Núñez Solé visto desde dentro

Tomás Gil y Juan Andrés Martín invitan al paseante a que descubran al escultor salmantino a través de las obras que pueden encontrar en templos y colegios
Juan Andrés Martín y Tomás Gil en la capilla de Las Salesianas junto a una de las madres del colegio.

Quedada debajo del reloj. Aquí comienzan los paseos domingueros que realizará La Crónica de Salamanca este verano tomando como excusa las obras de los escultores, de los graffiteros o los poetas, para conocer mejor nuestra ciudad y poner en valor lugares o establecimientos o detalles singulares.

En esta ocasión, quizá por aquello de que es el último paseo del verano, no quedamos debajo del reloj, nos encontramos con los cicerones de esta caminata en la iglesia del Milagro de San José, en el Rollo.

Ellos son Tomás Gil y Juan Andrés Martín que invitan al paseante a que descubran a José Luis Núñez Solé, escultor salmantino, a través de las obras que se encuentran en las iglesias del Milagro de San José, Fátima, María Mediadora, María Auxiliadora o los colegios de las Salesianas, las Teresianas o en el trabajo en los Agustinos de Santo Tomás de Villanueva, entre otras obras. Curiosamente, todas las iglesias, conventos y colegios donde trabaja Núñez Solé en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo eran en aquel entonces la periferia de la capital.

Sorprende las obras que ideó y que se pueden ver en Salamanca de José Luis Núñez Solé, que murió con tan solo 46 años. Trabajo la madera, el barro, el mármol, la rejería, el hormigón, la vidriera, el plomo… Es uno de nuestros escultores más completos.

Corría el año 1955 cuando un jovencísimo José Luis Núñez Solé trabaja en el tríptico que se colocará en la iglesia del Milagro de San José, en el paseo del Rollo. “Núñez Solé fue reclamado por el arquitecto que realiza el edificio fue Fernando Población del Casillo. Población trabajó en la iglesia gratuitamente, -era por subscripción, ladrillo a ladrillo-, El artífice de este curiosa colecta popular fue el padre Basabe que tocó a muchas puertas para hacer realidad este proyecto”, explica Tomás Gil durante la visita al templo.

Población eligió a Núñez Solé por la modernidad de su obra para hacer el retablo y algunas escenas en rejería donde se podía ver una Piedad. Similar a lo que hay en la Peña de Francia en el Mirador de Santiago, también obra de Núñez Solé. “Fernando Población fue el que incorporó la arquitectura moderna a Salamanca. Había un modelo más tradicionalistas, como ocurrió en toda la Gran Vía, y otra la que proponía Población”, apunta.

El padre Basabe dio el ‘sí, quiero’ a Núñez Solé por tres razones: “Era un joven artista diplomado por la escuela de San Fernando, de Madrid; había obtenido varios premios y por último, era un sugeridor de soluciones. Por su parte, Población dijo al ver el retablo: ‘¡Qué bueno eres Núñez!, ¡qué bien trabajas!’”, cuenta Gil.

Interior de la iglesia del Milagro de San José, en el Rollo, con el retablo de Núñez Solé al fondo.

El retablo es de una gran belleza y de una gran modernidad. “Núñez Solé divide el momento del nacimiento de Jesús: el celeste, el humano y el terrestre. Arriba están los ángeles tocando en el cielo. A la izquierda se encuentra con un bandoneón, una bandurria, otros están tocando las campanas y otros cantan el cántico de los ángeles en la noche del nacimiento de Jesús. Hay un coro que canta, hay un director con batuta, otro toca el órgano. El cielo celebra el nacimiento de Jesús”, relata Tomás Gil.

Las otras dos escenas, la llegada al mundo de Jesús la festeja la humanidad, que Núñez Solé representa a través de los pastores y los magos. “Aquí también se pueden ver las dos estrellas, frecuentes en Núñez Solé, una representa la noche y lo que es la guía en la noche”, matiza.

En la parte de abajo, la parte terrestre se contemplan los elementos con los que se celebra la Navidad, la pandereta, la zambomba. Hay un festín de alimentos y una rama que brota, es el Árbol de Jesé, el que nos dice de dónde va a nacer el Mesías, el descendiente de David. “También se puede interpretar como el lugar de dónde va a salir la vara de ese descendiente de David, de donde va a entroncar Jesús, que es San José. Y a la derecha está el oro, el incienso y la mirra que los magos ofrecieron a Jesús. Núñez Solé se reunía con los sacerdotes, los escuchaba, preguntaba qué querían y desarrollaba los temas. Había diálogo”, puntualiza Gil.

