[dropcap]C[/dropcap]reemos que la mejor manera de comenzar hoy es por el final: los vítores se suprimieron en 1757 debido a los grandes enfrentamientos de espada y sangre. No, no fue por tantas batallas de los tercios españoles (creados por Carlos I en 1534), pues en una reforma del ejército con Felipe V desaparecieron en 1704; no fueron el motivo estas admiradas tropas de élite, comparadas con las legiones romanas o las hoplitas griegas, sino porque el acto de vitorear tendía a culminar frecuentemente con muertos y heridos.
La Universidad clásica se caracterizó por albergar en su seno cruentas luchas de poder, influencias y prestigios personales; se deduce entonces que los vítores no tienen nada que ver con los doctorados, sino más bien con el nombramiento de catedráticos, vicerrectores y rectores. Lo que hoy vemos en diversas facultades de paredes llenas de inscripciones no es más que una reinterpretación, allá por 1953 del rector Antonio Tovar, atribuyendo esta distinción a los ya mencionados doctores.
Cualquier parecido actual con el pasado es pura coincidencia; diríamos que ni de largo es lo mismo, aunque en algún aspecto tal vez nos equivoquemos.
Entrar en la Universidad, pasar unos años sacrificados (o no tanto) y concluir con una licenciatura y posterior doctorado; la masificación, el número de estudiantes y los motivos u objetivos de cada uno; incluso «entrar en capilla» ahora tiene otras connotaciones; ¡vaya, son realidades y tiempos diferentes!
La importancia de nuestra Universidad (y la de otras) no derivó de la cantidad de alumnos ni de sus éxitos; su predominio e influencia radicó en sus profesores (los encargados de formar) ya que fue amparada por la monarquía creando cátedras vitalicias bien pagadas, lo que se tradujo en trabajos de investigación continuos, sin interrupción (¡hagamos una comparación con la actual!); insistimos: la Universidad de Salamanca fue la principal y mejor financiada de las sesenta (60) universidades que existieron en la monarquía hispánica de los Austrias.
Pero vayamos al tema de hoy: el «vítor», nunca víctor, a medio camino entre palabra e imagen, es una aclamación latina transformada en un anagrama negro o rojo, color que, según la tradición romana, era señal de triunfo. V-I-T-O-R, la C es una luna invertida que hace alusión al «Papa Luna» Benedicto XIII (quien no ha oído «mantenerse en sus trece» como síntoma de tozudez), último pontífice de Aviñón en contraposición al Papa del Vaticano; el vítor es propiamente salmantino y trascendió a toda Europa, Canarias y América; otras universidades lo copiaron pero sin la «C» y alguna, como la de Alcalá de Henares, no tuvo vítores. Por tanto, estamos hablando de un rasgo significativo propio junto con la tipología de su letra, como lo es la «Trajana» para Roma, la «Gill Sans» para Londres o la «Helvética» para Nueva York.
Localizados en el Barrio Antiguo, en gran parte próximos al Edificio Histórico, se conoce la pertenencia de casi un centenar de ellos, siendo más aún los indescifrables, además de los ilegibles (a tener en cuenta la cantidad de desaparecidos por lo mucho que se ha destruido).
Por épocas
Por épocas: no hay de los Reyes Católicos ni de Carlos I, unos pocos son de la IIa mitad del s. XVI, alguno más de la Ia mitad del s. XVII, muchísimos de la IIa mitad de éste, algunos de la Ia mitad del s. XVIII y ninguno de su IIa mitad (recuerden el año 1757).
En la realización de vítores de catedráticos, consiliarios o vicerrectores y rectores, era habitual que su cortejo añadiera una serie muy completa de simbología, tanto para celebrar al homenajeado como para insultar o hacer mofa del rival que estaba ya inscrito en la pared.
