Cristian nació con el género femenino pero en un cuerpo equivocado, una condición que su madre Mar lo detectó desde que Abril era muy pequeña. Ahora, su nombre de hombre y su género no solo están en su cabeza y en su cuerpo sino también en los papeles, tanto en el Registro Civil como en su Documento Nacional de Identidad (DNI). Un cambio que logró en verano de 2023, gracias a la Ley Trans. El joven, de 19 años, reconoce a la Agencia Ical, el alivio que sintió cuando pudo ver su género recogido en los papeles. “Desde entonces, no tengo que dar explicaciones por el nombre ni verme raro”, confiesa. Como él, 421 personas en Castilla y León han realizado un cambio registral de sexo en los dos últimos años.
R. Travesí / ICAL. Solo en 2023, primer ejercicio de la implantación de la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans y para la Garantía de los Derechos LGTB, 263 castellanos y leoneses decidieron dar el paso para cambiar de nombre en el Registro Civil mientras que el año pasado fueron 159. Es decir, muchos ciudadanos de la Comunidad aprovecharon el primer año de la entrada en vigor para realizar el trámite mientras que en el conjunto de España estuvo más repartido, con 5.139 cambios registrales en 2023 y 5.531 el pasado.
La Ley Trans de 2023 supuso un gran avance en el reconocimiento de los derechos de las personas transexuales, al permitir a los mayores de 16 años cambiar su sexo en el Registro Civil, sin intervención de sus representantes legales (progenitores o tutores) y, sobre todo, basándose en la autodeterminación de género. No en vano, la anterior normativa estatal establecía como requisitos para cambiar la mención registral del sexo un diagnóstico de disforia de género, la ausencia de trastornos de personalidad, un tratamiento de hormonación de “al menos dos años” y un informe médico, además de la obligatoriedad de ser mayor de edad.
Solo así se entiende que, a nivel nacional, el número de modificaciones registrales relativas al sexo pasara de las 649 en 2020, las 1.091 en 2021 y las 1.306 en 2022 a las 5.139 en 2023 y las 5.531 el año pasado. En comparación con los primeros ejercicios de los ejercicios de la primera ley de 2007, las diferencias son brutales ya que ese año solo hubo 15 cambios, 49 en 2008 y 143 en 2009. Habrá que esperar a 2018 para superar el medio millar, cuando se alcanzaron las 699 autorizaciones judiciales.
La Fundación Triángulo Castilla y León destacó que la normativa ha “facilitado” y “simplificado” el cambio registral en el país, lo que ha supuesto un “alivio” y un motivo de “felicidad” para muchas personas que han conseguido el respaldo legal necesario a las decisiones sobre su propia identidad. Su presidenta Yolanda Rodríguez apuntó a Ical, que la nueva ley ha logrado el reconocimiento de la identidad personal, que “garantiza el derecho al libre desarrollo de la personalidad y a una identidad jurídica coherente con la vivencia personal”, al facilitar la vida de muchas personas en sus entornos familiares, sociales y laborales, sin olvidar los ámbitos legales y administrativos, con “implicaciones” en la Seguridad Social, Hacienda, Educación y Sanidad. No en vano, precisó que ya no se depende de “multitud” de informes médicos y administrativos que tenían “en vilo” a las personas trans y a sus familias, sino que se reconoce la voluntad y determinación de las personas que expresan “quién son y cómo se identifican”, acortando los plazos de ese cambio registral.
Proceso “rápido” y “sencillo”
Christian subraya que la ley facilitó mucho todo el proceso para el cambio de sexo en el Registro Civil. “Fue muy rápido, sencillo y cómodo”, reconoce. Algo muy diferente a lo que ocurría antes de la aprobación de la Ley Trans. Eso sí, declara que hay que “pasar todo lo anterior”, por que el camino hasta lograrlo ha sido duro y complejo, pese a contar con el apoyo y la comprensión de sus padres, familia y amigos. No en vano, a medida que creció su identidad de género no se correspondía con el sexo asignado pero su DNI recogía el nombre de Abril Aira Poza.