Detalle del retablo de la iglesia del Milagro de San José, en el Rollo.

El Portal de Belén es un corazón que se aprecia gracias al escorzo que tiene el buey y la posición de los brazos de San José con la cuna. “Lo que dice Núñez Solé es que el momento del nacimiento de Jesús es de amor. Dios se hace hombre por amor a la humanidad. Es totalmente expresionismo. Es un artista de una gran modernidad. Tira hacía formas que son abstracciones. El relieve es muy bajo y la única manera que funciona es por la luz rasante –lateral o cenital- que le da el volumen al retablo. Era un gran admirador del arte Egipcio”, señala Gil.

Salimos fuera para colocarnos frente a la entrada de la iglesia. En el relieve del frontal se ve a la Virgen que se le aparece a San Estanislao y le ofrece al Niño Jesús. Hay un conjunto de ángeles que la rodean.

Frontal de la iglesia del Milagro de San José, en el Rollo.

Fernando Población y Núñez Solé trabajan muy bien juntos en varios proyectos de Salamanca. De hecho, hay una memoria en el convento de los Agustinos de Santo Tomás de Villanueva, donde Población decide elegir a Núñez Solé porque le parece que es el que más se adapta a su modernidad. Era una arquitectura funcional y moderna.

La segunda parada la realizamos en el colegio de Las Salesianas, donde vuelven a coincidir arquitecto y escultor. La parte central del colegio la firma Fernando Población y los laterales son de Genera de No, padre, el arquitecto, no el pintor.

A Núñez Solé le encargan la capilla de María Auxiliadora en el colegio Las Salesianas en 1965-66. Tiene un hermano que es salesiano, Roberto, y él fue estudiante de Salesianos. Las religiosas se enteran, está Población, necesitan la decoración y llaman a Núñez Solé.

Lo primero que desarrolla es la imagen de María Auxiliadora y rompe el canon de la Virgen con el cetro y el niño con los brazos extendidos, presentándonos a Jesús como el auxilio, según describe San Juan Bosco. “Núñez Solé le da su toque personal, la convierte en una imagen de arte preciosa, espiritual, maternal, cercana… Esa manera de resaltar la anatomía en la pierna con ese paño mojado. Ese contraste que hace entre los pliegues, casi metálicos, angulosos… con el cuerpo. Le da una humanidad a la figura”, explica Tomás Gil.

La obra está realizada en madera, mismo material que emplea Núñez Solé para hacer el San Juan Bosco con los niños y Santa María Mazzarello, fundadora de Las Salesianas, con las niñas, al otro lado. “Al ser una capilla dedicada a María Auxiliadora, le piden que haga los misterios del Rosario: los gozosos, dolorosos y gloriosos. Está representado de arriba abajo. La anunciación, la visitación, el nacimiento, la presentación, Jesús perdido y hallado en el templo. Los dolorosos, la oración en el huerto, la flagelación… conoce muy bien lo clásico. La coronación de espinas, Jesús con la Cruz a cuestas y la Crucifixión. Los gloriosos, la ascensión al cielo, la asunción de María al cielo, la coronación de María y añade para completar una imagen de la Virgen del Rosario”, enumera Tomás Gil.

A la vez que está trabajando en Las Salesianas, Núñez Solé coloca en la Peña de Francia a la Virgen coronada por la Trinidad y es el mismo modelo que tiene en el colegio. Allí lo realiza en cemento. Está ubicado en el ángulo de los pies de la Iglesia, en un contrafuerte circular, por encima se encuentra la escultura de la coronación de la Virgen.

“La Peña de Francia fue para Núñez Solé su empujón como artista para ser contratado en el ámbito religioso. Allí trabajó con los Dominicos, porque conoce a Domingo Iturgaiz, dominico y artista. Son amigos y le invita a que en 1955 equipe el templo de la Peña de Francia, porque allí no hay nada. Empieza con los seis grandes relieves que hay en la cabecera de la Iglesia y cuenta la historia de Simón Vela, que le entrega a los Dominicos el monasterio. Y, la más reciente, cuando el padre Constantino en 1952, después de haber recorrido la Virgen de la Peña la provincia, reúne a multitud de fieles en la Plaza Mayor para hacer la coronación canónica”, explica Gil.

Volvemos a Salamanca y entramos en María Auxiliadora, donde Núñez Solé realiza en mármol un bajo relieve de la Última Cena, que se puede ver en el altar. “Distribuye a los personajes en dos bloques, en el centro Jesús, lo aísla, levanta la mano bendiciendo y dando las gracias. Gestos de la Última Cena, sobre el pan y sobre el vino, con la copa de la mano”, apunta.

