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«Tenemos un problema si un niño cree que la leche viene de una caja»

Emilio Ortega, profesional de la localidad salmantina de Santa Olalla de Yeltes, dedica su vida al sector primario, olvidado y denostado por una gran parte de la sociedad. ¿Por qué…?
Emilio Ortega, ganadero salmantino.
Emilio Ortega, ganadero salmantino.

 

[dropcap]N[/dropcap]o hace falta ni que suene el despertador; cuando uno ama y disfruta lo que hace, todo se vuelve un poco más sencillo. Vivir de y para el campo de Salamanca es una de las opciones menos elegidas en la provincia, pero que a la vez se convierte en el sustento para muchas familias, que se resisten a abandonar la profesión que les apasiona, el origen de todo.

Trabajar en el campo, manejar una explotación… ser agricultor o ganadero, es casi el único medio de vida que existe en el mundo rural y que tanta relevancia tiene en una provincia como Salamanca, líder indiscutible de España en censo de ganado vacuno (617.989 animales en mayo de 2019).

Emilo Ortega, ganadero de charolés Salamanca
Emilo Ortega, ganadero de charolés.

Por eso, la historia de Emilio Ortega, ganadero de charolés de Santa Olalla de Yeltes (cerca de 100 animales), tiene aún más relevancia por todo lo que significa, por todo lo que conlleva haber heredado parte de la historia de su familia y por ser un ‘fijo’ en las quinielas de avances genéticos y morfológicos, claves en el desarrollo de este sector. Eso sí, la España vaciada le ha llevado a ‘dormir’ en Salamanca y llevar su vida profesional en este municipio, pedanía de La Fuente de San Esteban.

“El día a día de un ganadero no es fácil; es una profesión que te tiene que apasionar porque son 365 días al año. Todos los días hay que venir a los animales; sábados, domingos, Nochebuena, Nochevieja… yo vivo en Salamanca y cada día recorro los 50 kilómetros que separan la ciudad de Santa Olalla de Yeltes (100 en total) para hacer lo que más me gusta”, explica un orgulloso Emilio Ortega.

“Desde por la mañana reviso los animales, les echo de comer y mil cosas del día a día como la reposición o cualquier incidente relativo a las enfermedades. A las 14.00 horas suelo parar a comer y a las 15.30 vuelvo a la explotación para seguir con mi trabajo… hasta que caiga el sol. No hay horas, eso te da mucha libertad y a la vez es una gran atadura. Es un trabajo que te da para vivir, pero no para hacerte rico”.

¿Cómo se concilia la vida laboral y personal?
Gestionar una vida así no es fácil; pero yo, que también he trabajado en otro sector, no cambio lo que hago ahora por nada, me apasiona. Hay un dicho popular que reza: trabaja en lo que te gusta y no tendrás que ir a trabajar. Para mí, venir un sábado o un domingo no me genera ningún conflicto, incluso puedo gestionarlo para venir solo por la mañana. Es difícil de asimilar, pero no me genera problemas. Mi pasión son el campo y mis vacas y lo prefiero a estar en el bar tomando cervezas, que también me gusta, porque la vida social tampoco hay que perderla. Eso sí, en la balanza me puede más el campo.

Un trabajo heredado:

“Este trabajo es heredado, lo he mamado siempre. Desde muy pequeño me gustaban las vacas e iba con mi padre, siempre me enseñaba todos los trucos. En épocas de vacuna o apartar animales, tenía una emoción tremenda. Luego me fui a trabajar a otro sector, el de las telecomunicaciones y compaginaba un poco las dos cosas. Una vez que mi padre dejó de estar en activo, me quedé yo con el negocio en cuerpo y alma. Quizá económicamente me reporta menos, pero me llena interiormente, soy feliz”.

Soledad y paz:

“Yo soy hijo único y creo que soy un poco solitario; me gusta un poco la soledad y pasar horas así no me genera ningún conflicto, me gusta y tengo tiempo para ordenar mi cabeza. Como la paz que da el campo para estar relajado, no hay nada; igual que para ser capaz de saber hasta dónde puedo llegar”.

