“Nadie se acuerda de nosotros”

Ángel Hernández, técnico de emergencias sanitarias, tiene grabada en la retina las miradas de los familiares cuando se despedían de los enfermos en la pandemia
Ángel Hernández, técnico de emergencias, en los días duros de la pandemia.

Ángel Hernández miró a los ojos al coronavirus durante la pandemia. De hecho, cinco años después tiene grabado en la retina las miradas de los familiares cuando se despedían de su marido, esposa, hijos… cuando ellos, los técnicos de emergencias, introducían la camilla en la ambulancia que los llevaría hasta el hospital clínico -todavía no funcionaba el nuevo- “Se despedían, porque quizá no lo volvieran a ver”. Así, con esta contundencia resume Ángel Hernández, técnico de emergencias aquellos meses que duró la pandemia.

Está convencido de que el confinamiento “llegó tarde”. Refiriéndose a que se podía haber decretado días antes del 14 de marzo de 2020. “Cuando recogíamos a un paciente, nos miraban con cara extraña, como preguntándose: ‘¿Qué les pasará a estos, que van con mascarilla y mono?’ Se cambiaban de acera cuando nos veían con los equipos de protección”, explica.

Los primeros días tenían equipamiento, luego dejó de haberlos y “tuvimos que reutilizarlos. Entonces nos dimos cuenta de que no eran impermeables. Los limpiábamos con lejía y vimos con asombro que se manchaba la ropa que llevábamos puesta”, explica Hernández.

Recuerda el técnico de emergencias que en esos momentos “pesaban mucho las miradas”. No será la última vez que hable de las sensaciones que tenían al mirar a los ojos a los enfermos y a sus familiares. Eran las ventanas de las emociones.

La ropa manchada de lejía, porque los monos no eran impermeables.

Cuenta que cuando al aparcar una ambulancia en el Clínico, los que estaban en urgencias se retiraban al verlos, cosa que no había pasado hasta ese momento. “Siempre había personas alrededor, pero esos días ya eran conscientes de que algo estaba sucediendo. Todavía no nos habían confinado”, matiza Hernández.

La secuencia era la siguiente. Un familiar se encontraba enfermo, llamaban a emergencias y acudía una ambulancia, con dos técnicos de emergencias. Entraban en el domicilio, trasladaban al enfermo a la ambulancia y lo acomodaban en el interior. Los familiares se quedaban en la puerta viendo cómo se marchaba la ambulancia. No podían ir al hospital a acompañarlo, a estar junto a él o ella a la vera de la cama, solo podían esperar la llamada del hospital para darles la información del pronóstico del paciente.

“Las despedidas eran terribles. Incidíamos en que no se podían acercar al enfermo para despedirlo. Teníamos que apartarlos. Terribles las despedidas, pero no era lo peor. También acudimos a avisos donde llegamos tarde, ya habían muerto. No parábamos y no dábamos abasto. Eran jornadas maratonianas. Estábamos extenuados”, puntualiza Ángel Hernández.

En esos momentos, el personal de Primaria no acudía a los domicilios, todo era a través del teléfono. Los únicos que iban eran ellos, los técnicos de emergencias en ambulancia de SVB, y las UMEs que iban cuatro, dos técnicos de emergencias, enfermera y médico.

“No se reforzó la plantilla. Los servicios tenían que haberlo hecho, especialmente en las olas posteriores, cuando empezó a bajar la curva de incidencia, a mediados de junio de 2020”. Después vendrían las sucesivas olas, cuando se confinaban las zonas básicas de salud dependiendo de los casos incidencia. “Hubo olas donde las zonas básicas de salud en Guijuelo o Béjar tenían más de 4.000 casos y no se confinaron. No parábamos”, recuerda.

El agotamiento era constante, no solo físico, también psicológico. “Íbamos metiendo muchas situaciones en la ‘mochila’. No llegábamos a los domicilios, teníamos avisos pendientes, cuando acudíamos estaban muertos y la familia descolocada y destrozada”, rememora emocionado.

El agotamiento se reflejaba en las caras de los trabajadores. En la imagen, Ángel Hernández.

No se sintieron amenazados, no hubo agresiones graves, “al menos no tengo constancia de que sucediera eso. Pero, es entendible. No parábamos en 24 horas y teníamos servicios en espera. No se pusieron ambulancias de refuerzo para estas situaciones”, apunta.

Cree qué si volviera a pasar, cometeríamos los mismos errores, “porque, bajo mi punto de vista, las evaluaciones de riesgo no están bien hechas en un ambiente sanitario”, señala.

El estrés, la ansiedad y la desesperación que sintieron durante los meses que duró la pandemia les han pasado factura psicológica, pero como asegura Ángel Hernández, “nunca nos han ofrecido ayuda. Somos los grandes olvidados. Nadie se ha acordado de nosotros. Trabajamos para una empresa externa. No ha habido ningún reconocimiento. Cuando se habla de los sanitarios, no nos incluyeron a la hora de los reconocimientos sanitarios. Recuerdo el Día Internacional de la Mujer en los años siguientes, que el Ayuntamiento hizo un reconocimiento a las sanitarias que estuvieron en la pandemia -médicos, enfermeras… que se lo merecían, pero podían haber llamado a una técnico en emergencias también, porque entraban en los ascensores con los pacientes, en un entorno completamente hostil”, denuncia Hernández.

