Carlos Areces, habitualmente vinculado al humor, también incluye en su carrera papeles serios, además de otros proyectos nada cómicos. Programas televisivos como ‘Muchachada Nui’, ‘La hora chanante’ o ‘Museo Coconut’ tienen su sello y forman parte de una trayectoria artística que sigue creciendo. Las plataformas de cine y series muestran gran parte de su versatilidad actoral, que despliega en éxitos actuales como ‘La que se avecina’, ‘El Pueblo’ y ‘Muertos SL’. Pese a su apretada agenda, y ya que visitará la ciudad con su concierto de ‘Ojete calor’, grupo del que forma parte junto con Aníbal Gómez, Carlos ha hecho un huequito para La Crónica de Salamanca y ha respondido a preguntas sobre su carrera profesional, con pinceladas de su personalidad y detalles sobre cómo será su actuación cómica del próximo 22 de febrero, en el Multiusos Sánchez Paraíso.
Estuvo recientemente en los Goya. ¿Qué le han parecido los premios?
Decir que fui a los Goya es mucho decir. Fui a la fiesta de los Goya. La ceremonia, afortunadamente, me la pude ‘fumar’.
¡Claro, la fiesta!
Por un lado está la oficial de los Goya y por otro están las que hacen algunas productoras. Yo iba a pinchar a la oficial.
¿Y qué le han parecido los premios?
Muy repartidos. Me ha sorprendido porque, generalmente, tanto los Goya como los Óscar ocurre lo mismo. Nadie se ve todas las películas que se estrenan, eso es imposible. Entonces, al final todo se resuelve entre las cinco que ha visto todo el mundo. Y normalmente hay una clara favorita que, imagino, en muchos casos, por pereza, es la que se acaba llevando todo. Sin embargo, este año ha estado muy repartido.
Es actor de cine, pero… ¿también de teatro?
No, teatro profesional no he hecho nunca. He hecho teatro en el colegio, en la parroquia del barrio y ese tipo de cosas…
Ilustración sí que ha hecho.
La hacía. Estuve trabajando en ‘El Jueves’ varios años, para ‘Fotogramas’ y para varias revistas. Pero cuando empecé a dedicarme al cine y a la televisión, cada vez tenía menos tiempo libre y, claro, económicamente no hay color. Poco a poco lo fui aparcando. En ‘El Jueves’ yo tenía dos páginas semanales más otras tantas de actualidad. Al final acabé haciendo solo una colaboración en ‘Fotogramas’, una vez al mes, un dibujo. Finalmente eso también murió cuando empecé con los rodajes. A veces me pillaba rodando fuera de mi casa, en otras ciudades, y tener que estar pendiente del dibujo que tenía que hacer, luego escanearlo, puf, era…
Poco compatible.
Pereza. Sobre todo pereza. Empecé a valorar más mi tiempo libre.
Su formación universitaria es en Bellas Artes.
Sí, en Cuenca, porque en Madrid no entré. Me presenté dos años seguidos y me tiraron. El segundo año ya entré en una depresión supina. Hasta que me dijo una amiga “oye, pues yo me he presentado en Cuenca y bien”. Y probé. Entré y allí me quedé cuatro años.
¿Cómo fueron sus inicios en el audiovisual?
Fueron en ‘Paramount Comedy’. Cuando llegué, era un canal recién abierto que se nutría, sobre todo, de monologuistas y de reposiciones de series, algunas españolas, como ‘Compañeros’, y algunas americanas, generalmente antiguas. Y, aunque yo nunca hice monólogo, metí ahí mi pie y empecé haciendo algunos sketches para los primeros programas que producía. De ahí pasé a ‘La hora chanante’ y… el resto es historia.
Historia, pero muy presente para cierta generación.
¿’La hora chanante’?
Claro, y “Muchachada Nui”…
Sí… ‘Retorno a Lilifor‘, ‘Museo Coconut‘…
¡Qué buenos!
Sí, aunque te diré que los inicios de ‘La hora Chanante’ pasaron absolutamente desapercibidos. Se emitía en ‘Paramount Comedy’, un canal de pago que tenía muy poca gente. Además, era todavía menos la gente que veía ‘La hora chanante’. YouTube nos ayudó muchísimo porque, de repente, hubo un sketch que se hizo muy viral.
¿Cuál fue?
