Salamanca y la prostitución tienen una historia común. La fiesta más salmantina, El Lunes de Aguas, está íntimamente relacionado con las meretrices, la mancebía, el negocio… A lo largo de los domingos veraniegos se pasearán por La Crónica de Salamanca, San Lucas, las Tabernas del vino blanco, las brujas, hechicera, putas literarias, además de la Celestina… Salamanca y las meretrices tienen una historia común y eso que la capital charra pudo ser ‘Ciudad de Dios’.
Sabemos que hay más, muchas más, porque por Salamanca han pasado miles y miles de prostitutas a lo largo de su historia, pero para muestra dos botones. La Celestina porque es inmortal desde hace más de 625 años –la primera publicación del libro de Fernando de Rojas se publicó en 1499- y La Mara, porque alternó con Lola Flores, Farina y lo más granado de la farándula que venía a la capital del Tormes por Ferias y Fiestas o a lo largo del año. Salseo puro.
Una y otra han marcado la historia de uno de los lupanares más importantes de España. La Celestina, por aquello de que con ella empezó todo, y La Mara, porque con ella comenzó el declive y la muerte del barrio Chino de Salamanca. Pero, no adelantemos acontecimientos y contemos cómo fue.
Salamanca fue conocida durante siglos por su catedráticos, su putas y los lugares de mal vivir. Toda esa amalgama pululando y codeándose por el Casco histórico y aledaños, porque moraban por estas tierras estudiantes y profesores errantes y en los albores del siglo XIX -1808 a 1814- habitaron nuestras casas y disfrutaron de nuestras plazas soldados galos –a uno le debemos la plaza de Anaya-, y con ellos, ellas.
La zona fue destruida completamente durante la citada guerra ‘la Francesada’ y por ello, este lugar comenzó a denominarse el barrio de los Caídos o de los derribados. Y, sobre las ruinas de los edificios comenzaron a surgir chabolas e infraviviendas que daban cobijo a personas muy desfavorecidas, mendigos y prostitutas. Ya en la década de los treinta, las casa se convirtieron en burdeles y pasó a denominarse Barrio Chino, debido a la influencia del americanismo ‘Chinatown’ de Nueva York.
Además, el barrio Chino de Salamanca comenzó a ser famoso y conocerse como uno de los importantes de nuestro país, junto con el de Barcelona o Bilbao, por la calidad de las mujeres que ejercían la prostitución, por la tradición que había en Salamanca, no en vano aquí nacieron las mancebías y durante un tiempo era legal la prostitución, y por los clientes que las frecuentaban, entre ellos, Alfonso XIII cuando vino a grabar el famoso documental por tierras hurdanas y salmantinas.
El barrio Chino de Salamanca, en la primera mitad de la dictadura, al igual que el de otras localidades, estaba muy bien organizado. No todos los locales eran para señoritos, ni todos para obreros. Cada uno de ellos tenía su público. Clientela selecta toda ella.
Los locales más destacados de esta etapa -de 1964 a 1975- serían Casablanca, Florida, El sol, El Piqui, Media Luna, El Alhambra y Navarra. Y las chicas de compañía que han pasado a la historia gracias a que las inmortalizó Farina en sus coplas, fueron La Margó y Carmina. Esta última, al parecer fue una de las precursoras en nuestro país de la barra americana.
La Salamanca de a pie y el barrio Chino
Pero ¿Cómo era la relación del barrio chino y el salmantino de a pie? El barrio Chino empezaba, como bien dice Carmen Martín Gaite en el programa de TVE Esta es mi tierra en la la fachada severa de Las Agustinas. Esa era la frontera que separaba lo permitido de lo prohibido, la vida ejemplar de la irreverente. “Por esta calle -refiriéndose a la calle Ancha- se sale al barrio Chino, es una calle que ninguna chica decente de mi generación traspasó nunca”.
Era un gran problema para Salamanca. Había que solucionarlo y solo se podía hacer desde las instituciones. El último alcalde de la Dictadura franquista, Pablo Beltrán de Heredia, lo intentó atajar, pero no fue hasta la llegada de Jesús Málaga cuando se ideó un plan general que logró que esta cicatrizar comenzara a cerrarse, la herida del barrio Chino llevaba supurando en la capital desde la Guerra de la Independencia, al estallar el polvorín provisional en la zona de San Francisco El Real en el verano de 1812, que dejó muertos, destrucción y pobreza. Salamanca tardó siglo y medio en recuperar ese barrio para la ciudad.
