[dropcap]H[/dropcap]ace 32 años Aldeadávila abrió telediarios y fue portada en los periódicos locales y nacionales. Ahora, hablamos sobre esos hechos con Daniel Hernández Barreña, autor de IPES, una novela que tiene como punto de partida ese suceso y ello nos sirve como excusa para que nos cuente cómo éramos hace tres décadas y qué nos interesaba
Siempre que me han contado lo que ocurrió en Aldeadávila en 1987 va en el mismo sentido: Están muy orgullosos de lo que hicieron…
¿Del delito de secuestrar a una persona?
Sí, esa era mi visión. Pero, estuvieron unidos, Aldeadávila y los pueblos de Arribes del Duero.
32 años después y habiendo escrito un libro sobre el asunto, ¿qué opina?
Cuando cumplí 30 años, me di cuenta que hacía 30 años que había sucedido lo de Aldeadávila y comencé a investigar sobre lo que se contaba acerca de la instalación del cementerio nuclear. Al descubrir de qué se trataba en realidad, pensé que debía contarlo, porque veía que lo que se suele explicar en mi pueblo no es exactamente lo que ocurrió.
Cuéntanos qué pasó de verdad en 1987.
España había entrado en la Comunidad Económica Europea y al llegar, descubrieron que había unos proyectos de investigación para estudiar la respuesta de una serie de rocas a fuentes de radioactividad, para saber si esas rocas eran buenas para almacenar residuos nucleares en un futuro o no. En Bélgica, iban a desarrollar un proyecto en arcillas; en Alemania, en sales, vaporitas y les faltaban granitos. Aquí, en España, otra cosa no, pero granitos en la zona del oeste tenemos para aburrir y ¡claro! Aldeadávila tenía la presa excavada en un batolito granítico. España dijo nada más entrar: Tengo granito. Vosotros tenéis un proyecto, os propongo el sitio. Era para estudiar cómo responden las rocas.
Hablaban de un proyecto de investigación. ¿Cómo se llegó a la conclusión que iban a instalar un cementerio nuclear? ¿Qué falló?
La comunicación. No se hizo público a la población y aún no sé muy bien cómo llegó la noticia a la zona. Creo que se filtró a través de Portugal. Les llegó la idea de que sería un cementerio nuclear. Los vecinos se inventaron su película y se lió.
¿Por qué?
Creo que el Gobierno nunca pensó que por un proyecto de investigación se iba a formar la que se formó.
Daniel, en condiciones normales, ¿un proyecto de investigación puede provocar tanto miedo?
No. Hace poco he estado en el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, en Huesca, creado en 1988, también de investigación experimental. Ahora es puntero a nivel mundial en los rayos cósmicos, de la materia oscura,… En aquellos años, también les ocurrió algo parecido a lo de Aldeadávila. Ellos iban a utilizar el túnel de Somport, que los comunica con Francia, también tenía el símbolo de radiación y por ello, le lanzaban piedras a los investigadores, manifestaciones,…
¿Cómo lo solucionaron?
Allí, la Junta de Aragón y la Universidad de Zaragoza se posicionaron y apoyaron el proyecto, explicándolo de verdad. De la noche a la mañana, la postura cambió y ahora tienen un laboratorio puntero que descubre los secretos del universo.
¿Qué pasó en Salamanca?
Que no hubo esa comunicación y que el proyecto no era de investigación científica, sino aplicada. En este caso, era para saber cómo tratar los residuos. Hay que tener en cuenta que la situación explotó en abril de 1987 y un año antes había sido lo de Chernóbil, por lo que el personal estaba muy sensible con estos temas. Además del desconocimiento. No se comunicó a tiempo. Cuando el Gobierno intentó explicarlo, era tarde. Lo primero que les llegó fue la noticia de Portugal y la dieron por cierta.
Y sin redes sociales…
El boca a oreja.
Y con esos mimbres, has escrito una novela…
Sí. Tenía una necesidad de contar una verdad que el resto de España desconoce, a pesar de que salió en los medios nacionales.
Los medios nacionales se hicieron eco de que los vecinos de Aldeadávila y de los pueblos arribeños salieron y secuestraron al vicepresidente de la Diputación, Luis Calvo Rengel. Hay que recordar que en 1987 llevábamos 10 años de Democracia. En aquella época, los políticos eran personas muy relevantes.
¿Ha tenido en cuenta la perspectiva del tiempo?
Sí.
Tiene la suerte de que las personas que vivieron y participaron en aquel acontecimiento viven en su mayoría.
Sí. Pero, mis padres no vivían en ese momento en Aldeadávila y mi abuelo materno, que es muy político, no participó en el meollo.
No podemos juzgar la historia con nuestra mirada de 2019. La generación del abuelo de Daniel Hernández Barreña vivió la dictadura, incluso la postguerra o la guerra, por lo que meterse con un político 12 años después de haberse muerto Franco, era significarse, y toda esa generación sabía que por menos habían matado a personas.
El autor cuenta que su abuelo conocía a Calvo Rengel porque ambos militaban en el mismo partido. «La novela sufrió un cambio radical, cuando hablé con Rengel y me explicó su versión».
Hasta ese momento, Hernández Barreña se había informado a través de testimonios orales, recortes de periódico y un vídeo de TVE en el que recogí el ambiente y la situación que se vivió en el pueblo durante esos días.
¿Qué sensación tuvo Luis Calvo Rengel?
Temió por su vida varias veces. Al principio, pensó que no le iba a pasar nada, pero estuvo retenido 24 horas y sí que pasó miedo. Era el vicepresidente de la Diputación por el PSOE y los socialistas gobernaban en el Ayuntamiento de Salamanca, en Castilla y León y en España.
