[dropcap]M[/dropcap]i interés por lo que en términos económicos y políticos está fraguándose desde hace varias décadas en Asia Oriental y el Pacífico, se relaciona con la propia historia de España: el Tratado de Tordesillas de 1494, de cuando los dos países ibéricos decidieron dividirse, a partes iguales, los mares del globo que todavía se desconocían y sus tierras adyacentes. Reparto en el que la mayor parte de las costas de Asia y de África correspondió a Portugal, y el hemisferio de las Américas y del Océano Pacífico –cuando aún se desconocía sus dimensiones reales— a España. Siendo dos décadas después, en 1513, cuando el Pacífico fue descubierto, para ojos europeos, por Vasco Núñez de Balboa.
Ulteriormente, Hernán Cortés, con su conquista de México, hizo que el Virreinato de Nueva España se convirtiera en las siguientes décadas en una plataforma para el comercio hispano con China, Japón, Corea, Vietnam, etc. Con el gran polo económico que por entonces pasó a ser Manila, capital de las Filipinas, y puerto desde el cual, entre 1571 y 1819, partían las flotas del Galeón de Manila, o Nao de la China; para transportar sedas, marfiles, porcelanas, y otros valiosos productos orientales, a cambio de la plata hispanomexicana.
Se formó así la ruta comercial más larga de su tiempo: Manila-Acapulco-Veracruz-Sevilla, en lo que fue toda una proeza económica que duró dos siglos y medio. Que ha relatado mejor que nadie el historiador inglés, O.H.K. Spate, en un libro formidable al que dio el más sonoro título: “The Spanish Lake”.
Luego, por los cambios en la hegemonía mundial, en los siglos XVIII y la mayor parte del XIX, el Pacífico pasó a ser el escenario del dominio británico. Y ya desde 1898, tras la guerra con España –por la que EE.UU. se hizo con Filipinas y Guam—, el Pacífico quedó controlado desde América del Norte. Pero hoy, ya en 2015, no puede hablarse del gran océano como un Lago Americano: desde 2014 la República Popular China es la primera en el ranking mundial de PIB, y tiene su propio proyecto de mayor presencia en el Pacífico, en claro conflicto de fondo con EE.UU.
[pull_quote_left]El Pacífico es hoy un espacio de estrecha cooperación económica.[/pull_quote_left]Pero las inquietudes políticas que vamos a suscitar, no deben dramatizarse, pues desde el punto de vista económico, el Pacífico es hoy un espacio de estrecha cooperación económica. Gracias a dos organizaciones importantes: en el sudeste, la ASEAN (Association of South East Asian Nations), que está trabajado eficientemente con un esquema de cooperación de diez países emergentes; y que pretende configurar una zona de libre comercio con la República de Corea, Japón y China, para formar lo que se llama ASEAN+3.
A mucha mayor escala, funciona la APEC (Asia Pacific Economic Coo-peration), que vincula económicamente las orillas asiática y americana del Pacífico, con dos diferentes proyectos de zonas de libre comercio. La primera, de inspiración americana: la Transpacific Partnership (TPP), que incluye a Canadá, Chile, México, EE.UU. y Perú en la orilla de las Américas; y a Australia, Brunei, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam en la asiática.
El referido proyecto del TPP va avanzando, pero no goza del favor de China, ya que el gobierno de Pekín tiene una opción diferente para el área: la llamada Free Trade Area Asia-Pacific (FTAAP-21), que además de los doce estados de la TPP incorporaría a otros nueve miembros, todos asiáticos o euroasiáticos: China, Indonesia, Filipinas, República de Corea, Tailandia, Hong Kong, Papúa-Nueva Guinea, Rusia y Taiwán.
Y de la fuerza con que China puede apoyar ese segundo esquema, da una idea la reciente fundación del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (BIIA), que tendrá su sede en Pekín, y que ya cuenta con 45 Estados miembros (incluida España), aunque sin la participación de EE.UU. y Japón; que no ven con buenos ojos un esquema tan ambicioso que –dicen— amenaza a las propias agencias de las Naciones Unidas, el FMI y el Banco Mundial, en las que Washington DC no quiere alterar unas estructuras ya claramente obsoletas.
Por lo demás, el progreso económico en torno a la APEC, no es la cuestión decisiva hoy en Asia/Pacífico. Pesa más la posible configuración política futura, hacia lo que podría ser un nuevo orden mundial, centrado en el gran océano. Lo que dicho a las claras implica la controversia por la hegemonía de las dos únicas superpotencias hoy existentes.
En la solución de ese conflicto latente chinoamericano así planteado, una clave son las relaciones intra-asiáticas, y principalmente, de las tres mayores economías de la zona: República de Corea, Japón y China. Entre las cuales media, sin embargo, la falta de entendimiento por importantes relictos históricos: de cuando Corea era una parte oprimida del imperio japonés, y lo que fue la brutal ocupación nipona de vastos territorios chinos, con sufrimientos y masacres difíciles de olvidar.
[pull_quote_left]EE.UU. y Japón; que no ven con buenos ojos Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras, un esquema tan ambicioso que –dicen— amenaza a las propias agencias de las Naciones Unidas, el FMI y el Banco Mundial[/pull_quote_left]Se trata, por consiguiente, de una cuestión histórica que sigue pesando, desde el punto y hora en que en Japón no ha habido nada comparable a lo que sucedió Alemania: primero desnacificación y, luego, reiteradas solicitudes de perdón de Bonn y Berlín por las acciones hitlerianas devastadoras. De ahí que coreanos y chinos no vean todavía en Shinzo Abe, el primer ministro japonés –que ya visitó el santuario Yasukuni, donde están enterrados, con honor, catorce criminales de guerra nipones—, verdadera sinceridad en sus manifestaciones de pedir perdón; que además resultan minimizadas por la aproximación militar creciente entre Tokio y Washington DC.
Pero, con todo, aparte de los avatares intraasiáticos, lo principal de cara al futuro son las relaciones EE.UU./China. Lo que precisamente será el tema del tercer artículo de esta serie sobre “Asia/Pacífico, hoy”.
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