[dropcap]L[/dropcap]a verdad es que siempre había mirado las fiestas de Carnaval con aprensión. Sin duda ello se debía a los consejos de mi madre cuando yo era niño. Por entonces, en aquel bendito colegio de párvulos la fiesta se limitaba a llevar una careta de cartulina, con los agujeros en los ojos y boca y la nariz troquelada, que comprábamos por unos pocos céntimos a la «pipera«. Se sujetaba con una simple goma elástica. Algunos llevaban otra más sofisticada, de cartón en relieve, con la cabeza de un zorro, o de un burro, diablo, o lo que fuese… Costaban algo más. Y eso era todo. Nos las poníamos en el recreo o en el trayecto al cole…
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