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La peña de la tragedia

Imagen desde la Peña Celestina donde se contempla un paisaje espléndido en las cercanías y una bellísima perspectiva allá en lontananza.

Jesús Málaga, presidente del Centro de Estudios Salmantinos, y La Crónica de Salamanca inician una serie sobre monumentos, rincones, rutas y lugares ‘escondidos’ de nuestra ciudad bajo el título de: Salamanca, de la sombra a la luz

 

En un extremo de la ciudad en la parte sur oeste que mira hacia el río, ya en la muralla nueva, si bien a caballo con la antigua, se sitúa la conocida Peña de la Ceslestina, la cual, nos refiere Cuadrado, constituía uno de los cimientos del antiguo alcázar e integrada en el barrio de curtidores, que como es sabido, se aposentaban a poca distancia de los ríos, ya por la necesidad de agua, ya por evitar malos olores a la población.

Peña celestina (2)En este barrio de curtidores se conserva la famosa peña de La Celestina, cimiento del antiguo alcázar y nocturno asilo en otros tiempos de mendigos y vagabundos.

Estos detalles concuerdan que la obra La Celestina, Fernando de Rojas alude varias veces a ‘la vieja de la cuchillada, que solía vivir en tenerías a la cuesta del río’.

Por un lado, situamos al personaje de La Celestina en esta parte de la ciudad, donde se encuentra ‘su’ Peña. Cuál era el motivo por el que los salmantinos desesperados, deprimidos u hundidos iban a perder la vida allí

Peña celestina (9)Bien es cierto que la pequeña plataforma sobre el risco de la Peña Celestina se encuentra a algo más de 20 metros, lo que podría equivaler a un quinto piso, por lo que si no encontraban la muerte, si que salían mal parados. El paseo que hoy es Rector Esperabé, fue durante muchos años, conocido como el de los desesperados, precisamente, porque era allí donde los suicidas acudían para quitarse la vida, despeñados de igual manera que murieron los personajes de Calisto y de Melibea en la obra de La Celestina.

¿Qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada? Su muerte convida a la mía, comvídame y fuerza que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada por seguirle en todo. y así contentarle he en la muerte, pues no tube tiempo en la vida. ¡Oh mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy; detente, si me esperas; no me incuses la tardanza que hago, dando esta ultima cuenta a mi viejo padre, pues le debo mucho más. ¡Oh padre mio muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada y penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas: juntas nos hagan nuestras exequias. algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin … veo tus lágrimas malsufridas descender por tu arrugada faz. Salúdame a mi cara y amada madre: sepa de ti largamente la triste razón porque muero … gran dolor llevo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre. Dios quede contigo y con ella. A él ofrezco mi ánima. Pon tú en cobro este cuerpo, que allí baxa.

Decía un artículo publicado en 1928 en la revista Salamanca y sus costumbres que invitaba al lector a que subiera a esta supervivencia del antiguo y derribado murallón salmantino, «que conocemos con el nombre de Peña Celestina, para que desde él contemples un paisaje espléndido en las cercanías y una bellísima perspectiva allá en lontananza».

Peña celestina (12)Salamanca: de la sombra a la luz invita a que junto a las Tabernas del vino blanco, al antiguo alcázar y las murallas se pueda poner dar a conocer a través de placas la importancia que tuvo esta parte de la ciudad para la literatura. Fueron estas peñas, calles y vistas las que inspiraron a Fernando de Rojas.

Y casi al final de mismo artículo se puede leer: «Y atrás, lector , dejamos los parajes episódicos de aquella gran tragedia de Rojas, que si no has leído alguna vez, por lo menos has oído referir. Aún parece propicio este lugar, entre la penumbra del anochecer, para los comadreos de las viejas, las citas secretas de los galanes, los lances de espadas o las caídas misteriosas desde gran altura…»

 

Documentación:
Estudios sobre La Celestina, Luis Rubio García.
Salamanca y sus costumbres, articulo Julio de 1928, rescatado por Antonio Sánchez González.

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