[dropcap]T[/dropcap]enemos santas, catedráticas, artistas, socialité, empresaria,… Salamanca tiene en su historia grandes nombres de mujer y La Crónica de Salamanca inicia una serie donde se recordará a estas mujeres que dejaron su impronta en la ciudad y fuera de ella.
Al menos en esta parte del mundo, las mujeres de hoy en día podemos firmar con nuestro nombre y apellido si lo deseamos u optar por un seudónimo, pero una u otra elección no será óbice, para que el editor de libros o periódicos publique sus escritos.
Esto es ahora así y en esta parte del mundo, pero incluso en nuestro país, no hace demasiado tiempo, esto no ocurría y las mujeres preferían emplear el nombre de un hombre a dar demasiadas explicaciones, quizá por eso de economizar el tiempo, los recursos y las energías.
Quizá esto fue lo que motivó a la escritora salmantina Matilde Cherner, nacida en Salamanca en 1833, de madre natural de Aldeadávila y padre gaditano que llegó a Salamanca por trabajo al ser procurador de Juzgado, a escribir bajo el paraguas de Rafael Luna –su segundo nombre, se llamaba Rafaela, y el segundo apellido de su padre, Luna-, lo cierto es que fue bajo ese nombre, con el que se hizo un nombre, valga la redundancia, en el panorama periodístico y literario de su época.
Matilde Cherner fue muy polifacética y políticamente incorrecta para su época –era republicana, demócrata, federal y feminista que luchó por la igualdad de las mujeres- a la hora de plasmar su filosofía de entender el mundo, como se puede leer en el artículo Las mujeres pintadas por sí mismas. Cartas a Sofía, que publica en La Ilustración de la Mujer, donde hace hincapié en la educación de la mujer y su inclusión en la formación universitaria, para así poder trabajar en el espacio público, al igual que los hombres.
Tocó todos los géneros literarios. No se amedrentó ni con el teatro con obras como Don Carlos de Austria y La Cava, obras que no se pondrían sobre las tablas, ya que ambas tenían un trasfondo republicano que en su época, mediados del siglo XIX, no se contemplaba en España, pero es que además estuvieron salpicadas por la nebulosa de inquinas de otros literatos.
También se atrevió con la poesía, la novela o el artículo periodístico. Casi todo lo que escribió Matilde Cherner fue publicado en periódicos y revistas, incluso sus novelas u obras de teatro, por lo que cuesta mucho hacer un seguimiento de su obra. No obstante, sus textos ya están siendo objeto de estudio, localizándolos en distintos periódicos y revistas que se conservan en Bibliotecas y Hemerotecas de Madrid y Salamanca.
Entre los estudios que se han realizado sobre la figura de Matilde Cherner está el de Mª de los Ángeles Rodríguez Sánchez, en el que se cuenta que la primera publicación que ha encontrado de Matilde Cherner es un poema aparecido en La Revista Salmantina el 1 de abril 1852. Se trata de un poema que es un canto a la fraternidad titulado La Unión y en él ya se apuntan algunas de sus ideas políticas. «Este trabajo permite situarla entre el grupo de escritoras que a mediados del siglo XIX y debido a una serie de factores ideológicos, políticos y económicos, favorables para ellas, comenzaron a publicar en prensa, bien fuera en revistas especializadas para mujeres o en otro tipo de publicaciones diarias y semanales destinadas a todo tipo de público».
Algunos títulos de Matilde Cherner son: novelas Ocaso y Aurora, que se imprime en 1878, y está situada en el final del reinado de Carlos II, y María Magdalena, ambas firmadas con el seudónimo de Rafael Luna. María Magdalena es una novela muy especial, porque es la primera vez que el tema de la prostitución se aborda desde el lado de la meretriz y por una escritora, aunque firmara como un hombre.
