Opinión

Carnaval todo el año

Una cofrade en una procesión. Imagen de loyogallegos en Pixabay

A veces los escritores mojan su pluma no en tinta, sino en pura mala leche, como hace Mariano José de Larra cuando escribe que en España todo el año es carnaval. Está de más decir que esta metáfora no hay que tomarla al pie de la letra (con ninguna se puede hacer eso), pues si no hay días rutinarios de fondo gris no puede haber carnavales con su color y su estruendo; ni hay vacaciones sin días laborables, etc. Después del desmadre debe venir la rigurosa doña Cuaresma, con esos cuarenta días que recuerdan los de la dura estancia en el desierto del profeta Elías y de Jesucristo.

Lo que quiere decir el ‘Pobrecito hablador’ en su artículo de 1833 es que en España la máscara de la hipocresía es de uso general, de modo que no hacen falta carnavales para encontrar disfraces en todos los ámbitos y en cualquier momento: los de los que pasan por buenos y son ladrones y maledicentes; la mujer de cara angelical que es infiel, envidiosa e insufrible; aquél que se muestra en público como ejemplo de cortesía con las mujeres y luego es un tirano grosero en privado. Y así: el abogado pica pleitos que finge ser capaz de resolverlos; el militar que presume de victorias sin haber pisado el campo de batalla; el catedrático que abulta su currículum con artículos ficticios; la mujer madura que trata de disimular sus achaques y años pintándose los colores de una juventud ya lejana. Como decía Cicerón de Catilina, el disfraz es simulator atque disimulator.

Empezada la Cuaresma, que este año coincide casualmente con el Ramadán, es un momento tan bueno como cualquier otro para reflexionar sobre estas cosas. (Recordamos el Ramadán porque hoy hay más de un millón de musulmanes en España, que suelen ser más observantes que los católicos en unas prácticas rituales de sentido religioso semejante). Podríamos seguir añadiendo una larga lista de hipócritas enmascarados y, ya que hemos citado la religión, señalemos a aquellos que hacen sus obras para ser vistas por los demás y que son por fuera “sepulcros blanqueados, pero (..) por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia».

Lo que nos recuerda la pompa y el estruendo de las cofradías de Semana Santa, que también requieren gente enmascarada y, con su presencia ubicua, pretenden ser la manifestación de una profunda religiosidad popular. Pero en una ocasión le oí a un párroco salmantino comentar ante unos colegas que en su iglesia se alojaba una cofradía con cientos de socios, pero luego eran muy pocos los que asistían a misa regularmente. No creo que sea el único caso.

Según Juan de Mairena, alter ego de Antonio Machado, el carnaval no lleva trazas de acabarse, «porque lo esencial carnavalesco no es ponerse la careta, sino quitarse la cara. Y no hay nadie tan bien avenido con la suya que no aspire a estrenar otra alguna vez». Es otra manera de decir lo mismo que Larra.

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios