[dropcap]E[/dropcap]l breve intercambio dialéctico que mantuvieron recientemente en el congreso de los diputados Pablo Iglesias y Celia Villalobos ante la mirada expectante de los periodistas y el gesto sorprendido de los tertulianos de costumbre (todo bajo control), pasará sin duda a la historia socio política de nuestro país como una pieza de museo que entierra toda una época.
Así como hay piezas de museo que desentierran toda una visión sobre el mundo o la sociedad, y a partir de las cuales los arqueólogos como expertos forenses arrojan luz sobre una civilización perdida y la animan como si estuviera viva, la pieza Celia-Pablo, que quizás quede así consignada en las bases de datos de los archivos audiovisuales del futuro, nos brinda una defunción en directo, de manera que a partir de la escena viva podemos ya enseguida imaginar y extrapolar el cadáver.
El argumento-excusa que doña Celia Villalobos enarboló como arma de guerra en aquel breve pero intenso combate dialéctico para justificar que las instituciones españolas sean mayormente corruptas, y que esta sea la marca que exportamos a modo de fama y sello de calidad, fue el que se acostumbra: que el pueblo español es tan corrupto, y flojo consentidor de esa corrupción, que en definitiva tiene lo que se merece.
No sé si doña Celia ganó muchos votos para el PP con esas declaraciones tan publicadas, pero sin duda se ganó un lugar en la historia y los archivos, porque cuando en el futuro los estudiosos del pasado, o en el presente los aspirantes a ciudadanos (siempre que la tele basura y el fútbol permitan este tipo de metamorfosis en nuestro país) quieran entender algo sobre el momento que ahora vivimos, encontrarán sin duda en el argumento de la castiza política una pista inmarcesible e imperecedera que conduce directamente a la cámara funeraria del cotarro, donde en un porvenir más lúcido y libre, hispanistas con salacot y lupa encontrarán junto a los restos del botín los discos duros del PP. Aconsejo desde ya que entren con mascarilla.
Fue llamativa y reveladora también la alusión intempestiva (como para desviar la atención) de doña Celia a la corrupción en el fútbol, que me recordó a la tinta que expulsa con espasmo nervioso el calamar inquieto, o a aquel otro momento (un hito también del archivo audiovisual) en que un equipo de periodistas norteamericanos dirigido por Sam Donaldson de la ABC, que seguía la pista a un criminal nazi, ReinhardKopps (alias Juan Maler), le abordó en plena calle, en la Patagonia argentina refugio generoso -como España- de criminales nazis, el cual al sentirse atrapado, llamó a un aparte confidencial a Donaldson (minuto 37) para soplarle al oído (soplo que recogen los micrófonos) el nombre de otro criminal más gordo, Erich Priebke, el verdugo de las Fosas Ardeatinas. Lo cual, dicho sea de paso, sirvió para que Kopps se zafara de la atención mediática y Priebke quedara atrapado irremisiblemente.
Susana Díaz, nacida al estrellato político de un dedazo, por cuya boca habla González, y que estuvo presente y mayor de edad -y allí permanece- en la Andalucía de los ERE, ahora refrendada (todo hay que decirlo) por los votos, invocaba el otro día la necesidad de analizar los resultados electorales del 20-D para “entender” lo que ha pasado. García-Page habla también de la necesidad de “descifrar el mensaje” de las últimas elecciones. Sin comentarios.
[pull_quote_left]No es de extrañar por tanto que los políticos y sus partidos sean uno de los principales problemas a ojos de los españoles. Y es que uno duda que nuestros representantes sean conscientes de las incoherencias vergonzantes que exhiben con descarado impudor[/pull_quote_left]Y digo sin comentarios, porque esta es la frase hecha (una muletilla para entrar al engaño) que en estas fechas de “sensibilidad postelectoral” se dice siempre, por rutina. Uno en su insolencia se atrevería a decir que el PSOE no ha entendido un mensaje postelectoral en lo que llevamos de transición inconclusa, es decir en los últimos decenios, y no se espera ahora mayor sensibilidad de antenas. Y es que la vida interna de los partidos ofusca mucho. “El confort aísla”, que decía no sé si Valery o algún otro pensador ensimismado, y el tal confort, levantado sobre privilegios de clase, convierte a los partidos en un estado dentro del estado, en un quiste dentro del músculo civil, lleno de barones y Papas eméritos, viejas glorias retiradas en pesebres, y pensionistas black subidos al tren de la doble velocidad.
