

La Feria del Libro, a pie de Plaza

La Plaza Mayor de Salamanca acoge la 42 edición de la Feria Municipal del Libro.

En los próximos días, los salmantinos tendremos una oportunidad única de acercarnos a los libros de una manera distinta a la habitual. Mayo asoma ya en el calendario y, a partir del día 10, nuestra Plaza Mayor desplegará las ansiadas casetas de librerías y editoriales que, como cada año, nos invitan a vivir la literatura a pie de calle.

Los lectores de Salamanca amamos estos días con verdadera devoción. No sólo por los descuentos que nos brindan –que, aunque bienvenidos, son lo de menos– sino, sobre todo, por esa ventana abierta a una cultura plural: libros, música, conferencias, teatro… La Plaza de todos se transforma entonces en un organismo vivo, vibrante, donde el rumor constante de pasos y conversaciones convierte el espacio en un auténtico latido colectivo. Vamos, como siempre es, pero estos días al servicio de los lectores. Y en esos momentos, Salamanca resplandece como pocas ciudades saben hacerlo.

La literatura es también un poderoso vehículo para fomentar el turismo, un término que, más allá del anglicismo, recordemos, tiene su origen en las palabras francesas tour y tournée (gira, viaje, excursión) y que en la época moderna hacía referencia a los viajes que realizaban los estudiantes europeos para completar su formación. El ejemplo más notable de estos viajes es lo que se conoce como el viaje a Italia, elemento indispensable, al inicio de la época contemporánea ya, en la biografía de eruditos y pudientes amantes de lo bello que, europeos y, más tarde, americanos convirtieron en un clásico. Autores como Goethe (El viaje a Italia), Edith Wharton (Paisajes italianos) o D. H. Lawrence (con su impresionante Atardeceres etruscos –el título original era menos poético–). También España fue, a nuestro modo, itinerario de esos viajes, sobre todo en la época romántica.

Fiel a ese espíritu, el turismo auténtico no se limita a la gastronomía o a la contemplación de paisajes de verde y piedra; incluye, esencialmente, la inmersión en la cultura. Hasta el punto de transformarnos la vida si fuera necesario. Una ciudad es tanto más ciudad cuanto mayor es la calidad de sus artistas: escritores, pintores, escultores, músicos… El arte no sólo enriquece el presente, sino que deja su impronta en la historia, convirtiéndose en parte esencial de la identidad de un territorio.

Cada año, nuestra Plaza Mayor se convierte para los amantes de la cultura en una Ítaca anhelada, en esa matria mítica de la que hablaba Kavafis: «Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca./ Rico en saber y en vida, como has vuelto,/ comprendes ya qué significan las Ítacas”. O, como bien expresaba Francisca Aguirre, en un espacio que «nos acompaña hacia nosotros mismos,/ nos descubre el sonido de la espera./ Porque la espera suena».

Este año, sin embargo, no he reservado la compra de ningún libro para la feria: los he adquirido todos antes, incapaz de resistirme a la tentación de la lectura inmediata. No soy coleccionista de firmas, pero sí soy fervorosa oyente de las voces de los escritores. Me fascina escucharles, y desvelar el rostro humano que se esconde tras sus palabras, asistir a esa comunión mágica entre autor y lector, entre vida y literatura.

En esta edición, Carmen Martín Gaite será el alma de muchos de los actos programados, al celebrarse el centenario de su nacimiento. Los homenajes no sólo tendrán lugar en el corazón de la ciudad, sino que inteligentemente se dispersarán por todos los barrios, permitiendo que la cultura, como un aroma persistente, impregne cada rincón de Salamanca. También la Biblioteca Municipal de Santa Marta de Tormes se ha sumado a la celebración, incluyendo un emotivo homenaje a la escritora en su programación cultural, y dedicándole una exposición especial con motivo del pasado Día del Libro.

No podía ser más apropiado que Carmen Martín Gaite protagonizara esta feria. En su obra Usos amorosos de la posguerra española, la escritora nos legó una preciosa descripción de cómo la Plaza Mayor funcionaba, durante décadas, como un verdadero «escaparate» social: «En ciudades como Salamanca, por ejemplo, era costumbre que las muchachas dieran vueltas por un lado de la Plaza Mayor mientras los muchachos lo hacían en sentido contrario, de modo que los cruces permitían miradas, guiños, alguna palabra robada».

Hoy, esos rituales antiguos, tan ajenos ya a la juventud contemporánea, encuentran un eco renovado en los encuentros que propicia la Feria del Libro. La Plaza Mayor vuelve a ser escenario de miradas, de palabras cruzadas, de encuentros emocionados, y hasta de regalo de libros dedicados, aunque ahora el pretexto es distinto: es el libro, es la conversación, es el descubrimiento compartido. No puede haber mejor homenaje a la cultura en las ciudades que aspiran a mantenerse cultas, vivas y abiertas al mundo.                                                

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