No duda un instante en señalar que el personal del hospital lo pasó mal, pero nosotros en la calle, también. “Y las miradas… Separábamos a los familiares del enfermo. Eso solo lo hemos visto nosotros. Nosotros veíamos las despedidas. Eso para nuestra ‘mochila’. ¿Cómo separas a una madre de un hijo o un hijo de una madre o padre sabiendo que quizá no se vuelvan a ver? Teníamos que hacerlo”, comparte.

“Se nos morían en la ambulancia sin poder hacer nada. Los enfermos se morían asfixiados en sus propios fluidos. Lo único que podíamos hacer era ponerles oxígeno. Los enfermos eran conscientes de que se morían. Eso lo presenciamos”, señala.

Para ‘salvar’ las orejas, inventaron las cintas con un botón donde enganchar las mascarillas.

Las jornadas eran maratonianas. Hace poco salió una sentencia por exceso de horas de trabajo en el año 2020, trabajadores con 400 horas extras, que nadie les quiere reconocer y pagar. “¿Quién ha sujetado esto? Luego nos sentimos olvidados. Nadie se acuerda de nosotros. Ningún reconocimiento, ni por la Administración de ningún nivel y ya ni de la sociedad”, matiza.

Cuando empezó a bajar la curva de incidencia fue al vacunarnos, inicialmente tampoco había para los técnicos de emergencias, al ser una empresa privada.

Las secuelas en la cara de Ángel Hernández después de una jornada entera con los EPIs puestos.

La sensación que tiene es contradictoria. “Nuestro trabajo tiene un componente vocacional, encuentras satisfacción en ayudar a los demás. También es cierto que todo tiene un límite, con el paso de los años se va amortiguando mucho ese componente”, matiza.

Por último, Ángel Hernández tiene una mención muy especial para sus compañeros de las ambulancias convencionales, que eran los encargados de conducir a sus domicilios a los pacientes que les daban el alta. “Fue muy gratificante. A ellos también hay que reconocerles un trabajo excepcional”, concluye.

7 comentarios en «“Nadie se acuerda de nosotros”»

  1. impresionante relato…que falta de reconocimiento y que mal trata nuestra sociedad Asus verdaderos héroes.

    la memoria es muy efímera, pero no olviden que la historia tiene la manía de repetirse una y otra vez

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  2. Más razón que un santo. Aquí no somos de valorar el trabajo y el esfuerzo, somos más de de grandes aspavientos y gestas estúpidas y folclóricas. Celebramos las sandeces de cuatro descerebrados y olvidamos a los verdaderos imprescindibles de nuestras vidas. Pena de país, pero es lo que nos meten en la cabeza a todas horas. Nos están aborregando. Un fuerte abrazo para vosotros… y que os lo paguen, coño.

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  3. Y decir que,los médicos y enfermeras lo pasaron muy mal, pero quien se metía en las domicilios, abrazaba a los pacientes para ayudarles a levantarse,se metían en los ascensores y en la ambulancia con ellos (espacios muy pequeños) eran los técnicos en emergencias.Con jornadas extenuantes, y todo ello sin llegar a los 1000€.
    Eso es vocación!!!

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  4. Al final ni se agradece ni se recuerda de corazón todo ese esfuerzo de tanta gente trabajando y ayudando a los enfermos y familiares.
    Muchos pensaran «era su trabajo» y a otra cosa mariposa, que pena de sociedad… Porque no refuerzan la sanidad en vez de gastarse el dinero en tonterías ?

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  5. Joer que mal lo pasamos ,yo después de más de cuatro años con una discapacidad a consecuencia de ello y no me lo reconocen como laboral ,pero en fin hay mucha gente que no lo puede contar ,yo estaba en casa ya fastidiado y a la mujer la tuvo que bajar la ambulancia, yo que trabajaba en las ambulancias y sabía lo que estaba pasando ,aún me emociono pensando que aquel día podría ser el último en verla

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  6. Esto pasa porque nos gobiernan los peores, los que no tienen capacidad para para otra cosa y solo piensan en los beneficios propios, tanto los unos como los otros. Siempre hablan de impuestos para sanidad y educación, pero la verdad es que en esos sectores ni se invierte ni se cuidan, así nos va. Tratar a los Técnicos en emergencia como se merecen coño que nos salvan la vida, el día que se planten y no trabajen de verdad, irán a buscarnos cuando lo necesitemos nuestros políticos, verás que risa después.

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  7. Qué batalla pasamos, Ángel. Recuerdo muchas de esas miradas que comentas y que duro fue, pasa el tiempo y eso no se olvida. Gracias una vez más por plasmar aquí nuestra situación. Eres un gran compañero.

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