Opinión

El ébola y la miseria humana

[dropcap]Y[/dropcap]a hemos leído y escuchado en diferentes medios de comunicación, (no por las autoridades sanitarias) que el ébola es una enfermedad infecciosa viral que produce fiebre hemorrágica y no existe un tratamiento efectivo ni vacuna, se transmite a través del contacto con la sangre, secreciones y fluidos corporales de la persona infectada y tiene una alta tasa de mortalidad.

Cada año veinte millones de personas fallecen en países en desarrollo por falta de un sistema básico de salud adecuado y los países africanos son los más afectados. Sus ciudadanos son la imagen del sufrimiento, viven en medio de la pobreza y miseria más absoluta, ante la mirada impasible de sus gobiernos corruptos en medio de la inestabilidad política y el olvido de occidente. Llevan luchando contra enfermedades como la malaria y el ébola demasiado tiempo, pero parece que a nadie le interesa, a pesar de estar muriendo año tras año miles de personas. Solo la admirable dedicación de muchos voluntarios y ONG que ayudan, con más voluntad que medios, a aliviar el sufrimiento arriesgando su propia vida son la única esperanza. Pero, ahora, esa enfermedad llamada ébola olvidada por occidente, pero permanente en la vida de los africanos, se hace protagonista saltando todas las alarmas y la tranquilidad de los occidentales, porque algunos de los nuestros han sido contagiados y hay que evitar que el virus cruce las fronteras. Ante la propagación del virus, por fin, la OMS reacciona, aunque tarde, reconoce que el virus está fuera de control y declara el ébola emergencia de salud pública de importancia internacional.

Desde Liberia se pidió al gobierno español intervenir en la repatriación del sacerdote de la orden San Juan de Dios y del resto de religiosos infectados por el ébola, pero se argumenta que solo se puede repatriar a ciudadanos españoles y se deja en tierra y abandonadas a dos religiosas compañeras del sacerdote, además del resto de cooperantes. Vaya por delante decir que la actuación me parece adecuada, hay que atender a todos los ciudadanos que necesitan atención sanitaria fuera de nuestro país, pero sí echo de menos la falta de equidad en la actuación con otros ciudadanos en parecidas circunstancias y en las que no se ha actuado de la misma manera, dando a entender un trato preferente. Me parece indignante e inadecuado el dejar abandonados a su suerte al resto de compañeros del sacerdote, y no salgo de mi asombro al ver hasta dónde puede llegar la condición humana cuando se podía haber hecho un esfuerzo solidario y acogerlos, pues había medios. Ante los ojos del mundo, y desde el punto de vista humano y ético, es indecente dejar al resto de personas abandonadas a su suerte, sin medios para seguir luchando contra el ébola. Si África vive en la miseria, en el mundo que llamamos “civilizado” vivimos en la miseria mental y el egoísmo.

[pull_quote_left]Me parece indignante e inadecuado el dejar abandonados a su suerte al resto de compañeros del sacerdote, y no salgo de mi asombro al ver hasta dónde puede llegar la condición humana cuando se podía haber hecho un esfuerzo solidario y acogerlos, pues había medios.[/pull_quote_left]En la gestión de la repatriación del paciente y el despliegue de medios se han vertido argumentos y críticas de todo tipo, tanto en contra como a favor, y muchas de estas críticas tienen su lógica y no les faltan razones. Muchos profesionales sanitarios alertaban de que la repatriación del sacerdote conllevaba riesgos y calificaban la decisión del traslado de continente más de política que de sanitaria, cuando se podían haber prestado los mismos cuidados allí que aquí. Además, apuntan que ningún hospital de Madrid está preparado para el ébola, porque la Comunidad de Madrid ya se ha encargado de desmantelarlos. Diferente situación la de los hospitales de Estados Unidos, que sí cuentan con hospitales de nivel cuatro.

Coincido en que la gestión de esta situación ha sido penosa y desproporcionada, la improvisación en la organización del Hospital Carlos III al que se trasladó, la falta de comunicación a los profesionales implicados sobre los protocolos de seguridad a seguir, así como la ausencia de información veraz y transparente de las autoridades sanitarias, especialmente de la ministra de Sanidad, me parece irresponsable y restringe el derecho de los ciudadanos a una información veraz y a tomar medidas adecuadas ante la situación, pues no hacerlo puede crear incertidumbre y psicosis colectiva innecesaria asustando a la población.

El sacerdote ha fallecido, a pesar de ser tratado con el suero experimental al que no tendrán acceso miles de personas contagiadas por el virus ébola en África. La ministra de Sanidad ha aparecido, por fin, en el funeral. La señora ministra ya nos tiene acostumbrados a sus desatinos y falta de responsabilidad pero su desaparición en pleno debate de la epidemia, en momentos tan importantes, la frivolidad con la que ha tratado el tema merece las fuertes críticas y un argumento más contundente, todavía,  para dejar un ministerio que a todas luces se le queda pequeño.

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