Trabajar en un pueblo, vivir en la ciudad:

La España rural está muerta y nadie ha hecho nada para que cambie; ahora parece que hay que hacerlo rápido y esto no es así. ¿Vamos a hacer bingos para que la gente venga a los pueblos? preveía desde hace mucho  tiempo. Por ejemplo: en invierno, la  mayoría de los días no te encuentras a nadie por la calle. La vida da que ahora tenemos teléfonos móviles y nos llamamos mucho, ya que si un amigo no necesita una cosa la necesitas tú. En 10 años, no mucho más, esto quedará como un solar…”.

 

Relevo en el campo:

“Esto te tiene que gustar, si no es una locura. Nuestro valor es muy oscilante porque tu explotación hoy tiene mucho valor y mañana no, por muchos factores como la sanidad o la famosa corriente en contra del campo y los animales, algo completamente ridículo. Por no hablar de la inversión desmesurada que supone empezar desde cero; para sacar rentabilidad, comenzando desde el principio, necesitas más de un millón de euros y eso no lo consigues nunca”.

Tractorada del campo:

“Estuve en la manifestación y hacía mucho tiempo que no veía al sector tan unido. Pero creo que esto es como cuando caes a un fondo total; estamos con la soga al cuello y queremos que nos escuchen. Este tipo de protestas pacíficas hay que enseñárselas al mundo”.

Luchar cada día:

Lo que de verdad se debería hacer es enseñar el campo a la gente, saber cómo se vive, el santo día de un ganadero, mover a los niños para mostrarles desde pequeños cómo es este oficio. La economía de un país con la agricultura y la ganadería. Si preguntas a un niño que de dónde viene la leche y te dice que de la caja, entonces hay un problema muy grave. Una excursión a ver una explotación, cómo es el trabajo, ver de cerca una vaca, una oveja… que genere interés”.

 

Una imagen equivocada:

“Debemos eliminar la imagen que la sociedad muchas veces tiene de nosotros. Parecemos los catetos del lugar, solo nos falta la boina y no es así. Hay gente muy preparada y capacitada con un nivel súper alto y está en el campo porque le apasiona.
Es difícil que cuando la gente percibe una idea, pueda cambiarla así porque sí. Ya molesta, los del campo no somos los tontos del lugar y sí muy capacitados. Nadie sabe la burocracia que tenemos que manejar para cualquier cosa y se necesita preparación.
Eso del ‘catetismo’ no existe, ahora ya no. Eso es falso…Invito a la gente de la ciudada que se manche las botas de barro, es más, se las dejo yo si quieren para que vean la realidad de lo que es el campo. Le enseño mi casa de manera desinteresada. Igual cuando salieran de aquí valorarían más el mundo rural”.

Precios:

“No recibimos el valor que merecemos por lo que producimos. La gente se piensa que el profesional tiene subvenciones y vive como un rey y eso no es así. No son subvenciones, son pagos compensatorios. Si el kilo de carne vale 15 euros, sin esas ayudas, igual valdría 60. ¿Quién se puede permitir eso con los sueldos actuales? Es una compensación para que la gente pueda comer y comprar ciertos alimentos. También es verdad que no tenemos filosofía de cooperativismo, juntarnos y unir el producto sería el éxito del campo”.

España y la fama:

“En países como Francia, el profesional está muy bien visto. No nos sentimos valorados por la sociedad, ni mucho menos. La percepción de la gente sobre los que trabajan en el campo es muy diferente; eso no se ha trabajado y ahora tenemos mucha prisa. ¿Por qué no se ha hecho antes? Del pasado no se puede vivir y debemos llegar a la sociedad y demostrar cómo es este mundo. Los profesionales del campo también nos lavamos y hay duchas, la gente se comporta como personas… el campo es un medio de vida muy digno”.

Por: Chema Díez Juan. 

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