[dropcap]P[/dropcap]or fin pude visitar el belén de San Blas, que promueve el Ayuntamiento aunque sus ejecutores sean los belenistas de la Cofradía de Cristo Yacente. Un buen trabajo, primoroso en el montaje y con infinidad de detalles, resultado de la dedicación de José Caraset, Javier Pedraz y Benjamín Llorente. Antes había pasado por La Salina para ver el de la Diputación, que realiza La Morana. Extraordinario también, aunque en otra línea, porque esta agrupación zamorana ha profesionalizado el montaje del belén y los coloca en varias ciudades.
Francisco Javier Blázquez
El grito de Muiños
[dropcap]S[/dropcap]ucedió hace unos días, mientras clamaba por la paz en el mundo. Llevaba un año aguardando porque en 2020 no pudo organizarse el acto cuando correspondía, en las vísperas de san Francisco. Al final, en medio del progresivo regresar a la normalidad, Manolo Muiños pronunció su discurso reivindicativo en la iglesia de un convento que fue premio nacional de arquitectura. Y su grito resonó con fuerza, porque la suya es una voz autorizada, creíble y convincente.
La mesa nº 33
A Juanfran, Carlos y todos aquellos
que con buena voluntad circulan por la mesa
Maíllo y los Papeles del Martes
[dropcap]L[/dropcap]os Papeles del Martes van ya para cuarenta años, que se dice pronto. No es sencillo que una revista de creación poética perdure en el tiempo. Hace unos días presentaron en La Salina el número 65, con el obligado homenaje a Emilio Rodríguez, su fundador, fallecido el pasado noviembre. Con sus altibajos, algo inherente a este tipo de publicaciones, Papeles del Martes es ahora la publicación de referencia para la poesía salmantina. Y se debe en buena parte a la dedicación de Luis Frayle Delgado, que salvando todo tipo de obstáculos ha mantenido la tertulia y su consecuente revista durante tres décadas, desde 1991 hasta el año pasado, cuando cedió el testigo del día a día a Isabel Bernardo.
Los ciento diez de Luis F. Lorenzo
[dropcap]F[/dropcap]onseca es mucho Fonseca. Llenar la inmensidad de ese espacio expositivo no es fácil. Sus enormidades a veces devoran al artista. En estos días de regreso paulatino a la vida medianamente normal he vuelto a recorrer las salas del antiguo colegio mayor. Todavía hay miedo y se acusa también la pérdida de hábitos. El tránsito se hace en soledad, resonando las pisadas por esas dependencias deseosas de recuperar tiempos mejores. Nunca estuvieron masificadas, pero siempre contaron con un flujo continuo de visitantes.
Del comercio expuesto
[dropcap]E[/dropcap]sta vez fue por cuestiones académicas, para orientar un trabajo escolar sobre las obras de arte vinculadas al comercio de Salamanca. Había pasado mucho tiempo sin departir con Miguel García-Figuerola, el director del Museo del Comercio. Sin apenas darnos cuenta estamos perdiendo la consciencia de lo rápido que pasa el tiempo en medio de tanta limitación. Asumimos que para salvar lo esencial hay que renunciar a la vida social y personal, la parte más humana y noble de nuestra existencia. Y nos hemos acostumbrado.
Resina y la destrucción de la verticalidad
[dropcap]R[/dropcap]ecuerdo con frecuencia aquella máxima con la que Antonio Lucas Verdú atizaba a los salmantinos, afirmando y demostrando desde su lógica interesada que ninguno de los destacados había nacido en Salamanca. Comenzando por él, que le nacieron en Cuenca. Algo de razón tenía, porque Salamanca ha sido siempre una ciudad que sabe naturalizar como suyos a quienes se afincaron en las riberas del Tormes. Algo parecido me decía hace unos días, sin la solemnidad del viejo profesor, Francisco Resina, un pintor abulense adoptado por Salamanca. Vino a estudiar Bellas Artes y acabó quedándose.
Alumnos sin rostro
[dropcap]L[/dropcap]a brutal reclusión de marzo a junio nos ha confirmado muchas cosas que nunca habíamos valorado en su justa medida. Alumnos y profesores somos más conscientes de lo imprescindibles que resultan las clases presenciales. En el mejor de los casos, con buenos medios y disposición, la enseñanza telemática no deja de ser un parche que permite salvar los muebles cuando no queda más remedio que suspender la actividad académica en los centros educativos.
Opinantes en la reserva
[dropcap]E[/dropcap]n torno al cambio de milenio la prensa escrita salmantina, la clásica, en papel de oler y tocar, gozaba de buena salud. Para una capital de provincia tirando a pequeña fue un logro contar con tres periódicos locales a la vez. Salían ordinariamente con más de sesenta páginas, tenían redacción y talleres, un montón de periodistas especializados y su grupo de columnistas. Entonces criticábamos muchas cosas, como debe ser, pero la mirada retrospectiva, más teniendo en cuenta el panorama actual, nos hace recordar con cariño aquella edad dorada de la prensa local.
La exposición clandestina
[dropcap]L[/dropcap]a crisis que nos vino en marzo ha dado lugar a situaciones tan novedosas como la presentación de una revista de Semana Santa en pleno mes de julio. Es lo que sucedió este jueves con Christus en la Sala de la Palabra del teatro Liceo. Presentaciones a destiempo, actos cancelados, publicaciones aplazadas… La cultura está bastante descolocada y andamos todos un poco como pollos sin cabeza.