La palabra que más se repite en la entrevista es adolescencia. Todos los que estamos leyendo ahora esto hemos pasado -quizá algún adolescente despistado también la lea- por esta etapa. La conversación con Nando López, uno de los escritores más leídos en esta franja de edad, pone negro sobre blanco algunos miedos que se tienen como adultos -padres o no de adolescentes- que se arrastran de esta época. Infancia y adolescencia son los cimientos con los que viviremos, aunque como dice el autor, también se puede aprender después.
¿Cuánto de empáticos tenemos que ser con los adolescentes?
Mucho más de lo que lo somos. Nos falta una mirada más cercana a su realidad, sobre todo debido a las diferencias que hay de su adolescencia con la nuestra. A veces juzgamos la adolescencia contemporánea sin pensar en el contexto particular que están viviendo.
¿En qué sentido?
La forma de comunicarse a través de las redes sociales y cómo ha cambiado su realidad. La situación socioeconómica en la que estamos, crisis climáticas… Es una adolescencia que está creciendo en un entorno un tanto hostil.
¿Cómo nos acercamos a ellos?
Creo que tenemos que comprender la singularidad adolescente, recordar la nuestra, en la que te encierras, te cuesta relacionarte con el mundo adulto o buscas tu voz; que es un momento complicado, pero a la vez entender que tienen retos distintos a los nuestros. Hay que tratar de acompañarlos en esos retos. Así que sí, la empatía es importante, al igual que no presionar, entender que necesitan su espacio.
Son la primera generación netamente digital. Quizá los padres sepan manejar el whatapps, pero no es lo mismo.
(Risas) Ellos utilizan otras redes y formas de conexión.
¿Se nos olvida que ellos nacieron con lo digital bajo el brazo?
Más que olvidarnos, es que nos da miedo entrar en ese tema o no sabemos cómo hacerlo más allá del veto o censura. Tenemos que educar a usar esos medios digitales, la responsabilidad digital, trabajar… Pero, también creo que en ese sentido caemos en la demonización y en la hipérbole. Es verdad, que las redes, desde un uso tóxico son complicadas y un mundo digital puede ser difícil, pero esta generación está usando el mundo digital de modos muy constructivos.
¿Cuánto arte juvenil se está viendo en las redes?
Muchísimo. Es su altavoz. Están creando sus canales de comunicación y difusión de ese arte, formas de contar. Por ejemplo, wattpad es una plataforma donde podemos encontrar textos de todo tipo. Algunos no van a ser buenos, pero hay muchos que sí que son interesantes. Ahí comparten sus historias y saldrán voces del futuro de la Literatura. Otros utilizan Instagram para compartir poemas, ilustraciones, dibujos… Creo que ahí sí que tienen una mirada donde el mundo digital les sirve para crear y difundir, que no teníamos otras generaciones.
Vemos que escriben, pintan, interpretan, crean… por lo que le toca como escritor. ¿Los adolescentes leen?
Si. Hay muchísima adolescencia lectora, más de lo que podamos pensar. Siempre se cae en el error de que los adolescentes no leen, el problema de lectura es un problema social, de todas las generaciones. Pero, en la adolescencia leen y comparten lo que leen. Hacen reseñas. A mí me escriben para reseñar libros; hacen retos de lecturas…
¿Sí?
Sí. Por ejemplo: ‘Vamos a leer dos clásicos y dos actuales’ o ‘Leemos dos de teatro y dos de poesía’… Hay una voluntad de usar las redes desde un lugar creativo, informativo… para muchas personas del colectivo LGTB es un lugar de unión, de asociacionismo, de compartir información… A veces se nos olvida que esta generación digital está usando esas redes desde la creación, apoyo o información.
¿Por qué denostamos tanto la adolescencia y ensalzamos nuestros primeros años, la patria chica, la infancia?
Porque duele mucho. La adolescencia es el exilio de la infancia. Es el destierro del lugar donde todo está bien y es seguro. La adolescencia es el comienzo de las preguntas, el miedo, la incertidumbre… Nadie tiene respuestas y es el primer momento adulto de la vida. Realmente te enfrentas a un montón de cuestiones que te van a marcar y para las que no tienes una respuesta fácil y todo el mundo te exige que las ofrezcas. Es una etapa tan incómoda y que nos ha dejado tantas heridas, que creo la olvidamos y solo despierta cuando tenemos el valor de mirarla con sinceridad y de ejercer esa empatía que decíamos al principio.
¿Qué valores que tenemos en la adolescencia permanecen en nuestra vida?
