El Palacio que cambió un barrio

Jesús Málaga cuenta cómo se gestó la construcción del Palacio de Congresos y Exposiciones
El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

En primera persona, Jesús Málaga cuenta cómo se gestó la construcción de un edificio, el Palacio de Congresos y Exposiciones de Salamanca, que cambió para siempre la historia de un barrio, hasta entonces defenestrado, primero por los avatares de la Guerra de la Independencia y después de por la prostitución, era el barrio chino, uno de los más famosos de España en algunas épocas y después por la droga.

En 1979 buscábamos la forma de solucionar los muchos problemas que tenía Salamanca. Muchas actuaciones las compartíamos con la totalidad de los municipios de España, dada la situación de precariedad en la que se encontraba nuestro país. Enseguida nos dimos cuenta de que cada pueblo o ciudad debía encontrar su camino, su singularidad. Todos debíamos asfaltar calles y construir colegios, pero Salamanca había optado históricamente por la educación y la cultura, y a ese cometido nos entregamos con ahínco. Logramos trazar nuestro ‘Modelo de Ciudad’ y todas y cada una de las realizaciones que lográbamos para Salamanca iban encomendadas a reforzar esa línea fuerza.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Ninguna ciudad de Castilla y León tenía en 1983 un palacio de congresos y exposiciones, y Salamanca, con la Universidad más antigua de la Península, debía optar a construirlo. En octubre de ese año propuse la creación de un Auditorio y Palacio de Congresos para cubrir las necesidades de la ciudad. Visité en su despacho de la plaza de los Basilios a Vargas Zúñiga, presidente de Caja Salamanca y Soria, y tomando café le expuse mi idea. Le dije que me dijera en confianza si la consideraba una fantasía irrealizable. Me escuchó en silencio, y después de una larga conversación en la que le aporté mis razonamientos, me animó a trabajar para conseguirlo.

La primera propuesta la hice a las administraciones central y autonómica. Después me entrevisté con Pedro Amat, catedrático de Anatomía y rector, profesor mío en la Facultad de Medicina, al que admiraba y respetaba.  A Pedro le entusiasmó la idea. Una vez despejado el camino comuniqué el asunto al presidente de la Diputación y al presidente de la Cámara de Comercio. Uno a uno les fui trasmitiendo el entusiasmo, Salamanca contaría con el Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Todos me apoyaron, incluso aquellos que eran de ideología opuesta a la mía.

Pedro Amat ofertó generosamente los terrenos, en los que en su día se encontraba el Colegio Mayor de Oviedo. En los años de la dictadura se había intentado construir un colegio menor, pero la constructora dio en quiebra y había dejado en el solar los restos de unos pilares de cemento y mucha desolación. Ya teníamos el solar y las administraciones locales a favor del proyecto, faltaba el sí de la Junta y el del Gobierno de España. Sabía que el camino iba a ser largo y farragoso, y por ese motivo encomendé su seguimiento diario, casi por horas, a una mujer que nunca me ha defraudado, que se crece ante las dificultades, mi amiga Carmen García Rosado y García, DDC. Carmen se puso manos a la obra y consiguió que los Presupuestos Generales del Ayuntamiento de Salamanca para 1984 dedicaran una partida al Palacio de Congresos.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Cinco instituciones se comprometieron por escrito, con aprobación de sus órganos de gobierno, antes de finalizar el año. El Ayuntamiento aportó, en principio, 160 millones de pesetas (1M€); igual cantidad la Diputación que dirigía Juanjo Melero. Los terrenos, valorados en 30 millones de pesetas, (180.330€) fueron la contribución de la Universidad de Salamanca. 60 millones de pesetas (360.607€)  puso sobre la mesa Caja Salamanca y Soria y 5 millones de pesetas (30.050€) la Cámara de Comercio, pequeña cantidad, pero me interesaba que los empresarios se comprometieran con el proyecto.

El 23 de diciembre, el día antes de la Nochebuena, se firmó con toda solemnidad el acuerdo en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Fue saludado por algunos comentaristas de la prensa conservadora salmantina como una utopía más de ‘Antoñita la Fantástica’. Desde finales de 1983 hasta su inauguración en 1992 pasaron muchos años de trabajo. Pero al final conseguimos para el Palacio de Congresos de Salamanca el premio Verona al mejor edificio construido en piedra en el mundo, en el año del V Centenario del descubrimiento de América. El acuerdo para su construcción fue llevado al Pleno del Ayuntamiento que lo aprobó por unanimidad.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Demetrio Madrid me recibió en Valladolid y tuve que emplear todas mis dotes persuasivas para convencerle. Estábamos comenzando la andadura de las autonomías y todavía no se sabía en qué iba a acabar la descentralización administrativa, que entonces solamente estaba en el papel. No se nos debe ocultar que Valladolid no vio con buenos ojos que fuera Salamanca quién se llevara el gato al agua en una infraestructura tan importante. De aquellos polvos vienen estos lodos. Con gobiernos del PP en la comunidad se accedió a conceder ayudas para construir palacios de congresos por doquier. Todas las capitales de Castilla y León pugnaron por tener un palacio que lucir ante su electorado. En Ávila se ha construido uno que es tan grande que no fueron capaces de llenarlo ni el día de su inauguración, y eso que dejaron entrada libre para todos los abulenses. A partir de tanto despropósito lo que era negocio para uno solo, se ha convertido en una ruina para todos. Así se comprende que el que fuera alcalde de Segovia, el socialista Pedro Arahuetes, paralizara la inversión por considerarla desmedida para tan pequeña ciudad.

