[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a amistad iba creciendo y los duques nos invitaron a Sevilla, a la entrada de Jesús en la Academia de San Fernando de la capital hispalense. Comimos en el Palacio de las Dueñas con sus hijos y el entonces presidente de la Junta de Andalucía, Pepe Rodríguez de la Borbolla.
Jesús Málaga
Los paseos con Jesús Aguirre por la Plaza Mayor
[dropcap]E[/dropcap]l duque de Alba frecuentaba la casa de José María Vargas- Zúñiga, al que le unía una gran amistad. José María me invitaba para dar paseos y conversar con ellos. Un domingo, Vargas no pudo venir con nosotros y el duque y yo nos fuimos a dar una vuelta por la Plaza Mayor.
Las imprudencias se pagan
[dropcap type=»1″]E[/dropcap]n otra comida pasó algo parecido. Diríase que no escarmentaba. Era también invierno y nos ofrecieron una ensalada de pamplina traída del afamado restaurante salmantino Río de la Plata, en el que solían comer con frecuencia los duques.
Cuidado con el pacharán
[dropcap type=»1″]E[/dropcap]ntre las muchas cosas curiosas que puedo contar de mis estancias en Monterrey, una de ellas me ocurrió a la hora del café. Nos ofrecieron una copa de licor para después de las infusiones.
Los duques de Alba
[dropcap type=»1″]C[/dropcap]onocimos a los duques de Alba gracias a José María Vargas- Zúñiga. Él les habló de nosotros y nos invitaron en las navidades de 1979 a comer en Monterrey. Desde entonces surgió una amistad entre Cayetana, su marido Jesús Aguirre y nosotros, que cultivamos hasta la muerte de Jesús.
Conocí y conversé con Rafael Alberti
[dropcap type=»1″]R[/dropcap]afael Alberti vino a Salamanca con el pintor Gastón Orellana traído por Juan Mari López y su mujer, que nos invitaron también a Mª José y a mí a su casa, el antiguo Palacio de la Moneda o Casa de Torres Villarroel, perteneciente, en su día, a la orden de Santiago, en la avenida de la Merced, para entrevistarnos con el poeta y su mujer. Juan Mari López compró el caserón a los Jesuitas, sus últimos propietarios, cuando estaba en ruinas, y con mucho esfuerzo lo salvaron para siempre, después de una respetuosa y costosa restauración.
La sede de las Naciones Unidas en Ginebra
[dropcap type=»1″]A[/dropcap] lo largo de los 71 años de mi vida he asistido a momentos de gran emoción. Quiero dejar constancia de uno que me marcó de forma especial. A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, siendo alcalde de la ciudad, iniciamos desde el Ayuntamiento el expediente para la designación de Salamanca como Ciudad Europea de la Cultura. Antes de que la comisión pertinente dictaminara precisábamos apoyos de los países europeos, dentro y fuera de la Unión Europea, entonces Comunidad Económica Europea.
Una escritora de la plaza de los Bandos
[dropcap]C[/dropcap]armen Martín Gaite tenía muchos recuerdos de su infancia en Salamanca. Vivió con sus padres en la plaza de los Bandos. Le concedimos también la Medalla de Oro de la ciudad por las muchas referencias a Salamanca en sus novelas, sobre todo Entre Visillos. Mantuve una buena amistad con ella y con su hermana. Fue un error que la ciudad no crease una casa- museo para exponer sus pertenencias y escritos. Cuando murió yo había dejado de ser alcalde de Salamanca, y aunque intervine para que se adquiriese por la Junta de Castilla y León su legado y se expusiese en nuestra ciudad, mis propuestas no fueron escuchadas.
Un gallego afincado en Salamanca
[dropcap type=»1″]G[/dropcap]onzalo Torrente Ballester llegó a Salamanca en su último destino docente, catedrático de literatura del instituto de enseñanza media Torres Villarroel.
Las obsesiones de Luis Rosales
[dropcap type=»1″]E[/dropcap]l poeta Luis Rosales visitó también Salamanca para recoger el premio de poesía “Ciudad de Salamanca”. En la cena posterior hablamos de todo lo divino y lo humano, pero como siempre le ocurría cuando entraba en conversación salieron a colación los últimos días de la vida de su amigo Federico García Lorca.