El de ‘Hijo de puta hay que decirlo más‘. Ganó un montón de visualizaciones muy rápidamente. De repente, la gente ya veía ‘La hora chanante’, y pasamos de ser un programa que no veía prácticamente nadie a ser el más visto de Paramount.
Con un tipo de humor que quizá no es para todo el mundo.
¿Y qué humor es para todo el mundo? Woody Allen no lo es. Torrente tampoco. Nada es para todo el mundo. Nosotros, felices, porque conseguimos un nicho con el que poder subsistir.
Hablamos de los inicios de YouTube.
Claro, era un YouTube pretérito. Antes de la banda ancha, para descargarte dos minutos tardabas diez. Era una cosa eterna. Con lo cual, funcionaban las píldoras pequeñitas, que no duraran más de cinco minutos. Así que nuestros sketches eran un caramelito para YouTube, el formato ideal. Alguien nos dijo: “Hay un sketch vuestro que tiene ya medio millón de reproducciones”, que en su época eran un montón. Y lo primero que preguntamos fue: “¿Y qué es YouTube?”.
Otro cambio más actual ha llegado con las plataformas de streaming. ¿Cómo lo valora?
Prácticamente ya no veo la tele en abierto. (Risa). ¿Que cómo lo valoro? Genial. Me parece maravilloso, porque nos está dando de comer a muchas personas. El número de ventanas y de proyectos se ha multiplicado exponencialmente. Yo, feliz, claro. ¡Que dure!
¿Ir al cine está entonces menos valorado?
Yo creo que sí. Desde luego, va menos gente. Yo sigo yendo, porque soy old school. Pero las salas de cine cada vez tienen menos gente. El día de los Goya aproveché para ir, porque en frente del hotel tenía un cine y me metí. Era un sábado por la tarde y la sala era enorme, no creo que bajara de 700 bucatas. Y estábamos cuatro personas. Aunque las salas de versión original tienen más gente, pero los multicines… no sé cómo se lo montan. Ir al cine es ya un acto romántico.
Con su ritual de las palomitas…
A ver, palomitas he comido. Lo que no puedo entender es que se vendan Doritos, patatas fritas y todas esas bolsas de plástico, porque eso es ‘darte’ la película. Es una tortura.
Está a punto de llegar otro cambio que va a revolucionar el audiovisual, la comunicación, la cultura… Es la inteligencia artificial. ¿Hay que tenerle miedo?
Yo le tengo un poco, no te voy a engañar, porque a mí esto me recuerda a Terminator. Toda la gente de mi generación, cuando oímos “inteligencia artificial”, en lo primero que pensamos es en Skynet: las máquinas ya han tomado el control. Ya he oído a varios especialistas diciendo que, probablemente, a día de hoy, la inteligencia artificial no sea consciente de sí misma, pero que eso no tardará en ocurrir, y que seremos la segunda mayor inteligencia de la Tierra.
Vaya. Ahora tengo más miedo que antes. (Risas)
Claro. Habrá otra especie consciente de su existencia e infinitamente más inteligente y con más recursos que nosotros. ¿Qué pasará en ese momento? Pues… no lo sé. (Risas). No sé si es el típico terror paleto que acompaña a cada avance científico o es un miedo fundado. A mí, a priori, me parece que puede haber algo de realidad.
Mientras llega o no llega ese escenario de terror… ¿nos cuenta un poco qué podemos ver ahora de su trabajo en las plataformas de cine y series?
Podéis ver muchas cosas: ‘La que se avecina’; ‘Muertos SL’, que acaba de estrenar la segunda temporada; ‘Machos alfa’, donde tengo un papelito pequeño, pero ahí estoy; o ‘El pueblo’, que ya tiene unos años, pero ahí está. También tenéis una película que se llama ‘Quién es quién’, donde hago un cameíto. Y luego ya clásicos míos de años pretéritos.

¿Qué puede adelantar sobre futuros proyectos?
Lo siguiente que voy a rodar es una serie que se llama ‘Rafaela’. Empezamos en abril y luego vuelvo con ‘La que se avecina’. Espero rodar una peli para verano y, en septiembre, tengo otros dos proyectos de serie de los que aún no puedo hablar.
¿Y ahora mismo qué se trae entre manos?
