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Un jefe de Estado atípico

El monasterio de Las Batuecas.

[dropcap type=»1″]P[/dropcap]ascal Couchepin fue presidente de Suiza en dos ocasiones. Cuando vino a Salamanca era ministro del Interior con competencias en Sanidad y Servicios Sociales. Era el presidente de la Francofonía, la unión de países de habla francesa. Su estancia en Salamanca fue larga, nada menos que un mes. El Ministerio de Asuntos Exteriores me pidió que realizase un programa detallado de su estancia, dejando las mañanas libres para que asistiera a la Universidad. Quería perfeccionar el español, que por cierto era ya muy bueno. Hicimos visitas por la provincia y la ciudad. Tita Martín Tabernero, amiga y compañera en la Universidad Pontificia, nos programó una tarde en su finca, con visita a los toros bravos en libertad, que hizo las delicias del ministro.

[pull_quote_left]Al terminar la velada Couchepin se levantó sin decirnos nada, se dirigió a la cocina y se puso a lavar los platos y cubiertos de la cena. Había sido dos veces Jefe de Estado y era el ministro más influyente del Gobierno helvético[/pull_quote_left]José Luis Yuste preparó conmigo una estancia especial en el monasterio de las Batuecas. Hablamos con el superior, el padre Ramón, y concertamos pasar una noche en la hospedería del desierto con el ministro suizo. Pernoctamos José Luis, Paco Cenzual, canciller de la embajada española en las Naciones Unidas en Ginebra, el jefe del gabinete de Couchepin y yo. Fue una jornada imborrable, asistimos con la comunidad a los actos litúrgicos y cenamos en la hospedería. Couchepin quedó impresionado de la larga conversación que mantuvo con el padre Ramón. Al terminar la velada Couchepin se levantó sin decirnos nada, se dirigió a la cocina y se puso a lavar los platos y cubiertos de la cena. Había sido dos veces Jefe de Estado y era el ministro más influyente del Gobierno helvético, pero nos dio una lección de humildad que nos hizo a todos los presentes pensar.

Por la mañana temprano, después de la misa y los oficios religiosos, realizamos una marcha hasta las pinturas rupestres. Le fueron mostradas por un experto, José Luis Yuste. Couchepin quedó muy agradecido de su estancia en Salamanca. Nos invitó a José Luis y a mí a su casa particular en Suiza, enseñándonos los lugares más hermosos de su cantón. Al despedirse me regaló una corbata de color azul que todavía conservo.

— oOo —

1 comentario en «Un jefe de Estado atípico»

  1. ¿Por qué antes venían tantas visitas internacionales a Salamanca y ahora tan pocas?.
    ¿Tenemos la peste?

    Responder

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