Esta columna surge como consecuencia de la anterior. Salamanca, que en muchos aspectos vive de las rentas, presume de ser una ciudad muy culta, docta y sabia, pero carece de un museo para que estudiantes y turistas cualificados puedan conocer el arte local más reciente, sobre todo desde finales del XIX. El de etapas anteriores ya está en otros sitios y es complicado reunirlo, aunque algo sí que se podría hacer.
Tras la columna anterior recibí varios mensajes. Muchos señalaban que la idea, preciosa, resultaría inviable porque el dinero se destina a otros fines, con pretensiones electoralistas o, simplemente, sin criterio, por apariencia. Un ejemplo actual son las macetas superlativas, espantosas, que destrozan la belleza y armonía de las calles céntricas. Sin embargo, otros mensajes alegaban las dificultades para la adquisición de fondos, que resultarían muy caros. Nada más lejos de la realidad.
La ubicación fue otra de las cuestiones planteadas, pero lugares hay. Me viene a la memoria la fastuosa presentación, en 2021, del megaproyecto para el solar de las Adoratrices. La Fundación Caja Duero se lo cedió al Ayuntamiento, por 145.000 € anuales, con el objetivo de exponer temporalmente colecciones si determinar, los autómatas de la Casa Lis, una memoria de las plazas de toros, crear talleres de restauración… ¡Vaya gazpacho! Pero tres años han pasado y, salvo que me corrijan, nada se volvió a saber. Como el alquiler se pagará religiosamente, más valdría rentabilizarlo con algo realmente útil.
La construcción de un edificio, o acondicionamiento de otro sin uso, para el hipotético museo sería siempre una inversión y quedaría como patrimonio. Y pagarlo es factible. El museo diocesano costó la mitad de lo que se ha metido en un campo de fútbol. La realización del nuevo Museo de Semana Santa de Zamora, presupuestada en diez millones de euros, ha puesto de acuerdo a todas las instituciones para sacarlo adelante. Es decir, que con voluntad los proyectos se consiguen. Pero hay que creer en ello, igual que creyeron algunos alcaldes del pasado que lograron cosas importantes para la ciudad.
Dotarlo de fondos no es complicado cuando hay cabeza y se va en serio. Las familias de los artistas fallecidos, que conservan aún buena parte de la obra, estarían dispuestas a ceder piezas representativas si su destino es digno. Con los artistas vivos es más fácil negociar una compra a precios asequibles. La mayor parte son generosos si les reconocen su valía. Están también las colecciones privadas. Algunos coleccionistas fallecidos mostraron disposición a ceder total o parcialmente sus fondos en beneficio de la ciudad. Pero nadie ha pensado en hablar con los herederos, que frecuentemente acaban malvendiendo la obra.
Podría ser, aunque de momento parezca solo un sueño. Sin embargo, qué reconfortante resulta imaginar un espacio que reúna, entre otras, la obra de González Arenal, Manolo Gracia, González Ubierna, Zacarías González, Isabel Villar, Abraido del Rey, Sánchez Méndez, Álvarez del Manzano, María Cecilia, Jerónimo Prieto, Florencio Maíllo, Andrés Alén, Domínguez Guilarte, Fernando Segovia, Mateo Hernández, González Macías, Damián Villar, Montagut, Mayoral, Núñez Solé, Venancio Blanco, Casillas, Severiano Grande, Ángel Mateos, Jenaro Pinto, Ramiro Tapia, Portilla, Jacinto Orejudo, Mesonero, Pro, Gasco, Salud Parada, Marty Bolonio, Paloma Pájaro, Sánchez Blanco, Alfonso Cuñado, Ángel Luis Iglesias… ¿A nadie le gustaría?
2 comentarios en «El museo soñado»
Una idea magnifica, pero no te haran ni p… caso. Dentro de unos dias a las casetasy a la fiesta. Pan y circo y a la cultura ni caso.
Antes de derrochar tanto dinero público en macetas y macetones, quizás debiéramos consensuar el nuevo modelo de ciudad para salir de este agujero negro que nos está llevando de ser un gran geriátrico en un mega cementerio.
Dos de cada tres jóvenes con títulos universitarios se han tenido que ir de Salamanca para desarrollar su talento.