No es de extrañar por tanto que los políticos y sus partidos sean uno de los principales problemas a ojos de los españoles. Y es que uno duda que nuestros representantes sean conscientes de las incoherencias vergonzantes que exhiben con descarado impudor, para escándalo de los que permanecen despiertos. Claman por la unidad de la patria, y la van troceando por incontables paraísos fiscales. Vociferan que la soberanía reside en el pueblo y entregan las llaves de nuestra Constitución a los bancos para que hagan y deshagan a su antojo (sin consultar al pueblo soberano). Se declaran demócratas de cabo a rabo, pero huyen de referéndum, consultas y primarias, o diseñan leyes electorales a su medida. Se llenan la boca con la palabra libertad, y se sacan de la manga una ley mordaza. Presumen de Estado de derecho, pero manipulan y corrompen la justicia. Se declaran socialdemócratas y defensores del Estado social, pero el negocio de sus mordidas y el fracaso empresarial de sus amigos, se financia con el dinero del pueblo.
Así que al final tenemos que reconocer que los argumentos de la clásica y crónica política del PP, que debe cobrar ya un porrón de trienios partitocráticos de la estabilidad corrupta, contienen una parte de verdad incrustada en su trampa logística, aunque como excusa es de la peor calidad. Pero a algo hay que agarrarse para intentar justificar la incomprensible y descontrolada deriva de nuestro país, donde no sorprendería en absoluto que Granados, gerifalte del PP y de la Púnica, presentado (si fuera posible desde la cárcel) a las elecciones del 20-D, fuera elegido representante de los españoles por innumerables e inefables votos, y de propina sus suegros, los del millón de euros en el altillo del dormitorio, tal como ha ocurrido con su colega de Segovia.
Hace pocos días me comentaba un compañero, compungido, sus cuitas laborales, que tanto le recordaban a los usos y costumbres del antiguo régimen (que él llegó a conocer con pleno uso de razón), y que él veía como síntoma y demostración de que cuarenta años de régimen son muchos años de régimen. Como ya demostró Pavlov empíricamente, la repetición engendra reflejos condicionados que anonadan la libertad y entronizan el automatismo. Merced a este entrenamiento fruto de la costumbre impuesta, también los seres humanos originalmente libres devienen en autómatas.
[pull_quote_left] Lo que más le sorprendía es que nadie protestaba. Todos permanecían callados con silencio sepulcral. Como perros de Pavlov, salivaban miedo y silencio.[/pull_quote_left]A mi colega, ciertamente le parecía raro que a estas alturas del siglo en su centro de trabajo una especie de “capos” sin ningún cargo electo ni administrativo conocido (una especie de hombres fuertes del régimen), tuvieran la capacidad (por delegación de instancias superiores) de imponer a los demás trabajadores sus turnos de trabajo y sus turnos de licencias o vacaciones, sin mediar consulta o intento de acuerdo, y no le parecía tampoco demasiado normal que al final todo ello estuviera supeditado a los intereses privados de los capos en cuestión, que obviamente eran juez y parte al mismo tiempo, con el añadido pintoresco de que lo que más pesaba en el calendario laboral que así se decidía en su centro sanitario era la agenda de caza de uno de ellos, que además no soltaba prenda de cuál era el calendario decidido sino a cuentagotas (mes a mes) y en las mismas vísperas, cuando ya no había remedio ni posibilidad de avisar a la familia o amigos de que no nos esperarán para ningún proyecto en común, salvo que la carambola de la suerte nos otorgara un poco de dignidad humana y laboral.
Como digo, a mi colega, todo esto con ser raro de cojones no era lo que más le sorprendía. Lo que más le sorprendía es que nadie protestaba. Todos permanecían callados con silencio sepulcral. Como perros de Pavlov, salivaban miedo y silencio. Salvo unos pocos rebeldes en cada centro, que ya estaban hartos de pedir explicaciones en vano, y que al intentar iniciativas más contundentes vía administrativa o legal se topaban con una densa tela de araña más siniestra y pegajosa que la que atrapó al héroe de Kafka. Aquella tela de araña llena de telarañas tenía ya muchos años a sus espaldas.
Y es quizás aquí, en estos pequeños y ocultos mundos civiles (o inciviles) donde el microcosmos conecta con el macrocosmos, el presente con el pasado, y el ciudadano (o súbdito) es reflejo de su régimen, porque al contrario de lo que argumentaba con trampa doña Celia, es el régimen el que siembra el miedo y cultiva la ignorancia, que luego hace fácil la corrupción. El que hace la ley hace la trampa.
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