Hace unos días se presentó en el Centro Internacional del Español un esbozo del programa del V Centenario de la escuela de Salamanca, que se considera fundada con la llegada de Francisco de Vitoria a la cátedra de teología de la Universidad en 1526. El evento lleva el título de «La Escuela de Salamanca: globalización, Derecho Internacional y pensamiento moderno», y pretende que los salmantinos adopten su mensaje como «seña de identidad colectiva».
Desde luego, revisar las grandes aportaciones culturales de la Escuela de Salamanca, buena parte de las cuales se pueden ver en la magnífica web, es hoy más oportuno que nunca, cuando el multilateralismo y el Derecho Internacional se ven cada vez más pisoteados por las grandes potencias. Sin embargo, aunque la iniciativa es laudable, será difícil lograr una síntesis del mensaje de la citada Escuela, dada su gran variedad de temáticas, autores y puntos de vista, que se desarrollaron durante más de un siglo, (que es el “Siglo de Oro” español por eso, entre otras cosas).
Creo que no hay un común denominador ideológico en la Escuela de Salamanca, más allá de la búsqueda rigurosa de la verdad y del bien moral, dentro, eso sí, de los cánones de la filosofía tomista y de la ortodoxia de la iglesia (de Roma, sobra decir). Pongamos por caso el tema de la legitimidad de la soberanía de la corona española sobre América y el trato debido a los ‘indios’ que allí habitaban. Este fue un asunto muy polémico entonces y aún hoy suscita controversias, ya que reviven las visiones ‘imperiófilas’ según las cuales no hubo explotación colonial en la América española, pues se les trató en pie de igualdad. Sobre ello conviene releer las opiniones de la Escuela de Salamanca, pero enseguida constataremos que no hay una postura común, sino una serie de debates que no concluyeron y hoy aún siguen.
En cuanto a Vitoria, ni su postura sobre este tema era la única ni, aunque tuvo influencia en la legislación indiana, fue la que acabó prevaleciendo. Brevemente, su opinión era intermedia entre la de los partidarios de un dominio y una explotación de los indios sin cortapisas, como el obispo Fonseca o Sepúlveda, y la de los que negaban toda legitimidad a la conquista y a la dominación del indio, como Las Casas y muchos misioneros, que pronto pidieron esclavos negros para sustituir a los indios como mano de obra. Vitoria rechazaba el derecho de conquista basado en las bulas papales de 1493, pero no es menos cierto que al final encontró títulos justificadores de la ‘guerra justa’ y de la dominación del indígena, como la obligación de predicar el Evangelio, la libertad de comercio y circulación, la defensa de los indios conversos, etc. Los indios eran soberanos y libres, sí… hasta cierto límite, que fijaban los ocupantes. En este sentido, la obra de otro ilustre salmantino, Palacios Rubios, fue mucho más determinante, al concebir la peregrina idea del ‘requerimiento’ como truco legal para someter a los indios y justificar los abusos de los colonizadores, nunca erradicados del todo por la legislación protectora de la corona.
La modernidad de la Escuela de Salamanca tenía unos claros límites teóricos e institucionales que la impidieron adquirir un carácter plenamente moderno o, menos aún, revolucionario. Recordemos que en 1522 la Inquisición estableció el estatuto de limpieza de sangre en las universidades castellanas, vigiló y castigó a los heterodoxos (recordemos el caso de fray Luis de León, aunque no lo era) y vetó o expurgó muchas obras, entre ellas las de Erasmo, Galileo, Descartes o Newton. (A finales del siglo XVI había más de 2.200 libros en su “Índice de libros prohibidos”, entre ellos La Celestina o el Lazarillo). Lo cual fue uno de los factores para que la ‘pequeña Atenas’ cayera, como el país entero, en una larga decadencia a partir del s. XVII.
Dicho esto, reconozcamos que la Escuela de Salamanca tuvo sensibilidad para detectar, reflexionar y fijar postura sobre problemas inéditos, derivados del choque civilizatorio que implicaron los descubrimientos de los siglos XV y XVI y de la aparición del capitalismo moderno. Muchos de ellos aún hoy nos inquietan y, aunque la solución que la Escuela de Salamanca les dio no esté próxima a la mentalidad contemporánea en algunos puntos, sigue siendo enriquecedor y sugestivo volver a visitarla.