María Magdalena fue su última novela, ambientada en Salamanca. A través de lo que cuenta la protagonista, una joven prostituta, podemos ver mucho del pensamiento abierto y adelanto de Matilde Cherner en el terreno social y político. Así la presenta en la introducción: [padding right=»10%» left=»10%»](…) “No es una novela, propiamente dicho, lo que hoy ofrecemos al público; es un libro cuyo importante asunto hace tiempo que está pidiendo la atención de los sabios y los filósofos, y que otra pluma más autorizada que la nuestra debía de ser llamada a tratarlo. (…)[/padding]
La escritora salmantina, a través de uno de los personaje de su novela habla de la posibilidad de legalizar la prostitución: [padding right=»10%» left=»10%»]“Por primera vez en mi vida me puse a considerar por su lado de vergüenza y oprobio para la sociedad que la tolera, la prostitución legal de la mujer, autorizada por las leyes de todos los pueblos civilizados, y tolerada por la religión cristiana”.[/padding]
Sobre el oficio de meretriz, el personaje de Magdalena, la protagonista, dice. [padding right=»10%» left=»10%»]“También pienso ahora con profunda tristeza que si el mundo, ese mundo que se dice tan ilustrado, no abrigara en su seno llagas tan gangrenosas, no tolerara infamias tan horribles, no permitiera que la mujer, esa dulce mitad del género humano, cayera en tal extremo de degradación, que de un ser puro, santo, respetable, que de una criatura humana hija de Dios y favorecida con sus dones, se trocara en una vil mercancía que cualquiera puede alcanzar por un infame precio; que si el mundo no tolerara tan vergonzosas monstruosidades, no tendría yo, pobre niña abandonada, que haberme visto arrastrada en el más inmundo fango”.[/padding]
Cherner carga sobre el Gobierno a través de los pensamientos de su personaje:
[padding right=»10%» left=»10%»]“Los gobiernos se ven obligados a tolerar la prostitución, como una salvaguardia de la virtud de las demás mujeres. Pero yo me vuelvo loca… Pero el mundo es un abismo de iniquidad… ¡Creer una necesidad la infamia, la vergüenza, el oprobio de tantas infelices!
A ti, a ti solo, mundo venal y corrompido, que sientas por ley tu desenfreno, que crees una necesidad hundir en el fango a seres infelices y desamparados; a ti, que sacrificas al débil en aras de tus vicios y tu egoísmo, a ti solo acusaré de mi infortunio.
¡Nosotras! ¿Nosotras constituidas en salvaguardia de la virtud de las demás mujeres?
¡Nuestra vergüenza sacrificada a su poder! ¿Y con qué derecho se nos despoja a nosotras de esa virtud, de esa pureza que a ellas se les conserva? Si es un sacrificio el que el mundo nos impone, ¿por qué van unidas a él la vergüenza y el oprobio?[/padding]
Eso sí, Matilde Cherner da voz, inteligencia, serenidad y criterio a la opinión de Magdalena. Se puede ver en este párrafo donde en el lupanar se junta con sus clientes –casi todos estudiantes de la Universidad de Salamanca- y dice:
[padding right=»10%» left=»10%»]“En mi tertulia, que yo sola presido, se discuten, pues es la discusión libre y sostenida por ardientes oradores, toda clase de intereses, tanto sociales, políticos, religiosos, filosóficos, administrativos, como puramente individuales, y aun divagando, si es caso, por los ilimitados campos de la hipótesis.
Aquí, cada uno expone sus teorías, se aplica las máximas que mejor le cuadra, cree o niega aquello que le conviene, y dando rienda suelta a la imaginación y alas palabras, se proclaman las ideas más elevadas con la misma insistencia que las más absurdas, sosteniéndose los principios más inmorales y corruptores, con el mismo calor que se sostienen los más nobles y generosos” [/padding]
Matilde Cherner y Salamanca
De Salamanca, Matilde Cherner no tiene buen recuerdo. Al menos es lo que se deduce de este poema, donde alude a su primera obra, La Unión, en la que habla de los oprimidos, poema que la Salamanca del siglo XIX no entendió muy bien.
[padding right=»10%» left=»10%»]Del claro Tormes en la fresca orilla
Mi adolescencia plácida corrió:
Hoy, que otro cielo ante mis ojos brilla,
Tu recuerdo mi pecho no olvidó.
No, no te olvido, bella Salamanca,
Emporio del saber… ¡hoy ya perdido!
Tu dulce nombre de mi pecho arranca
Un amargo, tristísimo gemido.
[…]
Y yo, que de mi vida en los albores
La unión, la libertad he proclamado.
Yo vi alzarse fanáticos rencores
Contra mi pobre canto entusiasmado.[/padding]
Gracias al personaje de Magdalena y a su novela, que transcurre por las calles de la ciudad, en concreto en el barrio de Los Milagros, donde se concentraban los prostíbulos, conocemos como era para Matilde Cherner Salamanca.
