[dropcap]A[/dropcap]unque intento guardar la viña para que el puñetero bicho no me pise las uvas, percibo que merodea mi entorno, esperando cualquier desliz para hincarme el diente.
[dropcap]A[/dropcap]unque intento guardar la viña para que el puñetero bicho no me pise las uvas, percibo que merodea mi entorno, esperando cualquier desliz para hincarme el diente.
[dropcap]C[/dropcap]uando Severiano Grande García daba los últimos golpes sobre un tímpano griego de medidas descomunales, Miguel Ferrer, me decía que pocos como el escultor de Escurial lograban desvestir con tanta pasión el alma de cualquier piedra.
[dropcap]E[/dropcap]n las trastiendas de la cosa nacional hay demasiado ruido. Es como si estuvieran tratando de recolocar sobre algún mueble obsoleto las latas de mala baba en conserva y toda la choricería de las últimas matanzas. Y es que la casquería se amontona de tal forma que empieza a dar el cante en las descomunales neveras del apaño.
[dropcap]L[/dropcap]a temporada de caza, como todos los años a principios de curso, ya anda metiendo los hurones en las conejeras judiciales, con una cara dura que espanta a cualquier mortal que tenga un mínimo de decencia.
[dropcap]C[/dropcap]uando descubrí que le habían fusilado al marido por “rojo” comencé a observar con cierto interés a Remedios. Los rojos eran aquellos desalmados carniceros que podían fastidiarnos aquella infancia de la leche en polvo, el queso americano y el pan pringao en aceite.
[dropcap]E[/dropcap]sta bandurria de centollos políticos que soportamos, siguen ahí fabricando estrategias para disipar los estragos de algunas decisiones que pueden dejarlos en pelotas, a poco que les presentemos cuentas y facturas. Y es que muchos de estos políticos brotan en el jardín de las escaramuzas, sin que caigamos en la cuenta de que son empleados nuestros, contratados bajo la formalidad que los ata a nuestro servicio durante la bicoca de 4 años. Estos miles de currantes (por supuesto necesarios en cualquier estado democrático) cobran la nómina que religiosamente se meten con extrema puntualidad en sus bolsillos, dado que, como confiados pagadores, les permitimos que se abastezcan cogiendo del cajón común su pasta.
Estaba a punto de terminar aquella época tenebrosa de la dictadura, cuando mi recordado Félix Grande vivía uno de sus mejores momentos creativos. Fruto de aquel tiempo tan especial, surgió la mejor poesía que escribiera a lo largo de su dilatada carrera como escritor.
[dropcap]E[/dropcap]l bicho invisible sigue aguándonos el festejo. El interminable confinamiento va dejando, en la dura travesía, toneladas de cabreo emocional, mientras algunos seguimos creyendo que, tal como están las cosas, es más que necesario.
[dropcap]E[/dropcap]l confinamiento se va sobrellevando con el susurro de los libros y una pluma empeñada en dejar huellas en el papel sobre este largometraje de pura ciencia ficción que sigo interpretando como gran protagonista.
[dropcap]L[/dropcap]a Petri está tan obsesionada con el bicho pandémico que no para de hacer coladas. Vive para jodernos la siesta con el puñetero ruido de las poleas que sostienen los cordeles deshilachados, sobre los que cuelga la ropa.