Ahora mismo lo que estoy preparando, sobre todo, es mi casa. Estoy de obras y eso me lleva la vida. Tengo que ir encontrando huecos para dedicarme a mi casa entre los conciertos, preparar la serie que empezamos a grabar en abril y diversos asuntos familiares. Entre todo eso tengo que sacar espacio para dedicar a mi casa, terminar detalles, mudanzas…
A su vida.
A mi vida.
Ha hecho referencia antes a ‘La que se avecina’. Recientemente, el actor Fernando Tejero, que interpreta a Fermín Trujillo, ha anunciado que deja las serie.
Sí, y tengo que decir que me da mucha pena porque con él me reía mucho. Era un compañero con el que me lo pasaba muy bien.
Ha explicado que cambia a otros proyectos porque eligió la profesión de actor “para vivir continuamente otras vidas”. ¿Se siente igual?
Es verdad que el cambio de registros es muy estimulante. No siempre podemos elegirlo. Pero entiendo su reflexión. Aunque creo que, en concreto las series, son compatibles para hacer otros proyectos, por lo menos para mí. Afortunadamente, tengo opciones para combinar, algo que agradezco.

¿Hay que tomarse el humor en serio para que funcione?
No creo que haya que tomarse prácticamente nada muy en serio. (Risas) Me parece que está bien reírte con lo que te haga gracia. Para mí desde ese momento ya es humor, no entro a más consideraciones. Evidentemente, la percepción es subjetiva y muy lícita para cualquiera. No creo que haya límites que no se deban cruzar. El único límite que debe poner cada uno es el suyo propio: “Eso me hace gracia, es humor”. Suficiente.
La siguiente pregunta es muy diferente. Hemos hablado sobre vivir otras vidas, pero vamos a pasar a la otra cara de la moneda: la muerte. Ha publicado usted un libro sobre fotografía de personas fallecidas en la época victoriana. ¿Qué puede contar sobre la obra ‘Post Mortem: Collectio Carlos Areces’?
Era un proyecto muy bonito y, a la larga, ha sido mi peor experiencia profesional. Ese libro recopila mi colección de fotografía post mortem, que he reunido a lo largo de unos veinte años comprando en mercadillos, por Internet, en ferias de papel antiguo… Es un tema que me apasiona.
Me gusta mucho la fotografía antigua en general pero, cuando vi la película de ‘Los otros’, que toca el tema, me quedé intrigado. Y dije: “Pero… ¿esto será real? ¿O es una licencia artística que se han tomado para la película? ¿Esto se podría considerar un género? ¿La gente fotografiaba a los muertos de manera ritual?”. Empecé a investigar y descubrí que sí, y que además tenía un sentido.
Cuando la fotografía aparece y empieza a comercializarse a mediados del siglo XIX, era muy cara por lo que, la mayoría de la gente que moría, no tenía una foto en vida. Recién muerto, era la última oportunidad. Era un acto de amor de los seres queridos que se quedaban.
¿Y cómo comenzó a gestarse el libro?
Casualmente, un editor llamó a mi puerta, y empezamos un proyecto que acabó durando tres años. Enseguida empecé a notar pequeños desacuerdos estéticos aunque, afortunadamente, por contrato, yo tenía que supervisar todo lo que tuviera que ver con materiales, diseño, estilo… No teníamos las mismas opiniones en cuanto a cómo sacar el proyecto adelante.
Pero finalmente se publicó.
Con muchos desencuentros, el proyecto salió, pero todas las personas que trabajamos en él descubrimos que el editor, una vez que se puso a vender el libro, dejó de pagarnos y de contestarnos. Yo le tengo puesta una denuncia. Fue un proyecto muy frustrante.
¿Se puede adquirir en algún sitio?
Pues quedó muy bonito, pero ese libro, ahora mismo, es inencontrable, porque el editor dejó de pagar también a la fabricante. Ni siquiera se ha hecho la tirada que se anunciaba que iba a salir, 1.839, una cifra homenaje al año oficial del nacimiento de la fotografía. Pero no se hicieron más de mil copias. Ahora mismo hay ahí un proyecto precioso paralizado, anquilosado y arruinado.
Quizá esos ejemplares ahora se hayan revalorizado.
Era un libro caro, con una edición muy lujosa. Ahora mismo no te puedes hacer con un ejemplar, a no ser que una de esas mil personas lo quiera vender.
Estaré atenta.