A mí me cuesta pensar que no tenemos la posibilidad de educarnos en algún momento. Pero, sí que es verdad, que si en la adolescencia no tenemos la posibilidad de tener una educación familiar, académica, cultural, feminista, LGTB, antirracista… Luego es mucho más difícil incorporar esa mirada de una manera orgánica. Es muy importante crecer con esos valores, con lo cual que denostemos la adolescencia o la miremos con distancia, no quiere decir que no nos influya enormemente lo que hemos vivido en ella.
Se nos queda dentro.
Sí. Puede que no miremos a la adolescencia, pero todo lo que nos ha pasado en ella, se mantiene en quiénes somos. Es muy importante trabajar desde el mundo adulto por ofrecerles una educación favorable a los derechos humanos, si no es así esos conatos de violencia se van a quedar ahí y van a pervivir a lo largo del tiempo.
Lo califican como el escritor de adolescentes…
Sí, aunque también he escrito obras de teatro y Literatura adulta.
¿Cuánto le ayudó dar clase a jóvenes para escribir sus libros?
Mucho. El hecho de haber dado clase ha sido clave, no solo como ayuda, también como estímulo.
¿Por qué comenzó?
Porque quería escribir libros que hablasen a mi alumnado, a los jóvenes con los que yo estaba. Tenía la sensación de que había muchos temas que no estaban en los libros que buscan y que les llegan. Gran parte de la inspiración de lo que hago nace de ahí, de ese cariño, de ese vínculo afectivo del aula. Recordar mi propia adolescencia al ser profesor o los libros que no pude leer… Como adulto escribo los libros que necesito hacer ahora, pero cuando escribo para jóvenes, escribo los libros que no tuve. Pienso mucho en lo que a mí, como lector, me hubiera gustado leer. En mi adolescencia tenía pocas posibilidades de llegar a títulos que me hablaran de realidades que me importaban.
¿Cuánto argumentario saca para sus libros de los encuentros con la juventud?
Es más, los últimos seis o siete libros han nacido de esos encuentros. Son muy generosos.
¿Se abren en ese momento?
No, lo hacen a través de mensajes que me escriben después.
¿Cómo plantea estos encuentros?
Quiero que para ellos sea un punto de partida de diálogo. Si ellos quieren contar o contarme algo que sepan que hay personas que los vamos a escuchar. Muchos escriben después y a veces te plantean historias, ideas… y de aquí salen muchos argumentos.
¿Se ha sorprendido con alguno de ellos?
Sí. Dos ejemplos muy concretos, en uno de mis últimos libros, en este caso para la infancia, diez, once años… La canción de los sin nombres, pedí públicamente en redes a profes que si alguien quería colaborar diciendo una persona y qué personaje le gustaría ver en una obra de teatro. Una profesora me mando trabajos que habían hecho en clase, uno de los niños pedía un personaje, que al igual que él, tuviera una enfermedad degenerativa. Él quería que se hablara en la obra de teatro y que dijera que su vida es dura, pero no triste.
¡Qué duro!
Sí. Esa realidad nunca la había abordado, ni nunca me lo había planteado en una obra infantil. Pero, me pareció importantísimo y ahí está.
Y el segundo caso.
Las durmientes nace de un encuentro en el que estamos hablando de otro libro, Nadie nos oye, donde se habla de violencia machista, y cuando llegué a casa, una chica me dice que ella ha vivido una situación parecida a la de la novela, que fue víctima de una agresión sexual. Y me digo que algo que falta en la novela es contar lo que ella vivió.
¿Qué fue?
Lo que ella me dijo textualmente: “El verdadero infierno vino después”. A partir de aquí hablo con ella, con la familia, con psicólogos… y sale un libro que se llama Las durmientes. Muchas veces me sorprende la dureza de lo que te plantean, la honestidad, la urgencia o la necesidad de contar.
¿Hay algún tema del que no ha hablado?
Sí, pero porque creo que hay que documentarse mucho antes de escribir sobre cualquier tema. Eso sí, ya he recibido varias peticiones para abordarlo.
Nos tiene en ascuas. ¿De qué se trata?
Tiene que ver con cierta discapacidad que son parte del colectivo LGTB y que te hablan de que viven una doble discriminación y quieren que cuentes su historia. Ahora, me estoy documentado sobre ello para contarlo bien, porque hay un tema importante de sensibilidad cuando abordas realidades que no son la tuya. Algunas son tan difíciles que no sé si voy a encontrar el modo de literaturizarlo.
La realidad siempre supera la ficción.
Eso es. Siempre la supera. También en lo positivo. Hay historias de superación que nacen de historias reales.
¿Por qué le gusta más escribir sobre la parte emocional que la física, teniendo en cuenta que lo físico es más sencillo de darle un like?