[padding right=»10%» left=»10%»]“Mi primera impresión al descubrir aquella ciudad triste, oscura y solitaria, perezosamente adormilada a la orilla del melancólico Tormes, que baña sus ruinosas murallas, fue tan dolorosa, que se oprimió fuerte mi corazón, cual si un genio maléfico me hubiera revelado todos los sufrimientos que bajo aquellos sombríos muros había de triturar mi alma
Pasada aquella primera e involuntaria impresión, y después que mis ojos se hubieran paseado por las pardas laderas del Tormes, que corría monótono y lento, reflejo en sus aguas el encapotado cielo, después de ir mirando una a una aquellas casas estrechas y tristes, cuyos verdosos tejados denunciaban la crudeza del clima, después de cruzar sus angostas y tortuosas calles, pésimamente empedradas, y donde aún existían las huellas de su pasado esplendor; ora en alguna almena o torre solitaria; después de contemplar con tanta admiración como asombro los grandiosos monumentos que aún conserva, apoderóse en mi alma un sentimiento de dulce y melancólica tristeza, pareciéndome que aquel recinto tan severo y misterioso, armonizaban con mis pensamientos y daba compañía a mi dolor”. [/padding]
Matilde Cherner deja Salamanca al morir sus padres y se instala en Madrid.
Salamanca la recuerda dándole su nombre a una calle del barrio de Vistahermosa.
Su vida y personalidad
No hay mucha constancia de la vida personal de Matilde Cherner, ni de la educación y formación que tuvo siendo niña, lo que sí se conoce es que dominaba el latín y el francés y por sus escritos se deduce que era una mujer culta, muy leída e interesada por la música. Además de tener unas fuertes convicciones republicanas.
Matilde Cherner murió en su casa de Madrid un 15 de agosto de 1880 y las crónicas periodísticas publican sobre su entierro: «La elegante y conocida escritora doña Matilde Chermá, [sic] que con el seudónimo de Rafael Luna escribía tan asiduamente en los periódicos literarios de la Corte ha muerto. Su entierro, al cual asistieron gran número de literatos se ha verificado en la tarde de ayer».
Su legado literario y periodístico se publicó en: La Revista Salmantina (1852); El Federal Salmantino, semanario republicano que en 1872-1873 publicó varios poemas suyos; El Tiempo (Madrid), donde publicó las novelas Ocaso y Aurora, Novelas que parecen dramas y Las tres leyes (1875-1878); La Ilustración de la Mujer y Las Mujeres, pintadas por sí mismas.
Y sobre su singular y enigmática vida, queda constancia en esta carta que envía a su amigo Francisco Asenjo Barbieri desde Marsella.
[padding right=»10%» left=»10%»]Hace quince días que estoy en Marsella y de esos quince he pasado uno en la calle, once en el hospital y tres en un hotel socorrida por el Cónsul. Esta noche me obligan a marchar enferma y casi desnuda pues he perdido todo mi equipaje y el traje que tengo es el mismo, o parte del que tenía la noche del domingo 14 cuando me caí en el mar donde permanecí más de cuatro horas.
Como yo no puedo decir aquí, ni tampoco me atrevo a consignarlo en esta carta, qué hacía yo a las doce de la noche a la orilla del mar sola ni a quién, ni por qué di doscientos francos que traía para mis gastos de viaje […] Necesito pues que me haga V. el favor de prestarme mil francos, que puede girarme a Barcelona, donde tengo una casa conocida en la que me recibirán bien y en la que podré reposar y recobrarse, si esto es posible, mi perdida salud.
Yo aunque poca tengo alguna hacienda con que responder de esta cantidad de que tanto necesito serle deudora, y V. me esperará a que sin grave perjuicio pueda devolvérsela. Prefiero morir, y esto se lo digo de todo corazón, a llegar a Madrid en el triste estado en que me encuentro, sin contar que mi quebrantada salud no me permitiría tan largo viaje máxime haciéndolo como una mendiga de consulado en consulado.
Y todo por haber querido salvar la vida a quien jamás me pagará ni me agradecerá siquiera tal favor.
No me atrevo a explicarme más y le ruego que hasta mi regreso a Madrid tenga la bondad de guardarme secreto sobre esta carta […][/padding]
El compromiso social y político y su claro republicanismo será una constante en toda su vida, que por cierto fue corta, 47 años.
Bibliografía.
- Matilde Cherner; una voz femenina y crítica ante la prostitución en la españa de 1880, por María de los Ángeles Rodríguez Sánchez. Universidad Complutense de Madrid.
- Matilde Cherner, canon y anticanon: periodismo político, M.ª de los Ángeles RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
- Real Academia de la Historia.
- María Magdalena, Matilde Cherner.
- Blog. Historias del Cuarto de Atrás.