Una vez convencido el presidente de la Junta, Demetrio Madrid, todo fue coser y cantar. Él mismo se convirtió en el defensor acérrimo del proyecto del Palacio de Congresos de Castilla y León en Salamanca. Demetrio firmó el acuerdo interinstitucional el 27 de julio de 1984.                           

Se constituyó el Patronato del Palacio de Congresos por una ley enviada por la Junta a las Cortes Castellano-Leonesas. Fue aprobada por unanimidad. Estaba integrado por las tres instituciones firmantes: Junta, Diputación y Ayuntamiento. No se integraron en el Patronato la Universidad de Salamanca, Caja Salamanca, ni la Cámara de Comercio.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Sin demora, en julio de 1984, la Junta consignó una partida en el presupuesto de 1985, aportando la cantidad de 175 millones de pesetas (1.051.771€), y lo que era más importante, se comprometía a sufragar el 51% del mantenimiento, dejando el 49% restante a repartir a partes iguales entre el Ayuntamiento y la Diputación. Estaba asegurado el futuro del Palacio. Los sobrecostes de la construcción y del amueblamiento serían abonados a tercios: Junta, Ayuntamiento y Diputación.

Se convocó un concurso para redactar el proyecto con el asesoramiento del Colegio de Arquitectos. El solar cedido por la Universidad midió 5.239 metros cuadrados, y el coste estimado antes de la convocatoria del concurso fue de 550 millones de pesetas (3.305.566€). En octubre del 84 se publicó en los medios oficiales el concurso del Palacio de Congresos de Salamanca en el que figuraba una sala de conciertos y auditorio con una superficie de 1.800 metros cuadrados. La sala grande debía tener un aforo para mil personas y la pequeña para cuatrocientas. Además, el proyecto debería contar con una sala de exposiciones, vestíbulo, cafetería, aseos, salas para seminarios y reuniones, camerinos, área administrativa, de personal y auditorio al aire libre.

Se concedieron tres premios, uno de siete millones y medio de pesetas (45.075€), otro de cinco millones y medio (30.055€)  y un tercero de setecientas cincuenta mil pesetas (3.906€). Se otorgaron tres accésit de 300.000 pesetas (1.803€). Participaron más de 500 arquitectos y fueron rechazados 49 por presentar sus trabajos fuera de plazo o por no pagar las tasas establecidas.

Ganó el concurso Juan Navarro Baldeweg, que realizó el anteproyecto de un edifico en piedra de Villamayor. Nacido en Santander y con residencia en Madrid, era profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de la capital de España. También impartía docencia en el Massachusetts Institute of Tecnology, en Boston, y destacaba como reconocido pintor. El lema que escogió para presentarse fue de lo más sugestivo, “Gran interior amarillo”. Una vez hecho público el resultado del concurso recibió el encargo del proyecto en una entrevista que mantuvo con el presidente de la Junta. Para Juan Navarro el edificio que diseñó es un espacio para el encuentro de los hombres, para el diálogo humano. Valoraba muy positivamente que el solar estuviera en el corazón del Barrio Antiguo, en el lugar por donde cruzaba la muralla romana.

En el proyecto premiado se unían tres tipos de arquitectura: la mural, la abovedada y la arquitrabada. Lo más novedoso era la bóveda de la sala principal. El jurado estaba presidido por el consejero de Transportes, Turismo y Comunicaciones de la Junta de Castilla y León, Juan Antonio Lorenzo, el presidente de la Diputación Provincial de Salamanca, Juan José Melero Marcos, el alcalde de la ciudad de Salamanca, Jesús Málaga Guerrero,  y los arquitectos Luis Diego Polo, en representación de los colegios de arquitectos de España, Luis Ganchegui, elegido por votación de los concursantes, Carlos Ferrán, redactor del Plan General de Ordenación Urbana de Salamanca, y José María García Paredes, experto en instalaciones con características similares al Palacio de Congresos de Salamanca.