(Risas) Por ir en contra de la cultura de la imagen. Es más, en mis redes sociales tengo la costumbre un tanto paródica, que lo llamo selfis innecesarios, que ya se ha convertido en una especie de guiño con mis lectores, que a veces me lo piden. A mí me interesa ahondar en la emoción, en la psicología del personaje y también tiene que ver con mi gusto como lector. Detesto las descripciones físicas. Me aburren. Me interesa la Literatura que te plantea algo más reflexivo, que va a lo profundo… Los datos físicos solo me interesan cuando son significativos para entender la vida del personaje. Si no es así, es caer en algo muy ornamental.
Tenemos prejuicios a la hora de ‘ordenar’ los distintos géneros: Infantil, juvenil, adulto, LGTBI+, thriller, romántica… teniendo en cuenta que los cuentos los podemos leer a cualquier edad.
Sí. Soy una de las personas que reivindica que no existe una literatura LGTB, existe una literatura con personajes LGTBI, pero nunca he escuchado que Madame Bovary sea una gran novela hetero y sí que a veces con alguna de mis novelas escuchas que son LGTB. Creo que no habría que hacer división según la orientación de los autores o los personajes. Sí que es interesantes subrayar que hay historias con personajes LGTB, porque hay personas que necesitan encontrar esos libros. Pero luego que estén colocados en el estante del género literario que correspondan, si es novela policiaca, terror, documento o dramática.
Y qué hacemos con el ‘orden’ en las infantiles y juveniles…
Hay un enorme vacío en el mundo de la crítica, en el periodismo… Le prestan menos atención, porque se considera algo menor. No se valora ni el esfuerzo estético que supone, ni el creativo, ni el trabajo que hay detrás… Es verdad que la buena Literatura infantil y juvenil es universal, sobre todo porque es una literatura llena de capas.
¿A qué se refiere?
Cuando te enfrentas a un poema infantil, a una novela juvenil o un cuento, según la edad o tu experiencia vital, vas a interpretar cosas diferentes. Y sin embargo tenemos una mirada reduccionista donde decimos: ‘Eso ya no es para mí’.
Esos son los cimientos del lector. ¿Por qué ustedes lo reivindican tan poco?
Lo peleamos, prueba de ello es que existen salones como este de Salamanca del Libro Infantil y Juvenil y el trabajo que hace Lasal, precisamente si estoy aquí es que apoyo esta reivindicación que dignifican la Literatura infantil y juvenil y llenan espacios con ella. Hablemos con jóvenes y con universitarios. He estado en Educación dando una charla. Es importante que se reivindique que se necesita la presencia de lo infantil y juvenil en el mundo académico, de la investigación… El problema es que es muy difícil cambiar la mirada de una sociedad adultocéntrica.
Explíquese.
La sociedad mira al niño como consumo posible. Me interesa al niño en cuanto sus padres van a comprar estas u otras cosas; me interesa el adulto por lo mismo y no me interesa el adolescente, porque busca otro tipo de vectores, ahí no acudo. Tenemos un problema que nace de ese capitalismo salvaje en el que estamos inmersos. No nos ve como lectores, nos ve como consumidores. Además, tiene que ver con una tradición cultural.
Sois pocos los autores…
En Inglaterra o Alemania no cuestionan la validad de la Literatura infantil o juvenil. Todo el mundo tiene claro que sus autores son grandes referentes en esa etapa. También en los países nórdicos.
Y aquí…
Gloria Fuertes, a la que se le añade la coletilla de… ‘También escribió literatura adulta’. Cuando el mero hecho de ser la gran poeta de y para la infancia de su tiempo, hace que tenga un lugar sobresaliente en la historia de la Literatura.
¿Qué habría que cambiar?
Cuando se nos pregunta a los autores por nuestros referentes literarios siempre hablamos de escritores de Literatura adulta, cuando realmente nuestros referentes están en la infancia. Empecé a escribir porque leía a Gloria Fuertes, Roal Dahl o Joan Manuel Gisbert. Luego se sumaron otros, como Carmen Martín Gaite, ya siendo adolescente. Queda mucho por cambiar.
¿Qué importancia tenemos que darles a las bibliotecas municipales?
Muchísima y hay que invertir mucho más en ellas. Es un lugar imprescindible para personas que necesitan ese espacio, no solo porque no puedan adquirir libros de otra manera, también porque son puntos de encuentro. Dinamizan clubes de lecturas. Hay personas que disfrutan leyendo y aprender a leer desde el placer. Es un lugar donde puedo dialogar con escritores. Las bibliotecas municipales son el palacio de lo público. Son un privilegio. Por desgracia, ahora están en un momento donde la inversión que se hace es insuficiente y son esenciales para dinamizar la ciudad y para que tengamos espacios donde la cultura sea un bien accesible a todo el mundo.
1 comentario en «“La adolescencia es incómoda y deja heridas”»
Genial Nando López y genial la entrevista. Muchas gracias.