“Era un barrio marginado y sin apenas servicios, con viviendas sin agua, sin luz, pedía a voces inversiones multimillonarias y mucha creatividad para sacar adelante el que los salmantinos, viendo tanta desolación, habían llamado el barrio de ‘Los Caídos’ (El barrio Chino), donde la droga y la prostitución campaban a sus anchas”, comenta Jesús Málaga.
Hablamos del comienzo de los años 80’ cuando el Ayuntamiento comienza a tramitar el Plan Especial del Barrio Antiguo. “Queríamos conseguir la conservación del patrimonio existente, remodelar las zonas que lo necesitaran y revitalizar el conjunto histórico, que estaba siendo abandonado por los salmantinos, hasta el punto de que el centro de la ciudad se estaba desplazando peligrosamente hacia el norte, hacia la puerta de Zamora, al Toscano”, comenta Jesús Málaga.
Llegaron los años ochenta
Todo cambió en la década de los ochenta. El Barrio Antiguo comenzó a ver inversiones en los accesos a San Blas en 1981. “La calle Fonseca, la plaza de la iglesia y la fuentecilla de San Blas se urbanizaron con aportaciones de los vecinos. A través de contribuciones especiales abonaron el 60% del coste, aportando el Ayuntamiento el 40% restante”, recuerda Jesús Málaga.
Mención aparte merece la urbanización de la calle Ancha. Era la primera vez que recibiría hormigón y betún. Fue el acceso al barrio Chino, el histórico y famoso barrio de prostitución de Salamanca, que estuvo en funcionamiento hasta finales del siglo XX. El mayor auge fue durante la Guerra Civil y la larga postguerra.
Otro acceso más sombrío al barrio Chino era a través de la calle Cañizal. “Aquella oscuridad daba discreción a cuantos ciudadanos se adentraban buscando el placer. Aquellas transgresiones estaban muy mal vistas en la España ultracatólica del momento. Don Miguel Pereña, cura párroco de la Purísima, criticaba desde el maravilloso púlpito de la Purísima a los que aprovechando la oscuridad se colaban en el barrio prohibido y exclamaba a todo pulmón: ¡Creéis que no sé que por las noches, de tapadillo, sin que nadie os vea, os deslizáis por la calle Ancha hacia el Barrio Chino buscando vuestra perdición, el pecado con esas mujeres de mala vida. Ahí, ahí es donde el señor obispo y yo vamos a meter mano!”, recuerda con humor Jesús Málaga.
Málaga comparte que cuando él estudiaba Medicina en Fonseca, los chicos sí que se atrevían a pasar por la ‘Cuesta de Moneo’ –Calle Ramón y Cajal, junto al parque de San Francisco- pero para las chicas era impensable.
Salamanca no existía a partir de la plaza del Corrillo, quizá la Rúa, que llegaba a la Catedral, pero no era un paseo que realizaran los salmantinos. “Había que recuperarlo”, clama Jesús Málaga.
En 1982 el Barrio Antiguo estaba escasamente poblado, siete mil habitantes sobre un total de 168.000 de Salamanca. Solamente el 4% de la población de la ciudad, y lo que era más grave, envejecida y dominada por familias con muy escasos recursos.
El 11% de las mismas habitaban en viviendas de menos de 50 metros cuadrados. El 30% de los habitantes sufría de problemas de hacinamientos, el 12% carecía de servicios higiénicos y más del 30% no tenía agua caliente.
El 50% vivían en casas de alquiler, mientras en Salamanca en esos años los propietarios de viviendas llegaban al 70%.
El Barrio Antiguo carecía de infraestructuras y equipamientos, siendo, sin embargo, el lugar que identificaba a la ciudad.
Es impensable en la Salamanca de hoy no caminar por la calle Compañía, por Serranos, por la calle Veracruz, bajar al río por Tentenecio y atravesar el Puente Romano. Hace 50 años no era así. Hoy no se entienda Salamanca sin acercarse al río por La Vaguada o ir a un concierto o un congreso al Palacio de Congresos y Exposiciones –levantado sobre las cenizas de aquel barrio Chino- Salamanca cerró de manera sana esa cicatriz. Las personas que malvivían allí fueron realojadas en otros barrios de la ciudad donde los pisos eran salubres.
**** La ilustración es obra de Chema Martín, responsable de la academia de pintura Cibeles, situada en la calle Rosario, 32
Chema Martín trabaja por encargo… Una caricatura, un retrato, una escultura suya… siempre será una obra que embellece su casa o un buen regalo para que os recuerden.




