Desde la niñez, Abril no era como el resto de las chicas, algo que comprobó, muy pronto su madre, Mar Poza. “Era algo evidente en el colegio. No quería llevar falda ni coletas y no encajaba con las niñas”, apunta a Ical. Aún recuerda cuando, con cuatro años, dijo que quería ser conductor de camiones cuando el resto de compañeras apostaba por ser actriz, bailarina o youtuber. Además, aprovechaba los Carnavales para disfrazarse de personajes masculinos. “A los siete, me comentó que quería tener el pelo corto y vestirse como un chico. Nunca me dijo que se sentía como un niño pero su comportamiento era el de un niño”, precisa Mar. Por aquel entonces, vivían en Santovenia de Pisuerga (Valladolid) y no faltaron compañeros de colegio que se metían con él por su condición. “No llegó a ser bullying pero, a veces, le llamaban Abrilo, en lugar de Abril”, declara.

Otro momento clave en la vida de Cristian fue cuando, con 10 años, comenzó con la menstruación. “Fue una época en que tuvo comportamientos un poco femeninos para encajar con el grupo”, señala su madre, con quien siempre ha estado muy unido. Cuando Cristian empezó la Secundaria en el IES Núñez de Arce, la familia se trasladó a la capital. “Nuevos compañeros y nuevas explicaciones sobre mi nombre y mi género. En el instituto, siempre he sido Cristian, el trans. Estoy orgulloso de ser como soy y lo que soy pero me cansa lo de la etiqueta de transexual”, confiesa. En todo caso, asegura que tuvo suerte por que los profesores le llamaban Christian pese a que en los papeles seguía apareciendo el nombre de Abril, al no haberse producido el cambio de sexo en el Registro Civil. Es consciente que la gente del instituto le conoce como el trans o Cristian, el trans.
Entre los 15 y los 16 años, comenzó con la transición física para cambiar su cuerpo con hormonas, para que así se correspondiera con su identidad de género, aunque antes estuvo varios meses en consultas con el psicólogo, la psiquiatra y el endocrino. Ahora con 19 años, está a la espera de someterse a la mastectomía para la extirpación quirúrgica de ambas mamas. Los cirujanos de los hospitales públicos de Valladolid se declaran objetores de conciencia, por lo que baraja la posibilidad de acudir a una clínica privada. “Entiendo que es una operación estética y hay mucha lista de espera, con pacientes que tienen problemas más graves de salud pero personas como mi hijo necesitan reafirmarse en lo que son y poder avanzar”, afirma Mar.
Cristian reitera que cuando inició el proceso, lo veía todo muy lejos pero, con la nueva ley, comprobé que no había complicaciones”, subraya. Tras la entrada en vigor de la norma, acudió con sus padres al Registro Civil para solicitar el cambio de sexto. Rellenó unos papeles y tuvo que esperar unas semanas para reafirmarse en la modificación del nombre y género y luego llegó la entrevista con la jueza.
Más educación
Su madre asegura que aún falta mucho por aceptar la transexualidad. “Estamos en una sociedad muy retraída que no acepta los cambios. Nos las damos de modernos pero la realidad es bien distinta”, lamenta. De ahí que reclame más educación en la materia y luchar contra la discriminación que sufren las personas transexuales. En el mismo sentido, se pronuncia su hijo quien añade que siempre fue consciente que “la sociedad considera la transexualidad estaba mal visto, al estar fuera de lo común”. Cristian desea acabar este curso sus estudios de Segundo de Bachillerato y entrar en la universidad para cursar un grado fuera de Valladolid, ya que la carrera no se oferta en la ciudad. Ahí, espera empezar otra vida y una experiencia nueva. “Irme a otro lugar, donde no me conoce nadie. Voy a ser Cristian, sin etiquetas”.