Los apóstoles están en dos bloques para darle cierta centralidad a Jesús, porque a los artistas de vanguardia no le gustan las simetrías, lo descentra a posta, para que podamos contemplar algo más que un personaje hierático, para ser dinámico. “Estaba pensado para ponerlo debajo del altar, porque antes del Concilio Vaticano II iba contra la pared, y si no había celebración, quedaba iluminado la Última Cena para recordar que es ahí donde se celebra en memoria de Jesús. Ahora está colocada debajo de El Sagrario y se puede ver muy bien. Núñez Solé estudió en Los Salesianos y esto marcó su educación”, matiza.

Ponemos rumbo al barrio de Garrido para encontrarnos con las obras que ideó Núñez Solé en la iglesia de Fátima: El Viacrucis, que se desarrolla en nueve placas de hormigón. Empieza a ser un artista conocido en Salamanca y vamos a ver al escultor y al gran ser humano que era el artista salmantino.

Con la luz de la mañana, las obras se ven como Núñez Solé las concibió, sobre todo las que dan a poniente. La parroquia de Fátima tiene una orientación norte-sur, por lo que la luz entra por la mañana y por la tarde. El arquitecto fue José María de la Vega Samper. Concibió el templo como una pared retranqueada donde la luz entra a través de unas ventanas alargadas que bañan las paredes laterales. Es una luz indirecta y el altar es iluminado desde arriba por una luz cenital. “Eso da más sensación de espiritualidad”, comenta.

En principio a Núñez Solé le encargan la decoración de todo el templo, pero en ese momento tiene muchos encargos y decide compartir la encomienda con un compañero, Damián Villar, que hace la Virgen de Fátima, la que está en el presbiterio, y la que hay en la puerta. «Los artistas lo consideraban como uno de los mejores y como una buena persona, no entraba en competiciones. Era un hombre bueno”, señala Tomás Gil.

La iglesia de Fátima.

Núñez Solé hace todas las placas del Viacrucis para que iluminarlas con la luz rasante, excepto dos, porque se construye el cine Fátima que por la altura tapaba las dos últimas ventanas. “Lo que se le ocurre fue patinar los bordes en ocre para que se viera que había volúmenes. Él contaba con que iba a tener una iluminación lateral y como trabajaba de esas maneras, hizo esos bajo relieves rendidos, están bajo el cemento, de tal manera que cuando se iluminan se convierten en conjuntos escultóricos maravillosos”, analiza Tomás Gil.

Las placas tienen casi siempre nueve personajes, los distribuye de una manera armoniosa y bella y el recurso de la Cruz la utiliza para unificar a los personajes. Hace fondos arquitectónicos muy delineados y va presentando a Jesús en el calvario. “Recoge diferentes actitudes ante la condena de Jesús, uno lo representa con ira, enfado o rabia. Expresaba el estado anímico de las personas. Conseguí esos efectos con las posturas o las representaciones figurativas de los rostros”, apunta.

Detalle del Viacrucis de la iglesia de Fátima.

“La bonita es la quinta estación, el Cirineo. En el ángulo superior arriba aparece una mujer con dos niños pequeños y el Cirineo debajo ayudando a llevar la Cruz. Investigando vimos que su vivencia personal la traslada al Viacrucis e introduce a su familia. No se representa a él, pero si a su mujer, Pepita, tienen el mismo perfil, y sus dos hijas, Amparo y Elena. Estuvimos viéndolo con Pepita, se emocionó muchísimo, porque ella no lo sabía, su marino no se lo había contado. Nos lo confirmó Ángel, hermano de Pepita, que vio realizar la obra en el taller de su cuñado”, recuerda Tomás Gil.

La estación del Viacrucis del Cirineo.

Cambiamos de barrio y justo al lado de la Iglesia de María Mediadora encontramos una de los monumentos de calle de Núñez Solé, cuya conservación podría mejorarse. “Es un monolito con unos frisos laterales maravillosos. El tema que trata es la Unificación. A Franco se le unieron dos facciones, los carlistas y los falangistas. El dictador presumía que gracias a ellos habían conseguido unir a dos partes enfrentadas. Se firmó un pacto en Salamanca para unirse los tres: carlistas, falangistas y militares. “Eso es lo que le pidieron a Núñez Solé, pero el escultor da sus toques de libertad. A la hora de representar los fundamentos de los carlistas: Dios, patria y rey. Están representados, pero le da al carlista que lleva la bandera dulzura, sentimientos, dinamismo…”, explica Gil.