Son comunes las espadas, las plumas (a veces palmas), algún pájaro y las coronas; también la letra de la «nación» de origen y el escudo del Colegio al que pertenecen (en ningún caso el escudo heráldico familiar); como insulto, incluso erótico y obsceno, se pintaba «cola» (genitales masculinos), «higa» (puño cerrado, sacando el dedo pulgar entre el índice y el medio) y bonetes, capirotes y coronas en modo burlesco. Se conoce a alguno que, por prepotencia y egocentrismo, realizó varios en diferentes sitios; y otros, para ofender y ningunear, montaban el suyo encima.
Por asociaciones, cofradías de estudiantes o nación: A coronada, Andalucía; AR, Corona de Aragón, Principado de Cataluña, Reinos de Valencia y Mallorca y territorios italianos; C es Campos, Castilla y León; Ga o G, Galicia y aledaños; E, Extremadura; M, Castilla la Mancha; P, Portugal; Va o V, País Vasco, Navarra y La Rioja; los canarios e hispanoamericanos se incorporan bien a Campos bien a Andalucía.
Hay cruces de Órdenes Militares: Calatrava, Alcántara y Santiago; abundantes también son los monogramas marianos: MA o AV, de María o Ave María o Ave Virgo; S coronada, de Soledad de Nuestra Señora.
En cuanto a su elaboración: soporte (piedra arenisca), materiales y técnica, destacar la ausencia de unos estudios científicos que hubieran frenado esa mala costumbre de hacer verdad lo que se repite durante largo tiempo; mucho se ha hablado y poco se ha acertado: que si una mezcla de almagre con sangre de toro (estamos en tierra de…) y barniz u otras sustancias oleosas, que si sangre de toro y a saber qué más para que perdure en los muros, etc.
El material con el que se realizan es un líquido más o menos denso en función de la mezcla de aglomerante (agua de cal, descartadas la sangre y la leche -caseína- por ser orgánicas), disolvente (agua o ¿sangre?) y pigmento; pero lo que más nos importa es el color, esa variedad de ocre-rojo que viene dada por un pigmento natural terroso llamado «almagre» o «almagra» (término árabe que significa «tierra roja», es una arcilla férrica utilizada desde los inicios de las manifestaciones pictóricas de la humanidad), con una magnífica resistencia a la luz; al final observamos una gama de colores bermellón, escarlatas, asalmonados, carmín, carmesí, colorado, encarnado, grana, rojo, rosa, púrpura…
El Vítor de ahora
Actualmente los vítores, como el estado anímico de las personas, están a merced de las estaciones del año, es decir, más visibles a mayor humedad y menos cuanto más seco está el tiempo (aquí, creo, funcionamos de manera opuesta los humanos), aparecen y casi desaparecen como por arte de…la naturaleza.
Pero a mediados del siglo XVII ya se dejó entrever un mal final para ellos pues los moralistas de la época consideraron la participación en el acto de vitorear como pecado mortal; después de oír ésto, sólo se nos ocurre pensar: «¡qué Dios nos coja confesados!», o lo que es su traducción laica: «¡qué las aulas nos acojan estudiados!».
Estos Pesquisidores tienen un amigo en el Rectorado, Alberto (¡majo majo como el que más!) que, debido a su trabajo, ve desfilar cantidad de gente, turistas y estudiantes; tiene anécdotas como para escribir un libro y este comentario anónimo es una de ellas: «…(en el Patio de Escuelas Menores) hubo más vítores, hoy quedan menos porque los limpian y se borran». Por cierto, un final muy descabellado para nuestros vítores.
Nuestro agradecimiento a Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares por su aportación al Saber.
2 comentarios en «Vítor (¡Viva! Y su historia en Salamanca)»
Enhorabuena a los Pesquisidores en la sombra por la forma de exponer el Arte y la Historia de Salamanca. Amena y divertida, te deja con el anhelo de saber más y ver lo que describen in situ.
Gracias Onio por tu interés. Nos da la sensación de que te gusta y vives la ciudad como nosotros. Cuanto mås conoces y profundizas más te das cuenta de que no sabes nada. ¡Queda tanto por ver y conocer!
Sentido del humor, en unos artículos más y en otros menos, junto con algo de imaginación, es lo que pretendemos y tú bien lo has captado; repetimos las gracias.