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Opinión

Diálogo sobre Catorcena

"El adiós de Catorcena a Lucinda". (Dibujo de E. Jiménez, marzo 2021)

 

– ¿Así que ha decidido acabar con Catorcena?

-¡No tanto! Estaba ya un poco cansado del relato, pero no por falta de ideas. Parece que esto es corriente entre los creadores de personajes. Acuérdese, sin ir más lejos, de Sherlock Holmes, o de los Tres Mosqueteros, y muchos más…

– Ya me dijo que se ha inspirado en un cuento que le contaba su padre. A partir de él ¿todo es original suyo? ¿Y se le ha ido ocurriendo semana por semana?

– Pues sí. Me ha resultado muy estimulante hacerlo por entregas, sin preocuparme de las siguientes continuaciones. ¡Ya se me ocurrirían, como así ha sido! Creo que el final ha sido oportuno y acertado. Deja abierta la imaginación del lector, que puede pensar que Catorcena, con la ayuda del Yelmo y el Espéculo busca a Marina, viviendo aventuras o escuchando historias y leyendas, hasta que la encuentra. Y ni siquiera entonces tiene por qué acabar, pues pueden seguir recorriendo el mundo, juntos… Pero eso lo dejo a la imaginación del lector…

– ¡Claro! Y además, con la ayuda del Yelmo pueden trasladarse al pasado…

– ¡Pues no! ¡Eso no quiero ni pensarlo!

– Y eso… ¿por qué?

– Pues mire usted. Recorrer el pasado es una fuente de argumentos fáciles para muchos escritores, que se valen de alguna máquina del tiempo o de un embrujo para hacerlo…

«Pero casi siempre el protagonista no sólo se va al pasado, sino que, además, lo hace en el lugar y en el momento oportuno en que ocurre un acontecimiento crucial de la Historia. Algo así como un Caballo de Troya, como se dice ahora. ¡A mí, eso me parece un recurso muy comodón, salvo que cambies por completo lo que realmente sucedió!

«Si yo, pongo por caso, hubiese decidido que Catorcena buscase a Marina llevándole por un amplio recorrido de pueblos, valles y montanas, podría aprovechar el Yelmo para ver, a través de un espejo, como eran esos lugares en otros tiempos. Pero… ¿precisamente cuando ocurrió un acontecimiento importante en él? Es decir, salvando el problema del lugar, que puede ser el mismo; pero ¿y el momento? ¿No sería mucha casualidad que fuese transcendental?

«Por ejemplo: supongamos que Catorcena llega a Foz y se coloca el Yelmo: ¿tiene que ser en el momento en que se hunde un barco vikingo cada vez que San Gonzalo reza una oración? O si pasa por Ribadeo –donde sé que hubo un motín en 1809 durante el cual la gente enfurecida acabó con la vida del Marqués de Sargadelos— y hace lo mismo ¿qué puede ver? Pues lo más probable sería que viese unos pueblos sucios, malolientes, con unos paupérrimos puertos de pescadores, con gentes desarrapadas que hacen su trabajo cotidiano o vagan por las calles… No hay jardines, ni las esplendidas mansiones que adornan hoy Foz o la villa del Eo. Lo único llamativo es lo diferente que estaría la ría, sin los humedales de hoy, aunque eso lo describiría yo así porque soy geólogo… Tales panoramas no tienen sabor para un lector normal, al que hay que ofrecer algo fuera de lo común…

«O suponga que se pone el yelmo estando en Oviedo. ¿Qué puede encontrar al otro lado del espejo? Quizás un paisaje eocénico, de hace 40 millones de años, con sus cantabroterios y una extraña fauna y flora de aquella época remota. Las posibilidades son infinitas; no hay más que repasar la Historia o la Paleontología. Pero para ir al pasado no hacen falta espejos mágicos ni otras triquiñuelas. ¡Es suficiente tener imaginación y conocimientos! ¿Me ha comprendido?

– ¡Puede que tenga usted razón! ¿Y ha pensado escribir algún otro relato, sin «triquiñuelas»?

– Pues sí. Lo podríamos llamar «Cuentos de río Tormes» y contendría algunos capítulos que ya salieron en estas mis «ocurrencias«…

– ¡Ah síi! ¿Cuándo?

– Una lo hizo hace más de seis años, sobre la Cueva de Valcuevo, y otras, sobre la vara de Villamayor, no hace mucho.

– ¿Y cómo va a continuar?

– Tengo ya preparada una historia que tiene como protagonista a una mujer, Elvira, a la que le pasan muchas cosas… Tendré que adaptarla como un relato «por entregas». ¡Pero no vamos a desentrañar ahora el cuento! ¡Hay que esperar un poco para ver qué ocurre!

– Y hablando de otra cosa… Ha sorprendido a sus lectores con unos dibujos cargados de movimiento, de vida… ¿De dónde saca los modelos?

– Yo dibujo sin modelos. Bueno…, no siempre. Por ejemplo, los que incluí en los capítulos de los chiviteros o del Ponte do Pasatempo fueron basados en fotografías. Ambos se salen de mi estilo, que según los críticos es muy personal. Pero los otros no. Primero hago apuntes aparte, a base de círculos, elipses o líneas. Es lo que yo llamo «monos». Y le doy forma intuitiva a lo que quiero expresar… Este estilo, que me identifica, ha nacido y se ha desarrollado acompañando a mis «ocurrencias» en La Crónica de Salamanca.

Dibujos 1 a 16 de «Catorcena». Falta el 17º, del Mariscal y el espejo. El 18º encabeza esta ocurrencia.

– ¿De quién aprendió esa forma de dibujar?

– Pues mire usted. Mis hermanos, Pepe y Petri, me enseñaron a leer antes de que yo fuese al colegio. ¿Cómo? Con los tebeos de entonces, lo que ahora llaman comics: el Chicos, el Guerrero del Antifaz y Dumbo. Ellos marcaron mi vida infantil, como a tantos y tantos niños de aquella época feliz.

«En Chicos trabajaban unos dibujantes maravillosos. Uno de ellos, Emilio Freixas, había hecho cuatro libritos para aprender a dibujar. ¡Esa fue mi escuela! Con 10 años ya hacía mis pinitos, muy rudimentarios. El ejemplo a seguir era mi hermano Pepe, que con sus amigos escribió y dibujó, en color, algunos relatos que presentó en Chicos, donde había concursos para jóvenes…

«Pasaron los años. En mi vida profesional las figuras de mis publicaciones científicas eran autógrafas. ¡Pero siempre que podía, incluía algún detalle peculiar! Escribí algunos relatos y en alguno de ellos dibujé algo relacionado, pero sin estilo.

«Ya hace mucho que me jubilé. Y, por desgracia, conozco muy bien el deterioro mental que afecta a los que están desocupados de aquello que han estado haciendo toda su vida. Eso, si no llegan a padecer una enfermedad degenerativa. Pues bien, a todos ellos les recomiendo que busquen cualquier cosa que les distraiga, que estén siempre haciendo algo nuevo, o viejo… ¡Lo que sea! ¡Estar activos les mantendrá despiertos!

– Estoy completamente de acuerdo con usted. ¡ESA ES LA MEJOR TERAPIA PARA ELLOS!

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