María Mediadora, en Salesas, se construye por necesidad, porque esta zona comienza a crecer y la capilla de Salesas se queda pequeña y se necesita una parroquia. Amando Diego es el arquitecto que construye la iglesia y es muy moderno. Un espacio diáfano muy grande. Las Salesianas pensaron en hacer una iglesia neogótica, pero no les llegó el dinero, nada más que para hacer el convento. “Consiguieron vender un terreno a Telefónica y otro trocito para construir, que por cierto se lo vendieron al padre de Núñez Solé, a Pablo Núñez, y allí tuvo un almacén de material de construcción. Y, con el dinero que sacaron, hicieron la parroquia, en 1966”, cuanta Gil.

La iglesia de María Mediadora.

El capellán de las Salesas era el tío de Pepita, esposa del escultor. Además, por circunstancias personales tanto a Pepita como a su hermano Ángel, los crio y educó su tío. Vivían en la calle Gómez Arias, muy cerca de la casa donde nació José Luis Núñez Solé, por lo que la pareja se conoce desde niños. “Dicen sus hijos, que desde niños eran casi novios”, comparte Tomás Gil.

En María Mediadora podemos ver un San José inclinado como cuando un padre se dobla para proteger a su hijo; un Sagrado Corazón de Jesús, que ahora se puede ver en el Museo Diocesano, y tres vidrieras que recogen aspectos de la manifestación de Dios y la de la visitación resuelto de una manera geométrica y abstracta, donde presenta los dos vientres que se juntan y están unificados por el espíritu. “En María Mediadora, Núñez Solé inicia otro material con el que trabajar, el de las vidrieras de colores. Un hormigón con cemento hecho con vidrios anchos, de colores y con la combinación consigue expresar todo esto. Es lo primero que te atrae al entrar en la iglesia. Te invita a entrar en ese espacio de luz sobrenatural, es un espacio espiritual… Es una representación preciosa”, aclara Tomás Gil.

Interior de María Mediadora.

Además de un relieve de la visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel. “Se puede ver desde la calle. ¡Es precioso! Se funden en un abrazo y notas, sin verlo, como ambas se tocan la tripa. Las dos están embarazadas. Esa es la maestría de un artista”, matiza Gil.

Un poco más arriba, en Las Teresianas está el relieve que Núñez Solé realizó a principio de los años 50, una de sus primeras obras. Está en la fachada, es por donde se entra al centro educativo. “Es joven y experimenta. Tiene pasión Gregorio Fernández por la escultura Barroca y se ve que su Santa Teresa está inspirada en este concepto, pero ya tiene toques suyos, en los pliegues de los ropajes, en el rostro tan sintético que hace… Es un artista del siglo XX. Es una especie de Neobarroco, pero con lectura moderna y tiene su impronta”, cuenta Gil.

Otro colegio, en esta ocasión el de los Agustinos de Santo Tomás de Villanueva, que es al que está dedicado el centro. Se puede ver tres aspectos de la vida de San Agustín y Santo Tomás de Villanueva. En el interior, hay relieves a los que le da una patina de color verde para resaltar el volumen. Aparecen diferentes santos de la orden, entre ellos San Juan de Sahagún, con el Pozo Amarillo y Tentenecio. Por último, la capilla del colegio de Santo Tomás de Villanueva con un Cristo de plomo. Estas obras las realiza Núñez Solé en el año 1959.

La desaparecida iglesia de San Juan de Dios tenía varias piezas de Núñez Solé y las salvaron casi casi in extremis. Tomás Gil y Juan Andrés Martín adquirieron el Cristo, el San Juan de Dios y una vidriera de la Última Cena. Ahora esas piezas se pueden ver en el Museo Diocesano. “Dentro de las obras religiosas fue de las últimas que hizo, en el años 1966-67, aquí en Salamanca”, aclara Tomás Gil.

Otra de las obras que están en el interior de un espacio religioso es el sepulcro del padre Barbado Viejo. Lo creó Núñez Solé y se puede ver en la Catedral Vieja. Está donde se coloca el coro. Lo realizó en 1964.

“Hay que empezar a conocer y valorar a Núñez Solé. Hay que conocer el arte que tenemos en nuestra ciudad. Que entre a las iglesias, paseen por las calles y se detengan a ver las esculturas o accedan a los colegios es un incentivo para saber que lo que tenemos es más importante de lo que pensábamos. Tienen que venir de fuera para reconocer lo su valor”, concluyen Tomás Gil y Juan Andrés Martín.

1 comentario en «Núñez Solé visto desde dentro»

  1. Maravilloso escultor. Un humanista en el siglo XX. Lástima que tan joven se nos fuera, hubiera tenido una carrera fructífera y trascendental.

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