En 2021 hubiera habido una buena ocasión para recordar la rebelión de las Comunidades de Castilla, en la que la ciudad de Salamanca tuvo un papel destacado. Pero nunca es tarde. Puesto que se avecinan para 2026 los fastos del V centenario de la Escuela de Salamanca, este tema aún podrá ser objeto de estudio, como lo fue en 2021 para la Universidad de Valladolid. Pues si se quiere hablar de modernidad, globalización y derechos humanos, ahí puede seguir el debate; por ejemplo, sobre si, como sostuvieron José María Maravall y Joseph Pérez, entre otros, la de las Comunidades de Castilla fue «la primera revolución de los tiempos modernos» o, por el contrario, según dijo Gregorio Marañón y hoy sostienes los ‘imperiófilos’, era un movimiento localista y retrógrado, contrario a la modernidad, supuestamente representada por el emperador Carlos V.
No hay problema de anacronismo, pues vemos actuar a los ‘salmanticenses’ mucho antes (y después) de 1526; por ejemplo, en 1512 Palacios Rubios y Matías de Paz ya habían participado en la Junta de Burgos, de la que salieron las famosas normas protectoras de los indios, precedente de muchas otras posteriores. Por lo que se refiere a la rebelión comunera, la incidencia de Salamanca fue doble: por un lado, participando en la Santa Junta de Ávila y aportándole tropas, que iban lideradas por Francisco y Pedro Maldonado; por otro, elaborando munición ideológica justificadora de la resistencia al absolutismo.
En febrero de 1520 un grupo de frailes dominicos, franciscanos y agustinos redactó una declaración que se va a convertir, según Joseph Pérez, en «una verdadera carta de la rebelión de las comunidades» con las principales reivindicaciones del movimiento: el rechazo de nuevos impuestos -máxime si el ingreso iba destinado fuera del reino-, la repulsa de cargos políticos o eclesiásticos ocupados por extranjeros, o la exigencia de que el rey residiera en España. De un modo aún confuso se pueden vislumbrar ya en el manifiesto principios de las revoluciones liberales posteriores, como el poder limitado del Rey, la soberanía compartida con el pueblo, representado en las instituciones tradicionales (Cortes, municipios), impuestos pactados, etc. Todo ello también en sintonía con algunas de las nociones políticas y jurídicas gestadas por la Escuela de Salamanca (o por algunos de sus miembros, pues tampoco en este punto hubo una postura unánime).
Salamanca fue una de las ciudades más persistentes en la rebelión, junto con Segovia y Toledo, en contraste con otras, como Burgos, que pronto cambiaron de bando. De ahí también que luego fuera una de las más castigadas y que los dos Maldonado fueran ejecutados, a pesar de su vinculación con la más alta nobleza castellana.
Como se ve hay temas de sobra para el debate. Aunque aquí a veces parece que preferimos seguir dando vueltas una y otra vez en torno a la figura de Unamuno, con un afán que nos lleva a recordar y debatir no solo lo que fue, lo que dijo o escribió, sino también lo que ni fue ni ocurrió, como su supuesto asesinato o su republicanismo hasta el final.