[dropcap]S[/dropcap]alió Europa con ojeras a decir (y Europa era un señor con cara de vinagre) que nuestro continente necesita gobiernos fuertes para hacer ajustes fuertes (viñeta de la República).
Y ya saben que los ajustes fuertes sólo pueden hacerse contra ciudadanos débiles, es decir, inocentes de toda culpa, mayormente porque no tienen forma de defenderse, pacifistas como son, y huérfanos como están -al menos hasta ahora- de toda representación política eficaz.
Quizás por eso, Donald Trump, una de las figuras políticas más firmes para liderar la “globalización” triunfante, puede hablar con esa prepotencia insultante que le caracteriza (a él y a la globalización que patrocina), y Warren Buffett decir sin ambages que actualmente hay una guerra entre pobres y ricos (yo diría entre ciudadanos y dictaduras) y la están ganando con mucha facilidad las grandes corporaciones, que son el Estado privado de los ricos, como los políticos al uso son su ejército particular y mercenario.
Normalmente, y en atención a las buenas formas, esto no se declara así, tan abiertamente, pero es que Donald Trump, que es muy bruto, no ha leído a Cicerón (experto en tirar la piedra y esconder la mano), y sin embargo los finos gobernantes de Europa, sí (entre saqueo y saqueo). De ahí que en vez de anunciar a cara descubierta que los dueños del dinero están ganando por goleada (gracias a ellos), y que la democracia ha sido sustituida por la plutocracia sin necesidad de publicarlo en el boletín oficial del cotarro, nos dicen ahora en plan ambiguo (no es la primera vez que hacen uso de metáforas) que Europa prefiere gobiernos “fuertes”, o en metáfora más hipócrita, que prefiere gobiernos “estables”.
[pull_quote_left]Lo que se necesita no son gobiernos fuertes que traicionen descaradamente al pueblo, sino pueblos fuertes capaces de velar por sus intereses[/pull_quote_left]Y es que saben que a los ciudadanos débiles y asustados les tranquiliza y sosiega mucho la palabra “estabilidad” (como a los niños se les contiene con la palabra “coco”) porque creen, en su inocencia, que la estabilidad de la que se habla es la suya, cuando es justo lo contrario. Deben saber que para ellos (quiero decir para nosotros) no es estabilidad lo que se prepara, sino nuevos recortes, y más duros. Tal que si la Troika ya se llevó por delante una pata del taburete del bienestar dejándolo en saqueado trípode, ahora van a por otra pata del Estado de derecho y sus derechos humanos. Y un taburete con dos patas es, por principio ecuménico y cinética racional, inestable. Que de eso se trata: de demostrar, caiga quien caiga, que el Estado (como la sanidad pública) no funciona, para mejor privatizarlo y repartirse los despojos.
El misterio y milagro es que la gente no se dé cuenta, y no piense automáticamente -como por reflejo de defensa- que lo que se necesita no son gobiernos fuertes que traicionen descaradamente al pueblo, sino pueblos fuertes capaces de velar por sus intereses poniendo a los farsantes en su sitio, es decir, en las listas del paro vía urnas.
Créanme si les digo que los ciceronianos -como tercera vía que es máscara de la segunda, primera y única vía- no son de fiar, y es que Rivera se da un aire a Cicerón de joven, capaz de vender el alma al diablo por parecer elegante y moderno, pero sobre todo “útil” a los dueños del cortijo.
Tan aplicado es en esta obediencia, que en las filas del parlamento le han colocado detrás del jefe (un hipotético Rajoy) como becario meritorio, mientras que a Podemos, el PPSOE en concertada jugada lo ha mandado a la quinta fila, es decir, a la invisibilidad mediática practicando un ostracismo muy poco democrático, según los votos. Menos mal que ya están entrenados desde el 15M, y todas las zancadillas que les ponen sirven para que sigan haciendo músculo. Tantos palos les caen de los dueños de la trampa, que están fibrosos.
Me inquietó escuchar a Margallo decir el otro día que hay que respetar las “reglas no escritas” de la globalización (tal y como lo oyen). Y lo dijo así por las bravas, sin rubor ni vergüenza, que parece que se le ha pegado algo del estilo diplomático y prudentísimo de Donald Trump.
Porque yo me pregunto ¿Qué son las “reglas no escritas” de la globalización? ¿Vienen en la letra chica de nuestra Constitución? ¿Son el software trucado de Volkswagen? ¿Quién las escribe? ¿Quién las dicta? ¿El becerro de oro aterrizado en su jet privado sobre el Monte Sinaí?
No pregunten tanto porque el PPSOE les puede mandar a la quinta fila.
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