El concurso fue restringido, fueron invitadas las empresas más prestigiosas del momento. La convocatoria salió en el Boletín Oficial de Castilla y León y en el de las Comunidades Europeas.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Antes de comenzar la obra se realizaron excavaciones arqueológicas. En el solar se construyeron respectivamente la Muralla Romana, la iglesia de Santo Tomé de los Apóstoles y el Colegio Mayor de Oviedo. De este último se pudo salvar una especie de cisterna que se correspondía con un resto de muro y cimientos. De las otras dos edificaciones monumentales no quedaba resto alguno. Seguramente desaparecieron en la excavación del colegio menor inconcluso. 

Juan Navarro terminó de redactar el proyecto en julio de 1986. Los estudios acústicos obligaron a reducir el aforo de la sala principal, pasó de los 1.400 asientos previstos a 1.200. La sala pequeña albergó 400 butacas y las salas para seminarios podían acoger de 25 a 60 personas. También diseñó el auditorio al aire libre y una sala de ensayos.

Realizó una maqueta que fue expuesta en Valladolid, en la Feria de Muestras de septiembre de 1986, y posteriormente en el zaguán del Ayuntamiento. La Consejería de Agricultura de la Junta de Castilla y León recibió también el proyecto de ajardinamiento y forestación de la zona aledaña al lugar donde se levantaría el palacio. En él se contemplaba el tratamiento de paseos y jardines. Esta actuación estaba comprometida por la Junta en la Operación Piloto.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Después vinieron las aprobaciones pertinentes antes de la contratación de la obra. El proyecto de Juan Navarro se aprobó por el Patronato en enero de 1987. Su coste ascendía a 1.300 millones de pesetas (7.813.157€), de las cuales la Junta aportó 426 (2.560.311€). La cantidad sobrepasaba lo previsto y las tres administraciones Junta, Diputación y Ayuntamiento se comprometieron a sufragar el exceso.

El difícil camino para la construcción del Palacio de Congreso de Salamanca continuó en la etapa de Fernando Fernández de Trocóniz, que al contrario de Julián Lanzarote no paró ni demoró ni una sola obra en marcha de la Corporación anterior. En esta etapa Jesús Posadas, presidente de la Junta del PP, vino a Salamanca para observar cómo unos potentes gatos hidráulicos subían la cúpula que se había construido en el suelo.

El mundo de la política es a veces caprichoso y quiso el azar que volviese a la alcaldía después de los cuatro años de Trocóniz. Me encontré con la obra muy adelantada. La inauguración fue en 1992, el año que nos habíamos quedado sin Capitalidad Cultural Europea. Fue todo un acontecimiento para Salamanca. Se hizo una publicación con los discursos del presidente de la Junta, consejero de Cultura, alcalde y presidente de la Diputación. Una vez tirada la edición recibí una llamada de consejero Emilio Zapatero, un buen hombre, fallecido ya hace años, del que guardo un buen recuerdo. Me dijo que no se iban a entregar los discursos. Perece que mis palabras no gustaron en el  PP.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León. Fotografía. Pablo de la Peña.

Con el Teatro Municipal sufrí una gran decepción. La Diputación, regida por Juan José Dávila, vendió al Ayuntamiento del PSOE-CDS el antiguo convento de Trinitarios descalzos que acababa de abandonar la Guardia Civil para destinarlo a la construcción del Teatro Público de Salamanca. Para ubicarlo optamos por un lugar céntrico, con suficiente superficie para una gran sala. Encargamos el proyecto a Juan Navarro, que llegó a hacer un boceto y una maqueta que se expuso en el zaguán del Ayuntamiento.

Al llegar a la alcaldía Julián Lanzarote rompió el compromiso y regaló al Ministerio de Justicia el inmueble para realizar allí los juzgados. No hizo caso de los expertos que le dijeron que no había espacio suficiente. La realidad se impuso. Cuando se trasladaron los juzgados, la Audiencia Provincial tuvo que quedarse en Gran Vía por no haber lugar para ella. Poco a poco el inmueble se ha ido llenando de juzgados, pero algunos no han tenido cabida en la plaza de Colón. El despropósito siguió, construyó el teatro a las afueras, en una zona industrial, donde la gente va a regañadientes. Se utiliza unos pocos días al año y sale ruinoso al Ayuntamiento. Lo sensato hubiera sido llevar los juzgados al inmueble de la vieja cárcel, donde hay espacio y aparcamientos, y haber dejado el convento de Colón para construir en él el Teatro Municipal, lugar que la Sociedad de Conciertos consideró idóneo. Para otro momento queda la crítica a la intervención en el nuevo edificio de los juzgados en Colón. Para muchos es novedosa y rompe con la arquitectura tradicional de Salamanca.

Jesús Málaga

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