Hablamos de los últimos años de la Transición, la situación era muy complicada políticamente hablando, acabamos de entrar en Europa, la posición dentro de la OTAN. «Todo esto se trata en la novela, porque el trasfondo es súper rico», matiza Hernández Barreña.
¿Aparecen noticias reales en su novela?
Sí. Las noticias que se cuentan en la novela ocurrieron de verdad. Los atentados de ETA fueron así. Están introduciendo en diálogos entre los personajes. Incluso la programación de la televisión se ve reflejada.
¿Qué te ha llamado la atención de cómo éramos?
La mentalidad es la misma, pero se movían más. No como ahora que somos más comodones. Muchas personas de entonces sabían lo que nos jugábamos si volvíamos a la Dictadura. Hablamos de que hacía 12 años de la muerte de Franco, ahora no es nada, pero entonces lo era todo. Había más manifestaciones y huelgas.
¿Rengel aparece en su novela?
Es el único personaje de la novela que mantiene su nombre por cuestiones legales. Podría tener muchos nombres reales, pero era jugármela.
Le podía pasar lo de Nacho Carretero****.
Ese fue el motivo por el que no lo hice. Le secuestraron un libro que no era una novela, era un libro periodístico que analiza datos que están ahí. Dejé sólo el nombre de Rengel porque tengo su autorización. La novela estaba contada desde el punto de vista del protagonista, que como digo, lo que pasó en Aldeadávila es el trasfondo, pero la novela no va de eso, va de la sociedad de la Transición, de esos años 80, donde ETA tenía titulares días sí, día también, donde la política tenía peso todos los días,…
¿Qué se ha encontrado?
La novela empieza a finales de 1986 y se ve que son los pilares de lo que es España hoy en día. La desmilitarización del Estado total, la elección del primer director de la Guardia Civil que era un civil, Luis Roldán. Felipe González descabezó toda la cúpula del Ejército, quitó a todos los franquistas y metió a los Demócratas. En cuestión política, nacieron la mitad de los partidos que hay hoy en día. UCD desapareció, UP, se refundó, PC se convirtió en IU. Aquí, en Castilla y León, lo que pasó en Aldeadávila, hizo que el PSOE perdiera las elecciones autonómicas, provinciales y de la mayoría de las alcaldías. Unos tres meses después de lo que pasó en Aldeadávila hubo elecciones. En la mayoría de los pueblos de Salamanca no hubo candidatura socialista, aunque gobernaran, no la hubo, porque era una manera de castigar a un partido que consideraban que era el responsable de un proyecto que iba a ser un cementerio nuclear. Todavía hoy en día lo siguen pensando, va a ser mi mayor problema con esta novela.
Te van a echar el pueblo…
(Risas)
Una mentira mil veces contada no se vuelve verdad, pero hay que luchar con ella.
Mucho. Aún me siguen diciendo que Rengel no fue secuestrado, fue retenido.
No lo metieron en un zulo.
Ellos dicen que no lo llevaron a Aldeadávila, que fue solo, por lo que no fue un secuestro. Él dice que en ese detalle no entra. Pero, si un secuestro es privar a una persona de su libertad, con fines políticos, vivió un secuestro. Y el tema de que era un cementerio nuclear…
Era un proyecto de investigación…
Sólo eso. Por ejemplo, cuando se ven los vídeos de TVE hablan personas de la coordinadora antinuclear y comentan que es un proyecto de investigación, un laboratorio, durante esas grabaciones nadie utiliza las palabras cementerio nuclear, hablan de laboratorio, pero sí pensaban que si en ningún lugar de España se podía hace el laboratorio, es que en ningún lugar de España se podía hacer un cementerio.
Eso no es cierto. Lo único que estaban aprovechando era la infraestructura de la presa de Aldeadávila.
Ese fue el motivo por el que se pensó en este lugar, porque ya estaba excavado. La idea era hacer un túnel más hondo. ¿Qué pasa? que hoy en día se sabe que el granito es muy malo para cementerios nucleares…
Pero, en aquella época no.
Claro. El granito es radiactivo de por sí y ese era uno de los motivos por los que se pensaba que era la roca ideal, pero los granitos están fracturados, si tienes grietas en la primera barrera, no va a ser buena esa barrera. Por lo que, el cementerio nuclear era inviable en Aldeadávila y el Laboratorio también, porque hubiera destrozado más la roca, pero la idea era forzar la roca para ver hasta dónde llegaba, si es buena o no. El laboratorio de Bélgica es puntero hoy en día, el de Alemania no se llegó a realizar.
Daniel Hernández Barreña presenta en La Casa de las Conchas el día 1 de marzo a las 20.00 horas su novela IPES
**** La jueza de Collado Villalba Alejandra Fontana ordenó la ejecución del secuestro del libro Fariña de Nacho Carretero sobre la historia del narcotráfico en Galicia tras una demanda presentada por el exalcalde de O Grove José Alfredo Bea Gondar, que reclama una indemnización de 500.000 euros por la supuesta vulneración de su derecho al honor.
2 comentarios en «La primera ‘fake news’ de Salamanca: Aldeadávila en 1987»
Dispongo de una serie de fotografías de las pancartas que se colgaron en Masueco en esa época donde se puede contemplar la intensa participación de los vecinos en contra del IPES
Hola, Lira. Interesante el trabajo de este autor; eso de reflejar una «fotografía» del pasado siempre me ha llamado la atención… Abrazos desde Venezuela
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