Solo hay un ejemplar a la venta de un particular en Amazon.
¿Y qué precio tiene?
Prefiero que lo veas tú. Fíjate que, hasta hace poco, había alguien que lo vendría en Wallapop. Pero ya se deshizo de él.

¿Esta es la peor experiencia de su carrea?
Es la más desagradable. En cine, he oído hablar a compañeros de productores que les han debido dinero, y algunos tienen muy mala fama, también en televisión. Yo, afortunadamente, nunca he tenido problema.
Le propongo dar un giro y pasar a algunas preguntas sobre el concierto de Ojete Calor en Salamanca.
Un giro dramático. Venga.
En las redes sociales, la difusión del evento incluye el mensaje “no se nos ocurría un sitio peor para arrancar la gira”. ¿Tardaron mucho en encontrarlo?
(Muchas risas). Al final realmente el sitio se eligió él solo. Nosotros vamos cerrando fechas y, claro, se van ordenando en el calendario. Lo que pasa es que la publicidad en positivo nos parece algo muy vulgar y chabacano. Es el equivalente de salir al escenario y decir algo así como “¡un beso muy fuerte, Córdoba, sois una ciudad maravillosa!”. Eso nos parece tan baboso y tan típico que hemos optado siempre por lo contrario. Nos hace mucha gracia llegar poner a parir el sitio en el que vamos a actuar.
¿Hay algo de crítica ahí, entonces?
No, no es una crítica: es que nos divierte. (Risilla). La crítica ya se la ponéis vosotros como queráis.
¿Habrá un detector de feos a la entrada del Sánchez Paraíso?
La gira es solo para gente guapa. Un detector no, pero va a haber un jurado que estudiará cada caso.
Pues iba a ir, pero… ya no sé qué hacer.
Arriésgate. Pero no podemos levantar la mano. El jurado tiene autonomía y es muy estricto.
Lo pensaré, entonces.
(Risita disimulada).
¿Qué tenéis en contra de los feos?
No proceden. No hacen esta vida mejor. Yo no tengo nada en contra de los feos, es una desgracia como otra cualquiera pero, si eres así, no salgas de tu casa, porque yo no estoy obligado a verlo.
Coarta su libertad de ir mirando hacia donde quiera.
(Risilla). Sí.
Todo el mundo quiere saber si es una persona muy seria pese a hacer papeles cómicos. Creo que les voy a decir que no lo es.
Estás muy equivocada. Yo soy extremadamente serio. Y tiendo a la depresión, a la amargura y al pesimismo.
Pero, ¿vale más ser gracioso que guapo?
No, no. (Risas compartidas). No lo creo. Ser gracioso te abrirá unas cuantas puertas; ser guapo, te abre muchísimas más.
¿De dónde nacen las letras de las canciones de Ojete Calor?
De la cotidianeidad, de lo que nos hace gracia en el día a día. De esas cosas que, por norma general, no tienen mucha importancia, pero a las que nosotros se la damos.

A continuación le voy a decir tres acontecimientos de la actualidad salmantina y tiene que decidir si serían válidos para una sketch de ‘Muchachada Nui’, una canción de ‘Ojete calor’ o un proyecto no vinculado con el humor.
Vale.
La ciudad acogió un congreso de jeques árabes que prometían grandes inversiones, pero que se quedó en nada, en concreto porque los jeques, al parecer, ni siquiera lo eran.
Con esto hacemos un sketch, sí.
Estas navidades, en uno de los belenes que se instalaron, alguien robó el Niño Jesús.
(Carcajada).
Pero la cofradía que lo organizaba tenía un Niño Jesús de emergencia, así que lo solventó de inmediato.
Esto lo trataría de manera muy seria. Haría un drama social. Le daría un guión a Ken Loach para que hiciera un película. O a Fernando León de Aranoa, en España.
El último supuesto. Desde hace tiempo se celebra el Año Nuevo Chino en Salamanca, que incluye la instalación de una estatua del artista Xu Hongfei en la Plaza Mayor. En varias ocasiones le han robado algo a la figura: un abanico, una flauta, la lengua de la serpiente…
Vale, pues con eso hacemos una canción de ‘Ojete’: ‘Stolen complement’ (‘Complemento robado’).
Si de verdad la hacen, necesitaré tener esa información.
Serás la primera en saberlo.