Opinión

Hacer por las buenas causas

(foto: Pixabay)

Que lo amargo sea inevitable, el individualismo sea lo que impere y las falsedades vayan en aumento no impide que se prefiera que amanezca despejado, se esté contento estando con quienes se quiere y se ría cuando hay alegría. Disfrutar de la vida no exige gastar dinero, tecnología sofisticada o se tenga que aplaudir a quien comete una injusticia. Basta un beso, la sonrisa de un niño, haya paz y llegue a quien se espera.

Entre espinos crecen flores, hay calma en el ojo del huracán y amistad entre quienes piensan diferente. Ni luchas ni desasosiegos valen para hallar la felicidad. Está en nosotros mismos y en lo que ya tenemos. Vano es mirar alto y lejos, a nuestro lado hay personas estupendas con las que llevarse bien, a millares manos que estrechar y caminos que abrir por los que andar seguros y confiados.

Nadie tiene tanto poder que pueda ensombrecer la vida ni cizaña suficiente para malograr la tierra. No podrán hacer zozobrar la rectitud del justo y la integridad del honesto, los que se sirven del poder y la intimidación para obtener dinero, ni quienes usan del lenguaje crispado y el engaño para manipular. No lograrán convertir en inventado ladrón al decente, se admitan sus insidias y la buena gente ponga confianza donde ellos hacen chirriar la verdad.

Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor


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